martes, 11 de agosto de 2009

Racismo e inocencia

6 de julio de 2008

Hace unas semanas escribí un poco acerca del racismo en Colombia, y del cinismo de muchos colombianos que o bien saben que el racismo existe, o son racistas ellos mismos, y de todas formas se empeñan en negarlo. Pero hoy quiero escribir de otro tipo de personas que no son racistas y saben que el racismo existe, pero son demasiado inocentes para percatarse de todas sus manifestaciones. A este grupo de hermanos colombianos es difícil abrirle los ojos hacia algunas de las manifestaciones más sutiles del racismo, porque van a oponer resistencia cuando uno se las haga notar. Y opondrán resistencia porque sentirán que uno los está acusando de racistas (que no lo son), cuando uno les explica porqué les hacemos notar que el racismo tiene manifestaciones que ellos no ven.

Me ocurrió hace poco. Un día decidí llamar a una amiga colombiana de mis años de universidad en Bogotá y Santa Marta, que también reside en E.U. Después de ponernos al día con algunos chismes típicos de amigos me contó de un vecino y amigo suyo, casado con una mujer afrodescendiente colombiana, quien es músico y había viajado a Cartagena para hacer algunos estudios musicales en La Heroica. El muchacho, de ancestros europeos, llegó impresionado con el racismo de Cartagena y de lo poco que la gente lo nota allí. Y como (algunos) no lo notan tienen actitudes que, para alguien educado por la sociedad post movimiento por los derechos civiles en E.U., son impensables. Tales actitudes pueden ir desde llamar 'negro' a alguien, así sea “de cariño”, hasta burlas de las facciones de los afrodescendientes o chistes 'de negros' (que “no son racistas”, pues se escudan en el consabido “es sólo un chiste, deje de ser sensible”).

En la conversación que mi amiga me relataba había por lo menos dos problemas: Uno, que el estadounidense que había pasado por Cartagena veía el problema con ojos de estadounidense, y aunque el problema es el mismo, el racismo, el contexto y las manifestaciones del racismo en E.U. y en Latinoamérica son diferentes. Así que no toda la lógica de un portavoz de Martin Luther King se puede aplicar a la problemática racista cartagenera. Y dos, que mi amiga y su esposo, ambos colombianos, no racistas, inocentemente se sentían tildados de racistas por no ver el problema con los ojos y actitud de su amigo estadounidense. No ayudaba en lo absoluto que el estadounidense se ofuscaba al hablar del asunto y terminaba levantando la voz, por lo que la resistencia de mi amiga y su esposo se hacía más y más fuerte.

La motivación para poner el tema en la mesa era legítima. El problema es legítimo (en mi opinión, la sociedad cartagenera es una de las más racistas de Colombia; irónico si se tiene en cuenta que la mayoría de los que se creen 'blancos' en esa ciudad tienen rasgos obviamente afro). Pero el enfoque agresivo de la persona trayendo el tema a colación es equivocado. Mi amiga y su esposo son aliados de la causa antirracista, así que hacerles reproches no ayuda a nada. Ellos simplemente son demasiado inocentes, como muchos otros colombianos, para ver el problema en toda su magnitud, y lo que hay que hacer es guiarlos para que entiendan el problema y puedan ser parte de la solución. Si esto no se hace con cuidado pueden pasarse al equipo de los racistas sin remedio o sencillamente encerrarse en sí mismos con un sentimiento de culpa y una paranoia para abordar el tema en otras circunstancias.

Creo que hice un buen trabajo al hablar con ella, exponiéndole lo que yo veía como válido o equivocado en los argumentos y actitud de su amigo estadounidense. Y también haciéndole ver que ella puede llegar a ver el problema en sus manifestaciones más sutiles sin pasar a la paranoia o sin sentirse culpable y con ganas de eludir el tema. En todo caso esto no es tarea de una conversación telefónica sino de charlas largas, tranquilas y bien argumentadas, y un esfuerzo de la persona por informarse de la situación manteniendo una mente abierta para aceptar que se ha podido pecar por inocente y que no se debe sentir vergüenza al corregir ese error. En esta tarea, mi novia, doctora en psicología y con una investigación que hace énfasis sobre problemática racista, es de gran ayuda para mí.

Tengo un viaje pendiente para visitar a mi amiga y hablar de esto, cervecita en mano, para tratar de convertir a esta pareja de colombianos no racistas, pero muy inocentes, en aliados por la causa de la igualdad de derechos para todos los grupos étnicos en Colombia (y el mundo, pero a nosotros nos corresponde enfocarnos en nuestro país). Y si todos los afro colombianos aprovechamos las oportunidades que tenemos para hablar con nuestros amigos en el mismo estado de inocencia, sin alienarlos, estaremos dando un gran paso adelante. Manos a la obra, y a construir ese ejército aliado, que está al alcance de la mano. Sólo es cuestión de abrirles los ojos y mantener su mente igualmente abierta.


Ann Arbor, Michigan, E.U., 6 de julio de 2008
Para Barûle Gazette

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