martes, 11 de agosto de 2009

Barack Obama: Haciendo historia II


8 de noviembre de 2008

La elección de Barack Obama como presidente de E.U. a posesionarse en enero de 2009 ha causado impacto
a nivel mundial, especialmente entre la población afrodescendiente de América. Pero hay un grupo de personas en particular a quienes a afectado de forma más profunda y trascendental. Aquellos pertenecientes a las generaciones que vivieron de cerca o sufrieron en carne propia la opresión de los sistemas de apartheid de facto que imperaban en muchos países de América hace 40 o 50 años.

Días después de las elecciones, los medios de comunicación siguen entrevistando gente del común para conocer sus impresiones acerca del evento histórico de la elección de un candidato afrodescendiente para la presidencia de un país de mayoría eurodescendiente. Muchos de los entrevistados son estadounidenses afrodescendientes que vivieron durante el tiempo de, o participaron en, el movimiento por los derechos civiles en E.U. Estas personas sufrieron en carne propia la opresión de las autoridades que intentaban mantener el sistema legal de segregación racial, el famoso “iguales pero separados”. Son personas que debían sentarse en la parte trasera de los buses y cederle el asiento a cualquier eurodescendiente que se lo pidiera, que debían tomar agua en fuentes designadas para gente “de color”, así como usar baños para gente “de color”, sentarse mesas para gente “de color” en los restaurantes, y asistir a colegios para gente “de color” donde la calidad de la educación era notablemente inferior a la de los colegios “para blancos”.

Estas son las personas a quienes se enfrentó un gobernador del estado de Alabama, quien personalmente se paró en la puerta de uno de los edificios de una universidad para evitar la entrada de afrodescendientes a quienes la corte suprema de E.U. había garantizado el derecho a la educación superior. El presidente de entonces se vio obligado a enviar a la Guardia Nacional para salvaguardar los derechos de estos ciudadanos. Estas son personas que eran intimidadas y linchadas por encapuchados del Ku Klux Klan quienes afirmaban ser cristianos pero no consideraban pecado atacar y asesinar una persona que no fuera “blanca, anglosajona y protestante”. Eran personas que en enfrentamientos entre manifestantes integracionistas y segregacionistas eran atacados incluso con un asta con la bandera de E.U. Personas cuya única arma en la lucha por sus derechos fueron las marchas y la resistencia civil pacífica liderada por un pastor elocuente que se atrevió a soñar con una sociedad donde el color de la piel no importara.

Me pongo en el lugar de estas personas y me da escalofrío imaginar lo que sintieron al depositar su voto por un afrodescendiente y al escuchar su discurso de victoria electoral. Para ellos, ver a alguien “de color”, quien hace 40 años probablemente habría sido escupido y golpeado por sólo mencionar querer ser presidente, teniendo en vilo a todo un país y a mucha gente alrededor del mundo mientras hablaba como presidente electo, debe haber sido una experiencia memorable y sumamente emocional. Ver a estas personas llorando mientras Barack hablaba me conmovió más de lo que imaginé antes del 4 de noviembre y por eso compartí su emoción, derramando lágrimas también.

Pero no sólo pensé en ellos. También pensé en mi padre, quien nació en una región rural del Pacífico colombiano, un área olvidada por el gobierno central, en una época en la que un afrocolombiano no podía soñar más que con ser pescador, minero o agricultor, porque incluso los banqueros y políticos locales de la época eran mestizos y “blancos” enviados de otras regiones. Mi padre, a través de la educación y el deporte logró superar barreras que detuvieron a muchos de sus vecinos. Pero a pesar de haberlas superado enfrentó racismo a muchos niveles, desde personal hasta institucional, y tampoco se imaginó jamás ver a un afro en una posición como la que en enero del año entrante ocupará Barack Obama. Pensar en lo que debe estar sintiendo mi padre me llena de emoción y de esperanza. Y me hace sentir mucho más fuerte para enfrentar la vida y la sociedad en el futuro cercano.

En Colombia aún estamos lejos de tener a un equivalente a Obama. Pero seguramente estamos un poco más cerca de lograrlo gracias a él. Seguramente su posición hacia Latinoamérica no será muy distinta de la de otros presidentes estadounidenses, pero existe la esperanza de que cambie un poco, y nos ayude a cambiar nuestra visión racista, para que sea posible desde el punto de vista electoral (porque legalmente se puede) que un afrodescendiente o un indígena lleguen a posiciones altas en el gobierno colombiano.

Hasta hace una semana yo habría dicho que eso, en Colombia, nunca lo vamos a ver. Pero ahora pienso que así como le ocurrió a la anciana de 106 años que Obama mencionó en su discurso, es posible que cuando yo esté de bastón, contándole a mis nietos de la noche en la que Barack Obama fue elegido presidente de E.U., pueda ir al puesto de votación más cercano y votar por un afrocolombiano para presidente. Quién quita que sea uno de mis nietos. Al fin y al cabo sí se puede ¿no?

Indianápolis, Indiana, E.U., 8 de noviembre de 2008
Para Barûle Gazette

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