viernes, 11 de abril de 2008

Exilio y patriotismo

Con el paso de los años ha sido inevitable para mí tomar una posición política y acoger una ideología, lo cual he hecho de manera muy personal. Al mismo tiempo me he interesado cada vez más y más en el conflicto interno de Colombia, que ahora también tiene claras ramificaciones externas, aunque éstas han existido desde hace mucho tiempo de manera menos obvia.

La ideología que he acogido es de corte centro-izquierdista, y si debo ser más específico se ajusta a los preceptos de la ‘socialdemocracia’ (o ‘democracia social’ que debería ser la traducción de ‘social democracy’). El hecho de haber tomado esta posición, contraria a la de la mayoría de colombianos de hoy, que con el auge del uribismo se han inclinado hacia la derecha, más bien lejos del centro, y el hecho de que vivo fuera del país desde hace casi ocho años, han creado una serie de situaciones que no esperaba encontrar cuando no tenía una posición política clara, ni cuando decidí cursar estudios de doctorado en el exterior. Estas situaciones, que me impulsan a escribir la nota de hoy, tienen que ver con mi patriotismo y el exilio en el que vivo.

Cuando salí del país, en el 2000, lo hice por el sueño que había tenido, desde antes de comenzar mis estudios de Biología Marina, de hacer un doctorado en el exterior. Corrían los últimos años de la década de los 80 cuando me propuse este objetivo, y las circunstancias para cumplirlo se dieron después de haberme graduado y haber trabajado algún tiempo en Colombia. Por coincidencia, cuando recibí la carta de aceptación de una universidad en E.U. la situación política del país estaba en uno de sus peores momentos, las FARC se habían fortalecido inmensamente gracias al narcotráfico y a la debilidad del gobierno de Andrés Pastrana, y el pueblo colombiano sentía en el alma esta ausencia de Estado. El ánimo en general era pesimista, y aparte del trágico desplazamiento interno del país, también había muchísima gente saliendo del país en un éxodo que algunos han estimado en 2 millones de colombianos.

Muchos creyeron que me iba del país por ese ambiente de zozobra. Que estaba escapando del “barco que se estaba hundiendo”. Una amiga me preguntó con tono de incredulidad y reproche “ay, Alonso… te vas a buscar el ‘American dream’?”. Yo le respondí que no, que iba tras el “academic dream”, que era muy distinto. Esto fue en una época en la que los programas de postgrado en ciencias naturales en Colombia eran apenas incipientes. Hubo muchos que calificaban a los que salíamos del país, por la razón que fuera, como traidores o cobardes. Hubo incluso vallas publicitarias con el famoso dicho popular “no se vaya que esto se compone”. Aunque nadie me tildó personalmente de traidor, yo caía por defecto en ese grupo.

Nadie me lo dijo entonces, pero ahora hay algunos que me lo insinúan, especialmente al saber que no soy uribista. Colombia ha caído en el juego polarizador de Álvaro Uribe, quien siguiendo los pasos de Bush hijo, ha logrado convencer a muchos de que el que no está con él está en contra y eso equivale a ser apátrida. Nada más alejado de la realidad, claro, pero la frustración de haber vivido por años en un país sitiado por la guerrilla y la emoción de tener una esperanza de que esto termine, ciega a los uribistas. Están ebrios de esperanza y Uribe los mantiene chapeticos.
Mi primer pecado: No ser uribista. Segundo pecado: haberme ido del país. Ya en este momento las razones por las que me fui no importan, y muchos han insinuado que no soy capaz de ver la situación objetivamente porque “veo los toros desde la barrera” y, aún peor, porque vivo en un país desarrollado (aunque si se presta atención E.U. tiene mucho de tercermundista). Pero voy a hacer una lista de las razones concretas por las que lo que pasa en Colombia me afecta tanto como a cualquiera. Una vez hecha la lista espero se entienda que mi posición política no ha sido sesgada por la lejanía geográfica del país.

Ni mi familia ni mis amigos más cercanos ni yo hemos sido secuestrados ni hemos tenido seres queridos asesinados por grupos irregulares. Pero sí hemos sido afectados de maneras relativamente directas por el conflicto. Por ejemplo:

  • En 1999 hice un viaje de un día a Minca, Magdalena, y me disponía a volver a Santa Marta, donde vivía en ese entonces. Después de 20 minutos del viaje de regreso la guerrilla (no sé qué grupo) detuvo el camión en el que iba, obligaron a todos los pasajeros a regresar a Minca a pie y sin mirar atrás, sopena de dispararnos por la espalda. Hasta donde sé nunca dejaron de apuntarnos con sus fusiles. Los vehículos que venían detrás del camión tuvieron la misma suerte y todos fueron “decomisados” por el grupo ilegal. Minutos después se escuchó una fuerte explosión, y temiendo el inicio de combates quienes íbamos en la romería de pasajeros de los vehículos robados comenzamos a correr. Tardamos poco más de una hora en llegar al pueblo. Cuando logramos salir de Minca, horas después, nos enteramos de que la explosión fue la voladura del camión en el que yo iba, que fue el primer vehículo retenido. Esta experiencia contrasta con el hecho de que muchos de los que me critican nunca se han encontrado con la guerrilla.
  • Mi padre, profesor universitario de lingüística, realizaba salidas de campo para estudiar variaciones del español en distintas regiones de Colombia. Varias veces fue acosado, tanto por guerrilleros como por paramilitares. Sobra decir que cada vez que esto ocurrió, tuve el corazón en la mano.
  • Tengo familiares en el Meta que han sido acosados por la guerrilla.
  • Algunos familiares perdieron propiedades en los llanos orientales a manos de guerrilleros.
  • Tengo familiares en la costa pacífica, que no pueden hacer ni decir todo lo que quisieran por el control paramilitar que hay en algunas zonas.
  • Tengo un familiar que perdió los dedos de un pie al activar una mina antipersona instalada por las FARC en los llanos orientales. No le fue peor porque la mina estaba bajo un bulto de arroz que absorbió parte de la onda explosiva y lo protegió de las esquirlas (recordemos que esas minas muchas veces tienen excrementos para aumentar la probabilidad de infección en las heridas de la víctima).
  • Un amigo cercano alguna vez fue abordado por paramilitares en Santa Marta quienes, revólver en mano, lo requisaron en busca de drogas, que supusieron tenía por ser estudiante universitario. Si mi amigo hubiera tenido un ‘cacho’ de marihuana encima no estaría contando el cuento.
Aparte de razones ideológicas y éticas, estos eventos concretos deberían explicar porqué el conflicto colombiano es para mí algo vívido y cercano a pesar de la lejanía geográfica. De no ser así no me habría sentado a llorar (literalmente) hace casi un año cuando leí en los periódicos los informes de los 10 000 desaparecidos por las AUC, y las confesiones de paramilitares que explicaban cómo torturaban y ejecutaban salvajemente a sus víctimas. Personas que conozco ni se inmutaron diciendo “es el precio por acabar con la guerrilla”. A mi parecer es un precio que no debió haberse pagado.

Sí, estoy en el exilio, pero por razones académicas y profesionales; no políticas ni de seguridad. Es más: estar en el exilio me ha servido para encontrar mi colombianidad, algo que me fue difícil encontrar estando en Colombia, porque no tenía puntos de comparación y contraste. Mi única patria es Colombia. Y a esa patria la amo con toda mi alma, lo que por definición es ser patriota (ver apéndice), y no tiene nada qué ver con tener una ideología diferente a la de la mayoría de colombianos. No soy uribista, no por despiste ni desinformación, ni mucho menos por ser guerrillero o terrorista (rótulos que nos cuelgan a los que no apoyamos a Uribe), sino por convicción.

Parte de ser patriota significa hacer lo posible por llevar al país por la ruta que considero correcta y de mayor beneficio para todos. Y por eso creo que la socialdemocracia puede ser la respuesta en Colombia. No tengo mucho poder de acción por mi profesión y lugar de residencia, pero al menos puedo opinar y escribir para hacer que la gente piense y se cuestione, y ejerceré mi derecho al voto cada vez que pueda. A ver si así puedo aportar un poquito para que tengamos una Colombia en paz, donde las mayorías tengan un nivel de vida decente. Voy a seguir pensando así aunque siga en el exilio, y en cuanto a los toros… estoy ahí en el ruedo con ellos. Nunca me voy a pasar al otro lado de la barrera, ¡porque siempre seré orgullosamente colombiano!


Apéndice
Definiciones de patria, patriotismo y exilio según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua:

Patria: Lugar, ciudad o país en que se ha nacido. Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos.

Patriotismo: Amor a la patria.

Exilio: Separación de una persona de la tierra en que vive

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viernes, 4 de abril de 2008

El núcleo antidemocrático de América Latina (Hugo Chávez NO es izquierdista)

Acabo de leer un artículo muy interesante del Profesor Fernando Mires, economista y sociólogo chileno vinculado al Instituto de Ciencias de la Universidad de Oldenburg de Alemania. Fue publicado en la página electrónica Vcrisis (http://www.vcrisis.com) en febrero de 2006.

El Dr. Mires hace un análsis estupendo del fenómeno que representa Hugo Chávez en Suramérica, y las claras diferencias entre lo que dice y lo que hace, además de lo que seguramente es su verdadera motivación para actuar como actúa. Entre otras conclusiones está el hecho de que ni Chávez ni el chavismo son de izquierda, y que su accionar es más típico de movimientos derechistas totalitarios que de sistemas verdaderamente socialistas. Algo triste si se tiene en cuenta que las acciones de Chávez le han dado una pésima reputación a la izquierda en Colombia, donde las FARC ya habían hecho un daño inmenso.

También vale la pena leer su artículo de marzo del 2008 acerca de la crisis del norte andino: Lecciones de una guerra que no fue (Cuatro tesis), publicado en Analítica.com

Doy paso al artículo del Dr. Fernando Mires.


HUGO CHÁVEZ Y EL NÚCLEO ANTIDEMOCRÁTICO DE AMÉRICA LATINA
Por Fernando Mires
Publicado en Vcrisis.com el 20 de febrero de 2006
(http://www.vcrisis.com/index.php?content=esp/200602201558)


En América Latina, lamentablemente, algunos intelectuales todavía no saben distinguir (como ya ocurrió con los intelectuales europeos de los años treinta) entre lo que un gobernante dice que es y lo que es. Ahora bien, en pocos gobernantes se da una diferencia tan grande entre lo que dice que es y lo que objetivamente es, como en el caso del Presidente Chávez de Venezuela.

Así como el Cono Sur se ha constituido un núcleo democrático con hegemonía de izquierda, Chávez y el chavismo, más sus ramificaciones hacia Perú, Bolivia y Colombia (FARC), constituyen una suerte de núcleo antidemocrático que peligrosamente se extiende hacia otras naciones. De ahí que sea muy importante definir el carácter político de Chávez y el chavismo. Para prec isar ese carácter hay que definir primero lo que Chávez y el chavismo no son.


Chávez y el chavismo -y esto hay que decirlo muy claro- no son de izquierda.

No se trata por cierto de dictaminar subjetivamente quien es de izquierda o quien no lo es. Sin embargo, cualquier observador que sepa algo de Venezuela, no tardará en advertir que dentro de la oposición a Chávez se encuentran muchísimos intelectuales que en cualquier país "normal" (pienso, por ejemplo, en mi propio país, Chile) serían miembros de la izquierda, o de la centro-izquierda. Tanto por su sensibilidad, cultura y tradición, un Teodoro Petkoff, un Armando Córdoba, un Manuel Caballero, un Heinz Sonntag,un Demetrio Boersner, un Roberto Briceño-León, por nombrar al vuelo sólo a algunos intelectuales venezolanos de renombre internacional, son gente de izquierda que, sin embargo, no pueden practicar una política de izquierda, porque el gobernante y sus seguidores han superpuesto sobre la clásica división izquierda derecha, la división entre "chavismo" y "antichavismo".

A la vez, y en sentido contrario, basta encender la televisión y escuchar a muchos chavistas y al propio Chávez, para darse cuenta de que muchas de las opiniones que emiten no han de envidiar a las derechas más extremas de todo el mundo (nacionalismo, antioccidentalismo revestido de antiimperialismo, y una infinita agresividad verbal, donde por cierto, no faltan las "típicas" alusiones antisemitas)


Chávez

Chávez es un gobernante que insulta a casi todo el mundo. Ni siquiera los obispos y cardenales de la Iglesia católica escapan a su desmedida procacidad. A diferencias de Castro, quien posee un excelente uso del idioma, Chávez tiene serias dificultades para articular una frase con otra, y por eso, podría pensarse, suplanta la retórica con el insulto. Sin embargo, hay en su enorme capacidad de injuria, un propósit o que obedece -conciente o inconcientemente- a un cálculo muy frío.

Los de Chávez son insultos cuidadosamente programados destinados a crear una zona de hipertensión emocional e impedir así que la política se articule en torno a algo que no sea él mismo. De este modo, él neurotiza la vida política hasta tal punto, que resulta imposible, en medio de tanta injuria - las que sus seguidores de "camisas rojas", multiplican- que los polos que se forman alrededor de su persona puedan encontrar algún medio civilizado de comunicación.

Efectivamente: lo primero que sorprende a un visitante en Venezuela, es que después de siete años de gobierno, Chávez ha conseguido partir al país político en dos pedazos. Esos pedazos no son de izquierda o de derecha. Pues a un lado están quienes aman a Chávez. Al otro lado, los que lo odian. Entre ambos no hay ninguna conexión.

Quienes eran amigos, ya no lo son. Quien es se respetaban, se desacreditan mutuamente. Nadie discute con nadie. Chávez ha conseguido destruir la polémica, condición de la política, e introducir en su lugar dos monólogos paralelos. Él mismo monologa sin limitación de tiempo (hasta siete horas) en su programa semanal, mientras las "camisas rojas" aplauden las vulgaridades más grandes que es posible oír de nadie (ni siquiera en Berlusconi, quien en materia de vulgaridades es vicecampeón mundial).

Si alguien ha leído relatos de los primeros años del fascismo en Italia no se sorprenderá si los encuentra de nuevo en Venezuela. La comunicación política ha sido destruida radicalmente, por el propio gobernante. Y la destrucción de la comunicación política es la primera condición para todo proceso de facistización. Eso es lo que está viviendo Venezuela. "Esto va a terminar muy mal", me dicen muchos venezolanos. "Que Dios no los oiga", les digo yo.

Naturalmente, también hay chavistas inteligentes. Pero cada vez que uno habla de Chávez, dicen -como avergonzados- que lo principal no es Chávez, sino el proceso del cual Chávez es sólo un símbolo. "¿Cuándo habían alcanzado los pobres más representación que durante Chávez? En eso hay que fijarse", dicen. "Chávez es secundario", afirman. Pero, ¿es que se puede hablar del proceso sin Chávez? Chávez está en todas partes, nadie realiza una "misión" (palabra militar-clerical) sin su autorización. Nadie tiene ninguna idea que no sea de Chávez. Él, como él mismo se definió, es el coach del equipo. Eso quiere decir que él decide quién jugará o no. "Ah pero Chávez ha llevado a los pobres a la sociedad", dicen los chavistas inteligentes. ¿A cual sociedad? - se pregunta uno, asombrado

No importa que en Chile, Argentina, Brasil, tengan lugar políticas sociales más importantes y sobre todo más racionales que las que han tenido lugar en Venezuela. Lo decisivo es que Chávez, a diferencia de los gobernantes de esos países, no ha integrado a los pobres a la sociedad, sino al Estado. Sin suprimir la pobreza, Chávez la ha estatizado. Las misiones, entre otras tantas iniciativas populistas, son los cordones umbilicales que atan a los pobres con el Estado. Y el Estado es Chávez. Los pobres son de Chávez; por eso deben seguir siendo pobres. Sí hay, por cierto, algunos chavistas inteligentes. Pero no lo son tanto como para reconocer que Chávez no representa un proyecto de sociedad, como ellos imaginan, sino que, antes que nada y sobre todo, es un proyecto de toma de poder.

Las misiones, los círculos bolivarianos, los comandos de "camisas rojas" son medios para tomar el poder desde abajo. La constitución (a quien él en su estilo llama: "la bicha"), el escudo, la bandera, sobre todo Bolívar, todos los poderes simbólicos de una nación, han pasado a ser propiedad de Chávez quien los modifica o interpreta según su antojo. Chávez intenta tomar el poder desde todos lados. Desde abajo, desde el medio, y por supuesto, por arriba cuando haciéndose aclamar en "foros mundiales" despotrica en nombre de la justicia universal, en contra de su ultimo descubrimiento: el "imperialismo norteamericano".


Pero Chávez no es antiimperialista.

Chávez es en primera línea, antidemócrata. Por eso ha insultado, de la manera más soez, a diferentes gobernantes y políticos democráticos de América Latina. Lagos, Fox, Toledo, Uribe, Lourdes Torres, entre tantos, han debido sufrir las injurias de Chávez. Nadie ha insultado en su vida a tantas personas decentes como ha hecho Chávez. No obstante, se equivocan aquellos que piensan que Chávez insulta por insultar. Como ha sido dicho, sus insultos, cuidadosamente calculados, forman parte de su estrategia de poder. Mediante el insulto, destruye las posibilidades del diálogo político, tanto hacia el interior como hacia el exterior del país. Y donde no hay política, comienza el terror. La creciente ocupación de la administración pública por personeros militares, es el ejemplo más visual de la corrosión de la política que tiene lugar en Venezuela. Mientras en el pasado los militares latinoamericanos tomaban el poder de golpe, en Venezuela lo toman en "cámara lenta". El segundo paso, será la militarización de la nación, y es desde ese objetivo que hay que entender los llamados del Presidente a defender al país de una invasión norteamericana.


El objetivo de Chávez es, evidentemente, provocar un clima de alta tensión con los EEUU.

Sus injurias a Bush han ido aumentando en cantidad y en volumen. Exasperado tal vez porque el gobierno de EE UU no pisa (todavía) la trampa, ha agredido en los términos más repugnantes que es posible imaginar, a Condolezza Rice, algo que nunca habría hecho un Fidel Castro (dictador, pero educado).

La verdad es que Venezuela no tiene ningún problema real con los EE UU: ni económico, ni territorial, ni de ninguna índole. A diferencias de Castro quien siempre arremete verbalmente en contra de USA sobre la base de problemas concretos, Chávez arremete gratuitamente, con el objetivo más que evidente, de provocar un conflicto internacional. Ahora bien, en una situación de alta tensión internacional, Chávez intentará dividir al país entre "patriotas antiimperialistas", y "esbirros al servicio del imperialismo". De este modo, estar en contra de Chávez significará "traicionar a la patria". Los ataques a EE UU son, evidentemente, una pieza clave en su proyecto de toma total del poder.


Va ser muy difícil para la oposición democrática de Venezuela terminar con el chavismo.

El régimen no sólo controla el Estado (y el petróleo) sino que se ha infiltrado hacia el interior de la sociedad civil. Los comandos chavistas actúan en las provincias, pueblos y barrios, y la violencia crece "hacia dentro". El chavismo controla, además, los medios de recuento electoral. Y desde el exterior, los Ramonet y los Chomsky (y la izquierda festiva que les sirve de coro) están dispuestos a legitimar cualquiera monstruosidad siempre que sea antinorteamericana.

Es cierto que Chávez llegó al poder como consecuencia d e la corrosión de la democracia venezolana, y esa es la deuda histórica que tienen los dos principales partidos con su nación. Pero siete años ya es suficiente castigo. Es cierto también que en Abril del 2002, una fracción enloquecida de la oposición, siguiendo el juego a Chávez, se embarcó en una aventura golpista. Gracias a esa aventura, realizada a espaldas de la mayoría de la oposición (justo en el momento cuando Chávez estaba políticamente cercado) Chávez obtuvo como regalo una legitimación democrática que, él menos que nadie, puede ostentar.

Pero poco a poco, la oposición ha ido ordenando sus filas.

Chávez intentará destruirla al crear una línea divisoria "o Venezuela o los EEUU". Si la oposición estará en condiciones de imponer la verdadera línea divisoria que atraviesa a Venezuela, que es la de "chavismo o democracia" (o incluso, "fascismo o democracia") es algo que está por verse. Pero si la oposición triunfa -y un día, más temprano que tarde triunfará- puede que ese no sea un triunfo de "la izquierda". En cualquier caso, será un triunfo de la democracia.

Pero, antes que nada, será, un triunfo de la decencia.



El Prof. FERNANDO MIRES, doctor en ciencias económicas y sociales, es chileno y desde hace años es profesor catedrático en el Instituto de Ciencias de la Universidad de Oldenburg, Alemania. En 1991 obtuvo el título Privat Dozent en el área de Política Internacional, el más alto grado académico que conceden las universidades alemanas. Es autor de numerosos ensayos y artículos publicados en revistas especializadas de Europa y de América Latina. Un gran número de libros testifica su vasta obra, tanto en el campo de la sociología como de la politología. Entre estos destacan: El discurso de la miseria (1994) El orden del caos (1995) La revolución que nadie soñó (1997) El malestar de la barbarie (1998) Teoría política del nuevo capitalismo (2000) Civilidad (2001) Teoría de la profesión política. Corruptos, "milicos" y demagogos (2001) Crítica de la razón científica (2002) Introducción a la política (2004).

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martes, 1 de abril de 2008

Descifrando los códigos de la crisis del norte andino

Columna en el periódico El Tiempo. Un análisis interesante de Francisco Nieto-Guerrero acerca del lío entre Uribe, Chávez y Correa (Uricharrea). Ver columna

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