martes, 11 de agosto de 2009

Afrocolombianidad: Hay progreso, pero falta


Luis Antonio Robles, congresista Afro colombiano del siglo XIX

31 de mayo de 2009

(…)Esta sangre, la misma de mi raza, sirvió también en la guerra magna para fecundar el árbol de la libertad. En la obra de la independencia ni la sangre de los negros escaseó, ni los blancos la hubieran repudiado como innecesaria. Sí, pertenezco a la raza redimida por la República, y mi deber es servirle a la que volvió pedazos el yugo secular.”

Luis Antonio Robles, 1876


Esta es una de las sentencias famosas del “Negro” Robles, afrocolombiano representante a la cámara en el siglo XIX, quien, además de sus rutinarios quehaceres como congresista, tuvo que lidiar ataques racistas que no faltaban en una sociedad con complejo de española en la época (a pesar de la guerra de independencia de comienzos de siglo). Hoy, 157 años después de haber abolido legalmente la esclavitud, esa misma sociedad aún tiene complejos y aún nos cobra caro esa dosis elevada de melanina en la piel.

El gobierno nacional finalmente ha decidido exaltar la existencia de los afrocolombianos. Se ha instituído el 21 de mayo como el Día de la Afrocolombianidad; el día del aniversario de la abolición de la esclavitud en Colombia. Es un reconocimiento mínimo que, como se refleja en la frase de Robles, nos hemos ganado a pulso desde antes de la independencia del yugo español. No olvidemos que fueron los afrocolombianos (o afrogranadinos, en ese entonces) los primeros americanos que se independizaron del imperio español, y bajo el liderazgo de Benkos Biohó fundaron en el siglo XVII lo que hoy es San Basilio de Palenque, un pueblo independiente, reconocido incluso por la corona española.

Además de aportar esta semilla de espíritu libertario los afrocolombianos formamos parte importante del ejército libertador, al lado de indígenas, mestizos y criollos de origen europeo. Somos, pues, parte del mosaico étnico que eventualmente se convirtió en la República de Colombia. Habiendo aportado mucha sangre, y muchísimo sudor, pues fuimos el grueso de la mano de obra que mantuvo la economía nacional poco después de la independencia, no nos merecemos el silencioso repudio con el que el país nos ha tratado por décadas. Colombia no sería lo que es sin nosotros. Probablemente se habría independizado de España mucho después de no haber sido por nosotros. Pero, al igual que los indígenas, hemos sido cruelmente ignorados y condenados a la desidia, lo que ha colaborado a mantenernos en la pobreza en un país donde nadie debería morirse de hambre.

Se lograron avances cuando se redactó la constitución del 91, y se ha logrado un avance más con la institución del Día de la Afrocolombianiadad. Pero, como nos lo demuestran ejemplos en otros países (E.U. y Sudáfrica vienen a la mente), estos pequeños progresos no son un indicio del fin del racismo en Colombia. Claramente hay cosas que se han hecho bien, y hay que seguirlas haciendo. Hay afrocolombianos que se han destacado en música y deportes. Hay algunos académicos que han resaltado la importancia de nuestra colaboración en la construcción de Colombia como nación. Hemos logrado hacernos visibles y transmitir el mensaje de nuestra causa, de forma que tenemos aliados entre la mayoría mestiza y la minoría eurodescendiente. Esfuerzos como estos deben seguirse haciendo para avanzar hacia una meta que probablemente no lograremos ver cumplida durante nuestras vidas (al menos las vidas de los de mi generación).

Todavía queda mucha tela por cortar. Aún hay demasiada discriminación, institucional y personal, hacia nosotros. Aún se nos niega la entrada a establecimientos y eventos públicos y a entidades educativas. Todavía hay quienes botan a la basura la hoja de vida de afrocolombianos que solicitan empleo, sin siquiera considerar si la persona está calificada. Aún hay quienes dicen “negro ni el carro”, o “que vivan los negros, pero que vivan lejos”. Estas son frases que yo he escuchado, y no historias que me han contado.

El Día de la Afrocolombianidad es un referente importante, pero es sólo eso: Un referente. Se puede usar como uno de los muchos puntos fuertes en nuestra continua lucha contra la discriminación. Debemos celebrarlo, pero nunca pensar que es suficiente. Nuestra meta no es que se reconozca un día para que gritemos “¡presente!”. Nuestra meta es que en el día a día se nos reconozca como seres humanos y que el color de nuestra piel no sea un factor para ninguna decisión. La meta es que no seamos “el negro” para nadie, sino Fulano o Mengano. Debemos hacer que la gente no piense siquiera en que somos más oscuros cuando interactúen con nosotros. Debemos hacer que el color de la piel se convierta en algo irrelevante. Falta mucho por recorrer en este camino largo y culebrero.

Pero mientras tanto, celebremos el hecho que al menos por un día en mayo no somos tan invisibles para los demás como en un día común y corriente. Feliz Día de la Afrocolombianidad, aunque el deseo venga diez días tarde.


Ann Arbor, Michigan, E.U., 31 de mayo de 2009
Para Barûle Gazette

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