martes, 11 de agosto de 2009

El Presidente afro de Colombia

12 de abril de 2009

Colombia YA tuvo un presidente afro.

Para ser sinceros casi me voy de espaldas cuando me enteré. Se llamaba Juan José Nieto Gil, hijo de una zamba y un español, y gobernó a los Estados Unidos de la Nueva Granada entre el 25 de enero y el 18 de julio de 1861. Claro, no fue un evento tan espectacular como cuando en los Estados Unidos (de América) eligieron a Obama, pero no deja de ser importante el asunto. ¿Cómo fue el cuento? Vamos por partes.

Estamos hablando de cuando lo que hoy es Colombia se llamaba aún la Nueva Granada, después de la disolución de Colombia, que es la que hoy en día llamamos “la Gran Colombia”, para distinguirla del país actual. Estamos también hablando de la época en la que había luchas intestinas entre Federalistas y Centralistas, y el sistema de gobierno de nuestro país cambió varias veces en pocos años. Y estamos hablando de un presidente que gobernó por pocos meses entre Mariano Ospina Rodríguez y Tomás Cipriano de Mosquera.

La identidad étnica de Nieto: Su padre era español, y su madre fruto de la unión de afro e indígena, así que si fuéramos estrictos en realidad era mezclado. Pero si tenemos en cuenta que en Colombia cualquier persona de piel oscura y cabello rizado es llamado “negro” y tratado como tal, generalmente más para mal que para bien, Nieto cuenta como afrodescendiente legítimo.

¿Cómo llegó a ser presidente? Pues con gran esfuerzo el Sr. Nieto resultó elegido presidente (¿o era gobernador? Mi conocimiento en historia titubea) del estado de Bolívar, que abarcaba buena parte de lo que hoy es la costa Caribe de Colombia e incluía partes de lo que hoy son Antioquia y Santander. No era poca cosa, si tenemos en cuenta que controlaba los puertos más importantes de la Nueva Granada. Nieto era un gran aliado de las causas sociales y se había convertido en su cadillo regional. Como tal, estaba en contra de las aspiraciones centralistas del gobierno conservador de Ospina y estaba formando una alianza con los estados de Santander y Magdalena para derrocar al presidente de la nación. A esta causa se unió el gobernador del estado del Cauca, Tomás Cipriano de Mosquera, quien marchaba hacia Bogotá para tomarse el poder.
Omitiendo detalles relativamente menores, podemos decir que Nieto tenía suficiente poder para decidir, por decreto, autonombrarse presidente de la Unión mientras se superaba una demora para que Mosquera llegara a Bogotá a asumir personalmente ese cargo. Así lo hizo y fue reconocido por el resto de los estados del bloque anti-Ospina hasta julio de 1861, cuando Tomás Cipriano de Mosquera asumió el poder y Nieto pasó a ser General. Curiosamente los libros de historia pasan de Ospina Rodríguez a Mosquera, ignorando casi por completo a Nieto.

Casi, pero no del todo. Los historiadores caribeños sí habían registrado el hecho, aunque sólo reconocían el que el presidente y general era costeño y no reconocían su etnia. Incluso, en el Museo Histórico de Cartagena, había un óleo de Juan José Nieto con la banda presidencial puesta, pero su piel aparecía blancuzca, por retoques que se le hicieron en Francia. En 1974, cuando el cuadro fue restaurado, quedó al descubierto el color oscuro de la piel del fugaz presidente, razón por la cual los académicos cartageneros decidieron archivar la pintura en algún sótano, hasta que fue recuperada hace poco. Hay que recordar que la clase dirigente cartagenera es probablemente el círculo político y social más racista de Colombia, y tal vez de América Latina. El cuadro había sido retocado con el objeto de europeizar al personaje, lo cual ha sucedido con muchos personajes históricos, incluyendo el mismo Simón Bolívar, a quien no pocos llaman “el Zambo”. Un apoco así no se le daba nadie que tuviera la piel pálida.

El complejo de los cartageneros, en medida levemente menor, es también el complejo de toda Colombia. A través de los años una de las formas de racismo más frías ha sido invisibilizar a los afrodescendientes (e indígenas). No siempre se nos maltrata directamente, pero se nos ignora descaradamente, lo cual resulta supremamente cruel cuando se trata de personajes de importancia para la historia (José Prudencio Padilla, Juan José Rondón, Juan José Nieto, etc.) o incluso para la literatura (Candelario Obeso, José Artel, y el mismo Juan José Nieto, quien también fue novelista). De pequeño recuerdo compañeros de colegio que me preguntaban con desdén “pero a ver: ¿qué negro ha sido importante en Colombia?” Y yo no sabía cómo responder. Volvemos a un punto que ha sido discutido antes en esta columna: Es menester rescatar nuestra historia e integrarla al currículo de historia de los planteles educativos nacionales. Colombia es el fruto del trabajo de muchos pueblos y no sólo del español, como nos la pintan en el colegio. Hay que trabajar, no sólo para que se reconozca nuestra historia, sino para que personajes más recientes (por ejemplo Diego Luis Córdoba) y contemporáneos (por ejemplo la ministra de cultura Paula Marcela Romero Zapata) no sean borrados de ella.


Saugatuck, Michigan, E.U., 12 de abril de 2009
Para Barûle Gazette

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