martes, 11 de agosto de 2009

Cuentos de mi padre

28 de agosto de 2008

Cuando estaba en el colegio, en mis años de adolescencia, leí el libro Raíces del escritor estadounidense Alex Haley, en el que relata la historia de su familia desde uno de los primeros africanos que fue traído a la fuerza a América, hasta él mismo. Ese primer africano esclavizado en el linaje de Haley era el famoso Kunta Kinte. Raíces ha sido mi principal inspiración para reconstruir la genealogía de mi familia (en equipo con Giunëur Mosi), proyecto que tengo en pausa hasta que pueda volver a Colombia para hacer algunas averiguaciones en archivos y entrevistar a algunas personas. Pero me refiero a Raíces no para hablar de nuestro proyecto de genealogía, sino porque la primera parte del libro, acerca de las vivencias de Kunta Kinte en África, está completamente basado en una costumbre afro valiosísima y que debe preservarse: La tradición oral.

Los pueblos de precoloniales de África occidental no contaban con técnicas de escritura sino que sus libros eran, y aún son, personas que dedican muchos años de su vida a aprender historias de sus pueblos para transmitirlas, tan fielmente como sea posible, a los más jóvenes. Alex Haley contaba con algunas referencias que le llegaron gracias a sus padres y abuelos, y viajó a África (el país exacto se me escapa en este momento) para escuchar las historias de uno de los 'libros humanos' que se especializaba en la familia de Kunta Kinte. Por horas, Haley escuchó las aventuras y desventuras de los antepasados de Kunta hasta que llegó a las vivencias de éste y escuchó, por primera vez, la historia de su antepasado antes de ser raptado para ser esclavizado en E.U. La historia que contaba el anciano terminaba con Kunta desapareciendo tras ir a buscar madera para fabricar un tambor y no ser visto nunca más. Haley sabía el resto.

La hija de Kunta Kinte se encargó de contarle la historia a su propia hija, y ésta a su vez se la contó a sus hijos, y la costumbre siguió hasta llegar a Haley, quien haciendo algunas investigaciones, incluyendo las del viaje a África, pudo reconstruirla y escribirla de la manera magistral en que ha quedado plasmada en Raíces.

Esta introducción, más larga que lo que viene, es sólo para demostrar la importancia de la tradición oral en la preservación de la memoria de los pueblos afro. Nosotros, como afrodescendientes, usamos la tradición oral más de lo que imaginamos, si bien de manera menos formal que los ancianos de África occidental con las historias de sus linajes. Y es aquí donde se explica el título de esta columna.

Me he encontrado, en más de una ocasión, contando historias que mi padre me contaba cuando yo era niño. Siempre disfruté de esas historias y muchas veces le pedí que me las repitiera. Él disfrutaba contándomelas y enriqueciéndolas, y yo era fascinado escuchándolas una y otra vez, generalmente durante los apagones que eran tan comunes en Bogotá en los años 80. Eran historias de sus vivencias en el Chocó, y algunas que relataban vivencias de su padre, tíos o abuelos. En ese entonces no las vi más que como un divertimento y un motivo para estrechar los lazos con mi padre, pero ahora, además las veo como una prolongación de las tradiciones orales africanas, y como tales estas historias son aún más importantes para mí. Ahora las valoro mucho más allá del placer del momento, pues encuentro un valor cultural e histórico en ellas. En algunos casos las historias eran a todas luces ficticias, pero eso no resta nada de su valor, sino que cambia el énfasis de historia a folclor chocoano. En cualquier caso, invaluables.

Lamentablemente cuando yo cuento los cuentos de mi padre siento que no tienen la riqueza que tenían cuando él mismo me los contaba. He decidido que voy a rescatar esas historias y haré grabaciones no sólo para aprenderlas tan fielmente como sea posible, sino también para conservarlas en la voz de mi padre para que las disfruten generaciones venideras. La tradición oral es un gran recurso, pero además tenemos la tecnología de nuestro lado para conservar estos tesoros.

Estoy seguro que todos nuestros lectores tienen historias parecidas a esta. A aquellos que han disfrutado con los cuentos de mamás, papás y abuelos, los exhorto a que presten más atención a estas historias y, aún mejor, que las graben. Eventualmente podemos crear archivos para que los afrocolombianos de los años por venir puedan contar las historias de sus ancestros. Esas que no aparecen en los libros de esta sociedad eurocentrista. Esas que sirven como cimiento para nuestro orgullo y en parte para nuestra lucha por la dignidad y el respeto que nos merecemos.


Ann Arbor, Michigan, E.U., 28 de agosto de 2008
Para Barûle Gazette

No hay comentarios.: