domingo, 25 de agosto de 2013

Carta de apoyo a los campesinos colombianos

Por razones personales he tenido este blog en la nevera por unos años. Hasta ahora no tengo planes para actualizarlo regularmente; lo bueno de escribir sin que a uno le paguen es que uno decide cuándo y porqué (claro, lo malo es que uno no sabe si a uno lo leen). Pero hoy es un día de esos en los que vale la pena "desempolvar" el teclado y hacerle eco a un texto que me gustó mucho.

Quiero divulgar una carta abierta que anda circulando por internet, atribuida a Manuela Dorado Novoa (no sé quién es ni qué profesión tiene), a los colombianos que se oponen al movimiento campesino masivo que ha surgido en las últimas semanas para protestar contra las políticas del gobierno que están perjudicando al campesinado colombiano, y principalmente por las exigencias absurdas e injustas de los tratados de libre comercio (TLCs) que Colombia ha firmado, y que atentan contra el derecho al trabajo de los campesinos.

Es la carta de alguien que no es campesino, pero que entiende la importancia de serlo para la economía, el sostenimiento, y la identidad cultural de un país como Colombia. No conozco a la autora de la carta, pero expresa lo que siento y pienso tan bien, que quiero divulgarla como si fuera un firmante más.

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CARTA ABIERTA A COLOMBIA APOYANDO AL CAMPESINADO DEL PAÍS

No señores, no. No soy campesino. Mis manos están untadas de tinta pero no de tierra. Mi piel no está curtida y necesito bloqueador. Mis manos cuentan otra historia, la historia de quien ha tomado la comida en bolsa plástica, con cubiertos y servilletas. Mis manos son las manos de la ciudad. No sé el tiempo que demoró la papa en ser papa, el café en ser café o el plátano en ser plátano. Desconozco las dificultades de arar la tierra, las técnicas, las herramientas necesarias, soy ignorante. No sé cómo se debe regar un cultivo, ni tampoco cómo recoger una siembra. Detrás de un libro, de un escritorio, podría aprenderlo, pero no sentirlo. No sé cultivar mi propia comida.

Podrán decir que por ello no debería hablar, pero no, no señores, se equivocan. Puedo hacerlo. Y lo voy a hacer. Mi ignorancia en temas agrícolas no es sinónimo de ceguera, de estupidez, por el contrario es la ignorancia infantil de quien ve algo que no comprende pero no por ello deja de ser una sorpresa, un milagro. Admiro esos conocimientos, los respeto, los agradezco. Agradezco, sí señores, agradezco, a quienes bajo el frío de una helada matutina o el cansancio de una jornada soleada, conocen la tierra, conocen su olor y hacen de su oficio un rito, una ceremonia. Agradezco la papa que llega a mi plato, la yuca que está en mi sopa, el arroz sagrado de todos los días. Pero sobretodo, doy gracias por el sabor, por la calidad de las frutas y las verduras que una tierra que veo como paisaje me dan. Y lo agradezco más cuando sé que en otros lados ese sabor no es igual, esa variedad es difícil de conseguir. Doy gracias a las personas que, a diferencia mía, no son ignorantes, sino conocen los ciclos de la tierra, los tiempos y los climas, las semillas y el abono. Les doy gracias porque sin sus manos untadas de tierra, las mías no estarían untadas de tinta.

Por eso les escribo señores, porque no soporto su arrogancia, su estupidez, su cinismo, su mala educación y su ingratitud. Porque no soporto a quien rechaza un plato de comida, a quien no es agradecido con quien le da de comer. No soporto al que se olvida de que es la tierra –y quien la trabaja- lo que da origen al ciclo de todo lo que nos sucede. Pero a ustedes, con sus caras largas y ridículas, con sus gestos mentirosos y su corazón podrido –de insecticidas, de malformaciones genéticas causadas por la multinacional de su alma- eso no les importa, porque no piensan, no sienten, no ven; porque sus manos no tienen ni tinta ni tierra, sólo el mugre de billetes manoseados hasta que llegan a su regazo y concilian con ellos el insomnio de su maldad. A ustedes, que no se preguntan por el origen de las cosas, por el valor de los demás, les escribo en solidaridad de los campesinos que me han compartido su saber.

Ya sé que no van a leer esta carta, que no les importa que millones estén arruinándose por sus decisiones, que millones estén perdiendo la esencia de sus manos, la historia de sus vidas y la de sus antepasados (que probablemente también son los suyos, sólo que ustedes no recuerdan y niegan, porque son arribistas), que cientos de miles estén gritando desesperados para que esto pare y no termine de borrar el último brote de una semilla, el último filo de un machete. Ya lo sé. Veo sus caras, sus manos sin huella y sus sonrisas destempladas. Los veo salir a balbucear, a decir mentiras disfrazadas de números ilegibles, de datos certificados por expertos, de discursos impulsados por el tufo de su egocentrismo. Sí, los veo desmintiendo a la tierra, a las manos de esa tierra, y hablando de un futuro que jamás llegará, que nunca existirá, porque ustedes bien saben que en el pasado ya vendieron hasta el último día de ese futuro y lo escribieron con puño y letra, lo firmaron sin rubor, sin las mejillas que se sonrojan por el sol de medio día.

No, no soy campesino. Pero hoy me siento como uno, me siento arrinconado por los cientos de idiotas citadinos que sólo hablan del tráfico, de las pérdidas económicas de las manifestaciones, de los “terroristas” infiltrados y de toda la basura que consumen –como la comida que consumirán- por los medios de comunicación cobardes, cómplices y vendidos, que sólo hablan como si su labor fuera la de cubrir el flujo vial en un país en el que el campo –parece ser- sólo quedará para cubrir de tierra a quienes con tierra nos nutrieron.

No, no soy campesino. Y por eso les pido perdón a ellos, porque desde la comodidad de mi nevera, del supermercado en el que encuentro el tomate como si el tomate siempre hubiese estado allí, quizá no fui lo suficientemente activo para impedir que una firma los arruinara, los condenara a cien y más años de soledad. Les pido perdón por todos los que desconocen la sangre que ha bañado la historia campesina por siglos, les pido perdón por los que creen que es más importante saber elaborar una estadística, crear un comercial o escribir un contrato, que cultivar una planta. Les pido perdón por mi ignorancia pero les agradezco que sepan cómo suplirla.

Pero a ustedes, señores de manos planas, les llegará el día en el que tendrán que salir no sólo a pedir perdón sino a pedir auxilio, les llegará el día –quién sabe cómo, quién sabe cuándo- en el que todo se les devolverá y, aunque ricos y llenos de poder, no podrán saborear una fruta real, no podrán consumir un producto típico de nuestro campo, no podrán recordar nada de sus vidas porque no habrá huellas que les permitan seguir el rastro. Y ese día, cuando pidan una mano para salir de su propia desgracia, del dolor que crearon, no habrá mano alguna que se extienda, ni de tinta, ni de tierra.

Les llegará el día en el que la tierra se acuerde de ustedes y los reciba en su contundente oscuridad, encerrados en una lápida, carcomidos por lo que tanto despreciaron. Y de esa tierra no nacerá nada, porque ustedes mismos la están matando.

Atentamente,

MANUELA DORADO NOVOA
(y yo me adhiero)

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domingo, 30 de agosto de 2009

¿Porqué el Chocó es pobre?

Estaba escuchando el podcast de la primera parte de un documental radial de la BBC titulado “¿Porqué África es pobre?”, realizado por el corresponsal de esa cadena para África occidental, Mark Doyle. En esta serie de tres documentales Doyle recorre varios países africanos entrevistando personas a quienes les hace la pregunta que titula el programa, desde gobernantes hasta albañiles, y analiza cambios que ha visto en el continente durante sus 20 años como corresponsal para la cadena británica.

Quiero transcribir un fragmento de este documental que me pareció sumamente interesante:

“(…) Pensé que el título [del documental] “¿Porqué África es pobre?” es engañoso. Los africanos, las personas, pueden ser pobres, pero África, el lugar, ciertamente no lo es. En muchas partes del continente he sostenido en mi puño suelo que puede producir tres cosechas abundantes en un año. África, como veremos, es fantásticamente rica en materias primas, agua, brillo solar, y gente. Por eso los forasteros han venido durante cientos de años a invadir, ocupar, convertir, saquear y comerciar…

¿Porqué me pareció tan interesante? Muy sencillo: basta reemplazar las palabras ‘África’ por ‘Chocó’ y ‘africanos’ por ‘chocoanos’, y el párrafo refleja casi a la perfección la situación que se ha vivido en el Chocó desde que Colombia es Colombia y el Chocó actual era parte del departamento del Cauca. De hecho, en muchos aspectos África es al mundo lo que el Chocó es a Colombia.

Por un lado, basta caminar por las calles de Quibdó o de cualquier pueblo chocoano, para sentir que uno está en África. O para ceñirme a mi experiencia personal, cuando veo documentales acerca de África, siento que lo que veo en la pantalla es lo mismo que he visto en Quibdó, Lloró, Yuto, Nuquí, Bahía Solano, Capurganá… Por otro lado, el resto del país nos ha tenido abandonados y discriminados hasta un punto que puede considerarse criminal.

Y pensado en todo lo que he visto y lo que sé del Chocó, llego a la misma conclusión a la que Mark Doyle llegó tras haber viajado por muchos países africanos. La mayoría de los chocoanos son pobres, pero el Chocó es inmensamente rico. Rico en recursos naturales y rico en recursos humanos y talento. Explicar el porqué de la discrepancia tomaría todo un libro, o tal vez varios, más que una columna, pero quiero al menos, a riesgo de hacer énfasis en lo obvio, resaltar la riqueza de nuestro departamento.

Empresas multinacionales han saqueado oro y platino que abundan en el Chocó. El poco oro extraído por los chocoanos es convertido en obras de arte exquisitas por orfebres habilidosos que difícilmente se ven en otras partes del mundo.
La variedad de frutas que se dan en las selvas chocoanas hace que uno se sienta en el paraíso. Y hay chocoanos produciendo incluso vino a partir de las frutas locales. He tenido el privilegio de probar vino de borojó y es ¡absolutamente delicioso!
Dependiendo de la fuente el Chocó (específicamente Tutunendo) es el segundo lugar más lluvioso del mundo, después de el nororiente de la India, o tercero, después de éste y la isla de Kaua’i en el archipiélago de Hawaii en el océano Pacífico.
Tanta lluvia hace que el Chocó tenga uno de los sistemas fluviales más complejos y hermosos del mundo, incluyendo el río Atrato, que descarga en el golfo de Urabá un promedio de 5 mil metros cúbicos de agua por segundo, lo cual lo convierte en el río más caudaloso del mundo.
También gracias a la lluvia el Chocó tiene una de las selvas (el nombre técnico es bosque húmedo tropical) más biodiversas del mundo. Esta riqueza biológica convierte al departamento del Chocó en el corazón de la región que los biólogos llamamos el Chocó biogeográfico, que se extiende desde Panamá hasta el extremo norte de Perú. Esta región es un reservorio y una mina de recursos genéticos y biotecnológicos, amén del potencial ecoturístico que tiene. Parte de la espectacular biodiversidad chocoana se encuentra en los ríos, a los que biólogos de todo el mundo tienen entre ojos, especialmente ictiólogos, aquellos que se especializan en el estudio de peces.
Los chocoanos tenemos talento en arte, academia, deporte, culinaria…

Esta lista se me ocurre a vuelo de pájaro. Si hiciera una búsqueda más a fondo seguro podría alargarla mucho más. La conclusión lógica es que el Chocó NO es pobre. El Chocó es un jardín del edén con todos los recursos que alguien podría necesitar para suplir las necesidades de un pueblo. Así que la pregunta es ¿porqué, siendo el Chocó tan, tan, rico, los chocoanos somos tan pobres?

La respuesta es compleja, pero se puede afirmar con propiedad que hay con qué salir de la pobreza.

P.D. Como dato curioso, una compañía de almacenamiento de datos en Colorado, E.U., tomó el nombre del río Atrato, por la metáfora del gran caudal, aunque en su caso sea de datos. Sólo esperemos que como es marca registrada (Atrato™), ningún chocoano vaya atener problemas legales en el futuro si deciden usar el nombre para una empresa fundada e impulsada por talento chocoano de exportación.

Ypsilanti, Michigan, E.U., 30 de agosto de 2009
Para Barûle Gazette

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sábado, 22 de agosto de 2009

Guitarras afrodescendientes



Jimi Hendrix, Slash, B.B. King y Chuck Berry

Dice El Espectador que dice la revista Time, de E.U., que Jimi Hendrix es el “mejor guitarrista de la historia”. Hay que aclarar que la lista que encabeza tiene en cuenta intérpretes de guitarra eléctrica, principalmente estadounidenses, o de lo contrario también habría guitarristas clásicos como Paco de Lucía, Andrés Segovia o Julian Bream. Siguiendo al gran Jimi están Slash (ex de Guns n’ Roses y actual de Velvet Revolver), B.B. King, Keith Richards (Rolling Stones), Eric Clapton, Jimmy Page (Led Zeppelin), Chuck Berry (pionero del rock n’ roll) y Les Paul (inventor de la guitarra eléctrica).

¿Notan algo? Sí: Los tres primeros de la lista son afrodescendientes, al igual que Chuck Berry. Hay varias razones por las que estos guitarristas fueron reconocidos por la popular revista, y todas son muy válidas, pero quiero resaltar más la naturaleza afro de los susodichos. Todos ellos han tenido que trabajar muy fuertemente para llegar a ser tan talentosos como fueron o son, pero además para que el color de su piel no fuera el lastre que a veces nos impide salir adelante. Esto es especialmente cierto para Hendrix, King y Berry, quienes vivieron en E.U. cuando existía un apartheid de facto; un sistema legal brutal de segregación racial en el que el surgimiento de personalidades afro era increíblemente difícil. Tan es así, que la música de Chuck Berry, uno de los primeros artistas que juntó los elementos del rock n’ roll, no sonaba en las emisoras precisamente por el color de su piel. Cuando Elvis Presley deslumbró a E.U. con su “nueva” música muchos afro, entre los que sobresalía Berry, llevaban ya un buen tiempo poniendo a rocanrolear a sus audiencias.

Por el tipo de música que aún hoy toca, B.B. King no tuvo tantas dificultades para posicionarse puesto que el blues siempre ha sido considerado como un género de música “negra” (aunque con excepciones notables como Stevie Ray Vaughan). Pero aún así un afro nacido en los años 20 y siendo artista entre los años 40 y 70 en E.U. tuvo que haber pasado las duras y las maduras para mantenerse. Y hoy, con los años que tiene, B.B. sigue haciendo giras junto con su famosísima guitarra ‘Lucille’.

Hendrix se torna en héroe cuando descolla sin discusión en los años 60 en un género que ya para entonces era considerado “blanco”. Irónico, si se tiene en cuenta que el rock es hijo del rock n’ roll, que a su vez es hijo del blues, género musical creado por esclavos africanos. Y más heroico aún si tenemos en cuenta que desde su muerte trágica en 1970, con tanta agua que ha corrido bajo el puente, aún no ha surgido un guitarrista que pueda disputarle la corona que la revista Time le reconoce.

Slash es un caso un tanto diferente pues nació en los años 60 (en Inglaterra) y cuando inició su carrera musical en E.U., a comienzos de los 80, la discriminación racial legalizada ya había sido abolida. El hecho de ser hijo de un eurodescendiente y tener la piel relativamente clara probablemente le ayudó, pero también tuvo sus encontrones con el racismo, incluyendo algún incidente con Axl Rose, cantante de su antiguo grupo, Guns n’ Roses.

Estoy gratamente sorprendido porque a estos afrodescendientes se les hace un reconocimiento en una publicación con una circulación tan extensa como la revista Time. Es un reconocimiento al talento y al esfuerzo de unos artistas que han deleitado a millones de personas con sus acordes y que han puesto a bailar, brincar, llorar y poguear a varias generaciones. Un saludo a todos ellos, especialmente porque desde hace mucho tiempo he sido uno de sus grandes admiradores. Y gracias a Time por el reconocimiento.

En cuanto a la música afro colombiana, aún les debo a nuestros lectores una columna al respecto. O tal vez más de una. Pero como estamos hablando de guitarras, aprovecho para enviar un saludo al gran Alexis Lozano, cerebro y alma de Guayacán Orquesta, quien con su guitarra acústica a puesto a bailar a medio Colombia.

Post Data: Hace no mucho la revista especializada en música Rolling Stone también publicó una lista de guitarristas, en la que se cuentan Jimi Hendrix (#1), B.B. King (#3), y Chuck Berry (#6). Esto me hace pensar que Hendrix es el rey por decisión unánime.

Ypsilanti, Michigan, E.U., 22 de agosto de 2009
Para Barûle Gazette

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sábado, 15 de agosto de 2009

¿Chocó independiente?


Nuestro querido Chocó ha sufrido, desde siempre, por culpa del abandono en que el gobierno colombiano y su sistema centralista lo han tenido. Desde cuando era un simple “territorio nacional”, como si sus habitantes no fueran pensantes o no contaran. De vez en cuando logramos hacer suficiente ruido con alguna marcha como para que el gobierno envíe a algunos representantes a hacer promesas que, como siempre, han sido vacuas. ¿Qué debemos hacer para que el Chocó sea tenido en cuenta como un elemento importante en la política y economía de la nación, desarrollando todo su potencial? Al parecer la idea de proponer una separación de Colombia ha comenzado a tomar fuerza y la idea se ha escapado de las salas, cafés y barberías, pasando a algunos medios de comunicación.

He sabido que en el semanario Chocó 7 Días se ha hecho mención de un movimiento separatista que comienza a consolidarse. Siempre han habido personas que han tenido esto en mente, pero nunca se ha formado un movimiento que actúe de forma concreta para lograr tal meta. Aún no he encontrado la información en la versión en línea del semanario (¿faltarán recursos para mejorar la página en Internet?), así que es poco lo que puedo decir con respecto a la nota, pero sí puedo hacer una reflexión personal.

Desde pequeño he escuchado chocoanos frustrados que a gritos piden que la respuesta a la desidia a la que el gobierno central tiene al departamento sea anexarse a Panamá o al departamento de Antioquia, que, por cierto, ha tenido un movimiento separatista que incluso ha pagado anuncios de página entera en periódicos. También he sabido de la idea de un Chocó independiente, que ha tenido varias versiones, incluyendo la propuesta por nuestro editor, Giunëur Mosi: El Reino de Barûle (aunque yo preferiría una república).

La idea de ser anexados a Panamá no me agrada porque dudo mucho que el hermano país nos pueda dar lo que Colombia nos ha negado. No creo que tengan los recursos para impulsar el desarrollo de un territorio que es casi tan grande como su propio país. La idea de pertenecer a Antioquia, con la que la boca se les hace agua a muchos antioqueños, tampoco me agrada, pues los recursos de nuestra tierra serían explotados para ganancia de los empresarios paisas, que saben del potencial del Chocó, y seguramente poco quedaría para los chocoanos. Además, en general en Antioquia se espera que un chocoano baje la cabeza ante un antioqueño. Recuerdo cómo, en una conferencia de ciencias y tecnologías del mar en Bogotá, un investigador paisa se refirió a los chocoanos como “nuestros hermanitos menores” durante su exposición.

Queda, entonces, la idea de un Chocó independiente.

No creo que un movimiento independentista logre su meta, pero al intentarlo es posible que se obtengan algunos resultados positivos. Si tal movimiento tomara fuerza el gobierno central se vería obligado a actuar en el Chocó, para satisfacer las necesidades que un gobierno debe poder suplir y no quedarse en promesas vacías. La generación de jóvenes intelectuales que actualmente tiene el departamento sería la encargada de mantener el movimiento vivo y también de vigilar que el gobierno central haga los esfuerzos debidos para integrar el Chocó a la vida de la nación como condición para evitar la separación. Si se lograra un compromiso real del gobierno, que se tradujera en acciones concretas, el movimiento independentista ya habría tenido éxito.

Ahora, imaginemos que el gobierno colombiano sigue ignorando al Chocó y que el movimiento separatista tiene éxito. ¿Cuáles serían los principales retos de la nueva república? Creo que el primero sería minimizar, o idealmente eliminar, la corrupción en las clases dirigentes. De ahí en adelante se debe dar vida a un país que tiene muchísimos recursos. La vida que Colombia no nos ha dado. El desarrollo debería comenzar por suplir de energía al nuevo país, y ojalá generando un superávit que se pueda vender a países vecinos, sabiendo que el Chocó es una potencia hídrica. El sector agrícola también debería ser fuerte. El sector de transporte debería aprovechar la riqueza fluvial del país y complementarla con una malla vial desarrollada de forma responsable para con el medio ambiente, de forma que entre otras cosas impulse el ecoturismo. De mano del ecoturismo la investigación científica debería incentivarse, pues la biodiversidad chocoana es increíblemente rica y seguramente esconde más de un secreto que puede generar ganancias tanto intelectuales como monetarias. El conocimiento obtenido tiene un gran potencial en biotecnología, lo que nos daría productos para comerciar con otros países a los cuales podemos dejarles la tarea de desarrollar las industrias más contaminantes que desearíamos mantener lejos de nuestras selvas. Podría extenderme largamente en la potencia deportiva que el Chocó podría ser una vez el nuevo gobierno aprovechara el talento de los chocoanos…

Y podemos seguir soñando. En un mundo ideal, el Chocó tiene cómo ser un país independiente. Habría mucho trabajo por hacer pero haciendo las cosas bien se puede generar el capital para desarrollar una nación que no ha podido florecer debido a la negligencia del gobierno centralista. A mí me gusta la idea de ser colombiano, pero me gusta más la idea de un Chocó desarrollado, con o sin el resto de Colombia. Pensemos en fortalecer un movimiento por un Chocó independiente para lograr un Chocó mejor, separados o no.

Ypsilanti, Michigan, E.U., 15 de agosto de 2009
Para Barûle Gazette

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martes, 11 de agosto de 2009

Adiós a ‘El Guajiro’


Arnoldo "El Guajiro" Iguarán

8 de agosto de 2009

Aunque los más jóvenes no lo conozcan al país le llegó la hora de hacerle una despedida a uno de los grandes futbolistas que ha dado Colombia. De hecho se retiró hace años, a mediados de los 90, pero la despedida se la habíamos quedado debiendo. Hablo de Arnoldo “El Guajiro” Iguarán, o como el Pibe Valderrama lo llamó, “Igua”, el más grande goleador de todos los tiempos en nuestro país. El pasado 7 de agosto se celebró en “El Campín” de Bogotá el partido de despedida de ‘El Guajiro’ con alineaciones del Millonarios de finales de los 80 y la Selección Colombia de comienzos de los 90.

Este afrocolombiano, a mucho honor, nacido en la ciudad de Riohacha en 1957, le dio muchas alegrías al fútbol colombiano en los 80 y 90 gracias a su potencia, su velocidad y una efectividad arrolladora que temían los defensas y arqueros de los equipos contrarios. Era mi ídolo de niñez pues nadie como él sabía encajar la pelota en el arco rival. En una época en la que los delanteros argentinos abundaban y eran idolatrados en los clubes nacionales, Iguarán ponía la cuota criolla en las tablas de goleadores, ¡y de qué manera!

“Igua” siempre fue un jugador serio dentro y fuera de la cancha. Esa seriedad se le notaba en el rostro cuando tenía la pelota en sus pies y era parte de su potente arsenal pues intimidaba al más valiente. Era la carta de presentación de la fuerza con la que avanzaba hacia la meta, con zancadas de gacela y potencia de rinoceronte, que muy pocos podían frenar sin incurrir en faltas, generalmente violentas, porque con el ‘Guajiro’ eso era tarea herculeana. Pero al marcar un gol la calidez de este hombre brillaba en su sonrisa blanca y gigantesca que exhibía al celebrar en compañía de toda la hinchada; de hecho en compañía de toda Colombia cuando el gol era con la Selección.

El afro y el bigote poblado de Iguarán desfilaron por varios clubes colombianos y uno extranjero: Cúcuta, Tolima, Santa Fe, Junior y Millonarios, en Colombia, y Deportivo Táchira en Venezuela. Si hubiera nacido 10 años después, estoy seguro que de se lo habrían peleado clubes brasileros y argentinos, y después españoles, italianos, ingleses y alemanes. No logró brillar en una Copa Mundo porque el pináculo de su carrera se dio cuando Colombia era un equipo de media tabla para abajo en el panorama suramericano. Aunque contábamos con las super lumbreras de Iguarán y Willington Ortiz, ni el resto de los jugadores ni los planteamientos técnicos eran ideales para hacer descollar a la Selección. Iguarán fue incluso ignorado por varios técnicos que veían en él un “jugador de club y no de selección”. Pero hizo muchos goles en Copa Libertadores y fue el único jugador en la primera división del fútbol colombiano que fue goleador dos años consecutivos.

Con la Selección marcó 25 goles, más que cualquier otro jugador, y seguido sólo por Faustino Asprilla, con 20. 4 de esos goles fueron marcados en eliminatorias a mundiales y 10 en Copas América, incluyendo 4 en la de 1987, en Argentina, cuando fue goleador bajo la tutela de Pacho Maturana. La del 87 es una copa que recuerdo especialmente pues a Maturana lo criticaron mucho por haber llevado a Iguarán, a quien la prensa consideraba “muy viejo” para estar allí. Pues bien, marcó un gol en la victoria 2-0 sobre Bolivia y los tres de la victoria 3-0 sobre Paraguay. ¡Qué manera de cerrarle la boca a todos los escépticos! ¡Los tres goles fueron de gran factura, con un despliegue físico impresionante!

Arnoldo Iguarán se retiró del fútbol en 1995, pero apenas ahora se le hace un partido de despedida, en el que jugaron, entre muchos otros, Willington Ortiz y Carlos Valderrama, los dos íconos futboleros más notables de Colombia y grandes amigos de “Igua”. Millonarios y la Selección Colombia se enfrentaron el 7 de agosto en ‘El Campín’ e igualaron 2-2. Iguarán vistió la camiseta amarilla en el primer tiempo, y anotó gol. En el segundo tiempo se vistió de azul y siguió haciendo recordar a los más de 20 mil aficionados que lo acompañaron con el grito de “¡Iguarán! ¡Iguarán! ¡Muchas gracias, Iguarán!”. Con la vista puesta en el futuro ‘El Guajiro’ invitó a su hijo, Carlos Arnoldo, al campo de juego en la última jugada y el pequeño, de unos 10 u 11 años, anotó gol. Si hijo de tigre sale pintado en unos diez años tendremos en Carlos Arnoldo un goleador que nos va a dar muchas alegrías.

Desde Barûle Gazette un gran abrazo de agradecimiento a Arnoldo ‘El Guajiro’ Iguarán, por la entrega, el sacrificio, los goles y la alegría que nos brindó a los colombianos por tantos años. Y especialmente por haber hecho soñar a un niñito que idolatraba a ese delantero hábil, fuerte y veloz, que con las piernas o la cabeza inflaba las redes de cualquier arco rival. Ese niñito, que no se cansaba de gritar “¡goooooooooool de Iguaráaaaaaannnnnn…!”, y que hoy, hecho biólogo, profesor y columnista, agradece todo lo que nos dio uno de los más grandes. ¡Gracias, Guajiro!


Ypsilanti, Michigan, E.U., 8 de agosto de 2009
Para Barûle Gazette

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Racismo, política y cerveza


1º de agosto de 2009

Alguna vez, durante mis primeros semestres de universidad, unos amigos y yo estábamos reunidos en la casa de una amiga haciendo un trabajo en grupo para alguna materia. Mi amiga y yo salimos a comprar comida para todos y en el camino vimos un Mercedes Benz conducido por un hombre afrodescendiente. Mi amiga se quedó mirando el carro y después de unos segundos volvió la cabeza hacia mí y dijo: “No te vayas a ofender pero obviamente ese no es el dueño del carro…”. Yo sonreí con una mezcla de tristeza y mal genio y algo le dije; ya no recuerdo qué. Pero la imagen de ese hombre en el asiento del conductor de un carro de lujo y el comentario de mi amiga no se me olvidan. Más allá de que la aseveración fuera cierta o no, mi reacción se debió al hecho de que se asumía que el hombre no podía tener el dinero para pagar un carro de esa marca simplemente por ser afrodescendiente. Esa misma amiga poco después reconoció ser racista, aunque no sé cómo reconciliaba esto con el hecho de tener varios amigos afro y de ser una mestiza con más características indígenas que euro. Racismo interiorizado, tal vez.

Esta no pasa de ser una anécdota de las muchas que nos ocurren con frecuencia a los afrodescendientes de muchos países, pero de vez en cuando las circunstancias en las que ocurren historias parecidas, y por ser los protagonistas quienes son, los medios de comunicación prestan atención e invitan al público a reflexionar. Esto fue lo que ocurrió hace unos días, cuando en la ciudad de Cambridge, en el área metropolitana de Boston (Massachussets, E.U.), un afrodescendiente fue detenido en su propia casa tras ser considerado sospechoso de intento de robo a la residencia. La historia, en resumen, fue así:

El Dr. Henry Louis Gates, profesor afrodescendiente de la Universidad de Harvard (en temas de literatura afro con enfoques sociológicos e históricos) volvía a su casa después de un viaje a China en el que dictó algunas conferencias académicas. La puerta de su casa estaba trabada y entre él y su chofer la destrabaron para poder entrar. Una vecina los vio y llamó a la policía pues al destrabar la puerta parecían estar forzándola, así que denunció un intento de robo. El sargento de policía James Crowley fue enviado a investigar y llegó a la casa del Dr. Gates, quien no sabía de la denuncia. El Sgto. Crowley le pidió al Dr. Gates que saliera y éste se negó. Después de un tire y afloje el Dr. Gates le mostró a Crowley su identificación demostrando que era el residente de la casa, pero el policía aún tenía sus dudas e insistía en que el Dr. Gates saliera. La discusión subió de tono, los dos hombres se salieron de sus casillas y el Sgto. Crawley detuvo al Dr. Gates bajo el cargo de “conducta escandalosa”. Allí se armó Troya.

El hecho de que un hombre afro respetado, con los pergaminos académicos del Dr. Gates, quien ha ganado numerosos premios y becas, y es el editor en jefe de una revista electrónica de asuntos afroestadounidenses (The Root; http://www.theroot.com), hubiera sido detenido por un policía eurodescendiente, en su propia casa, encendió la mecha de un escándalo explosivo en el que intervino hasta el presidente de E.U., Barack Obama. Las reacciones tanto del policía como del detenido son entendibles debido a las múltiples tensiones que tradicionalmente han existido entre los afroestadounidenses y la fuerza pública y dio pie a una serie de malentendidos que llevaron a que el Dr. Gates terminara fichado en la estación de policía de Cambridge, y a que Obama, en una rueda de prensa destinada a informar de un asunto totalmente diferente, dijera que el Sgto. Crawley había actuado “de manera tonta”, expresión por la que tuvo que disculparse públicamente.

El público reaccionó de varias maneras. Muchos sintieron que el Dr. Gates fue detenido por ser un afro viviendo en una casa bonita y que el policía, como muchos eurodescendientes, no podía creer que hubiera un afro tan alejado del estereotipo del afroestadounidense pobre, rapero y pandillero. Muchos opinaron que el policía sólo cumplía con su deber, estaba siendo cauteloso, y el Dr. Gates fue imprudente y grosero. Algunos opinaron que fue un simple malentendido. Pero lo más interesante de este caso en particular no fue el incidente en sí mismo, sino lo que vino después.

A diferencia de la mayoría de incidentes en los que se presume la culpabilidad del hombre afro, en este hubo un diálogo muy publicitado. Muchos otros casos terminan con resentimientos porque la policía (“el establecimiento”) actuó de manera injusta contra alguien de minoría étnica, por un lado, y porque, “como era de esperarse”, la persona perteneciente a la minoría étnica irrespetó a la autoridad, por el otro. Pero esta vez Barack Obama, quien metió leña al fuego con el comentario del que tuvo que retractarse, invitó al Sgto. Crawley y al Dr. Gates a hablar del asunto con él y el vicepresidente de E.U., Joe Biden, en la Casa Blanca. Lo mejor de todo, y un detalle relativamente irrelevante pero que celebro casi con euforia, ¡es que Obama propuso que la charla se diera alrededor de unas buenas cervezas! ¡Qué detallazo, Barack!

Los cuatro hombres se reunieron, las partes del conflicto limaron asperezas, se olvidaron de sus resentimientos, prometieron no adelantar acciones legales, y le dieron al mundo un ejemplo de cómo se arreglan estas cosas: Sentándose a hablar abiertamente del asunto, dando la cara y manteniendo una mente abierta. La cervecita, aunque no era importante, fue un detalle simpático y agradable.

Todo este embrollo comenzó porque la sociedad occidental, de mentalidad colonialista, aún no acepta que personas no eurodescendientes puedan poseer bienes materiales que hace poco más de un siglo, o incluso menos, se consideraban reservadas para los “amos blancos”. Aunque el policía no fuera consciente de ello ese fue el detonante de todo el lío. Pero, repito, en este caso se dialogó sobre el asunto, lo cual es un paso importante en la dirección correcta. Falta mucho para solucionar el problema de racismo y eliminar estereotipos, pero por algo se comienza.

En cuanto a mi amiga, la que reconoció ser algo racista, en Australia se unió a una ONG que hace labor humanitaria en África y por algunos años trabajó apoyando refugiados angoleños en Zambia. ¿Karma o un corazón gigante que se niega a dejarse dominar por el racismo inconsciente occidental? Me inclino hacia la segunda razón y es una de las razones por las que la quiero tanto.

Esta reflexión me lleva a la conclusión de que, poco a poco, la pelea contra el racismo se puede ir ganando. Pero hay que actuar de forma concreta. Incluso si se comienza a hablar del asunto cerveza en mano.


Ypsilanti, Michigan, E.U., 1º de agosto de 2009
Para Barûle Gazette

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Colombia, AfroColombia e Independencia

20 de julio de 2009

Una vez más nos ha llegado el 20 de julio y una vez más es hora de reflexionar acerca de lo que esta fecha significa para los afrocolombianos. Hace un año comenté en esta columna las razones por las que los afrocolombianos debíamos sentirnos orgullosos de ser colombianos, pues este país no sería lo que es de no haber sido por nosotros y nuestros hermanos indígenas. Realmente nuestra independencia legal vino mucho después de 1810 (grito de independencia) y de 1819 (independencia definitiva de la corona española) pues, a pesar de las promesas hechas a los afro que pelearon en el ejército libertador, la liberación de los esclavos se dio sólo en 1852. Acabo de releer mi columna de hace un año y quiero hacer algunas reflexiones más sobre el tema.

A pesar de ser colombianos legalmente libres desde hace 157 años nuestra independencia real no tiene una fecha exacta y creo que ha sido un proceso gradual. Debido a la discriminación y la opresión de las que históricamente hemos sido víctimas, hay muchos afrocolombianos que aún son esclavos. Esa mentalidad esclava fue la que los europeos, no solamente los españoles, nos impusieron para poder controlarnos y evitar rebeliones, lo que les funcionó de maravilla, con muy pocas excepciones. De hecho les funcionó tan bien, que aún hoy en día hay tanto afros como eurodescendientes que consciente o inconscientemente creen en la superioridad de la “raza blanca”, lo cual es un factor crítico para que tantos afrocolombianos aún estén sumidos en la pobreza.

Esa mentalidad esclavista todavía evita que muchos que tienen talento puedan salir adelante. Se refleja en un sinnúmero de complejos que existen y que hace a quien los padece presa muy fácil de los racistas que aún intentan oprimirnos. Poco a poco muchos afro hemos ido rompiendo esas cadenas invisibles que nos atan y a través de la educación (los seguidores de esta columna saben que es un tema recurrente) hemos logrado progresos que hace 100 años eran casi imposibles y aún hoy en día para muchos aún son impensables. Nuestra independencia, la de los afro, es sólo parcial, está en proceso y por eso no se le puede poner fecha exacta. Es una guerra que todavía estamos peleando y que no podemos parar hasta que seamos realmente libres e independientes. No me refiero a una independencia política de Colombia, sino a una independencia intelectual, que nos permita ser actores relevantes en todos los ámbitos de la vida del país de igual a igual con los grupos étnicos mayoritarios.

En nuestra guerra de independencia continuada puede que no estemos derramando sangre (aunque hay afros que sí la están derramando por culpa de los fusiles de guerrilla y paras, lo cual comentaré en una próxima columna), pero sí mucho sudor y muchas lágrimas. El sudor lo ponen quienes hacemos esfuerzos para que el color de nuestra piel no juegue en contra, y las lágrimas vienen de las frustraciones que muchos han sufrido en el proceso… Y aún faltan muchas lágrimas y vaya uno a saber cuánto sudor más.

Aún tengo la opinión de que el celebrar la independencia de Colombia desde el punto de vista afro es cuestión de opinión. Yo la celebro, sin ser ciego a nuestros padecimientos, a nuestra lucha actual y a los factores que aún juegan en nuestra contra. La celebro porque en muy buena parte la independencia colombiana se logró gracias a los afrocolombianos de entonces (antes de la disolución de Colombia, hoy llamada la “Gran Colombia”). Le deseo un muy feliz cumpleaños a nuestra tierra querida y cierro con una lista corta de afrodescendientes que, directa o indirectamente, contribuyeron a romper el yugo español (hay más, pero mis conocimientos en historia me fallan en este momento): La abuela afro de Bolívar, Hipólita (la niñera de Bolívar), Juan José Rondón, Alexandre Petión, José Prudencio Padilla, Benkos Biohó, José María Córdova.


Ann Arbor, Michigan, E.U., 20 de julio de 2009
Para Barûle Gazette

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Ortez y “el Negrito del Batey”


Enrique Ortez Colindres, ex-canciller hondureño, dando declaraciones
en las que incluyó comentarios racistas acerca de Barack Obama


11 de julio de 2009

En esta columna he hablado del racismo asolapado de los latinoamericanos mestizos y eurodescendientes y del cinismo del que hacen gala cuando hacen comentarios racistas pero dicen que “no son racistas” (al menos algunos, porque otros pecan de una inocencia asombrosa). Notemos que este es el tipo de temas que generalmente se abordan sólo en publicaciones como Barûle Gazette, pero hace unos días alguien hizo un comentario al que medios de comunicación de alcance global sí le prestaron atención: El ahora ex–canciller de Honduras (del lado del presidente golpista Roberto Micheletti), Enrique Ortez Colindres, se refirió a Barack Obama en una entrevista televisiva no como “el presidente Obama” sino como “el negrito”. Y como si no fuera suficiente, en una entrevista posterior dijo “No tengo prejuicios raciales, me gusta el negrito del batey que está presidiendo los Estados Unidos”.

Este hombre mestizo, de clase dirigente latinoamericana, resumió en una frase la actitud racista hacia los afrodescendientes, el cinismo de los racistas, y la ignorancia monumental de la clase dirigente de todos nuestros países. Alega no tener prejuicios raciales, pero en Obama, un hombre elocuente, educado, inteligente, carismático y que está haciendo historia, no ve más que un “negrito”. Si eso no es una actitud racista, entonces no sé qué puede considerarse como tal. Al intentar negar su racismo dice que este “negrito del batey” le gusta, como si eso borrara el racismo y el irrespeto de su declaración anterior… No puede ser más cínico porque no puede. Y además, Ortez dice ser diplomático, pero cuando se refiere a la cabeza del gobierno de un país vecino lo hace de manera inapropiada: ¡Qué hombre TAN ignorante! (dejo los comentarios ofensivos hacia El Salvador para otras columnas y blogs).

Hay algo que quiero resaltar, que evidencia aún más el cinismo de los racistas latinoamericanos: La noticia a duras penas si ha sido mencionada por medios de comunicación de habla castellana. Me enteré del comentario inaudito de Ortez por medio de la radio pública estadounidense, NPR, y de inmediato me di a la tarea de buscar los comentarios originales en español, pues la traducción al inglés puede ser muy ambigua. Utilizando motores de búsqueda en Internet encontré muchas páginas de medios de habla inglesa informando sobre el asunto, y reproducciones de la entrevista televisiva en YouTube, subtitulados en inglés. ¡Me tomó dos días encontrar las declaraciones originales en español! Los anglosajones de inmediato se dieron cuenta de la gravedad del asunto, y a los latinoamericanos a duras penas si les ha importado…

Seguramente esta omisión se debe a que la mayoría de latinoamericanos cree que los comentarios de Ortez no fueron racistas o les han quitado importancia porque fueron “simplemente un chiste” o porque los afrodescendientes somos “hipersensibles”. ¡Qué tristeza!

Para mí era muy importante leer las declaraciones del ex–canciller hondureño en castellano porque al escuchar la noticia en inglés no logré imaginarme el contexto original: “Ortez called President Obama ‘a little black man who knows nothing’ and ‘a little black hand-field’”, dijeron en NPR. ¿“Un negrito que no sabe nada” y un “peoncito negro”? Eso es lo que un oyente anglosajón se imagina al escuchar esas palabras. Refiriéndose a un dignatario de la envergadura, el intelecto y la popularidad de Barack Obama, esas son palabras de grueso calibre. Probablemente Ortez utilizó la palabra “batey” porque la ha escuchado en un merengue muy popular, sin saber que se refiere a asentamientos humanos supremamente pobres en los alrededores de plantaciones de caña de azúcar en República Dominicana (¡un diplomático no puede darse el lujo de mostrar su ignorancia de semejante manera!). De ahí que los medios hablados estadounidenses lo tradujeran como “peoncito”.

Enrique Ortez le demostró a los estadounidenses cómo se practica el racismo en Latinoamérica. Pero en América Latina muchos no lo han notado. Cuánto trabajo nos falta por hacer…

Fuente de las declaraciones en castellano: Tiempo, diario hondureño, versión en línea

Una de las fuentes de las declaraciones traducidas al inglés:
NPR

Ann Arbor, Michigan, E.U., 11 de julio de 2009
Para Barûle Gazette

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Maestros de maestros

27 de junio de 2009

Hace unos días participé en una discusión, en Facebook, acerca de la columna “La hora de los negros”, de María Elvira Bonilla, para El Espectador (14 de junio de 2009). La discusión se centró sobre la percepción que la periodista tiene de los afro, de algunos comentarios que sobraban en su columna y la intención de la misma (yo pienso que la columna era bien intencionada, pero algunas personas estaban en desacuerdo). Al margen de los temas alrededor de los que giró la discusión hubo algo que me llamó la atención: Es la primera vez que he visto que en un medio informativo de circulación nacional se hace mención de la generación de los educadores chocoanos que, hace 50 y 60 años, se dispersaron del país para impartir una educación de calidad a colombianos de otras regiones donde no había suficientes maestros.

Este hecho es bien conocido para mí, pues mi padre pertenece a esa generación, e incluso lo he comentado en esta columna (“Diáspora Afrocolombiana”, junio de 2008), pero no creí que alguien que no fuera chocoano llegara a reconocer el mérito de los integrantes de esta generación. Aprovechando el comentario de María Elvira Bonilla, quiero profundizar en el significado de esta primera diáspora afrocolombiana, pues quienes la conformaron merecen nuestra admiración, respeto y reconocimiento.

La Primera Diáspora Afrocolombiana se gestó en la Escuela Normal de Varones de Quibdó en los años 40 y 50. Allí se estudiaron chocoanos que vieron en la educación (¡y cuánta razón tenían!) una forma de luchar contra la pobreza y salir adelante. Y no solamente se educaron, sino que además se educaron en cómo educar, y es allí donde radica la gran fortaleza de quienes integran esta generación. El resto del país no tardó en darse cuenta de la gran calidad de maestros que la Normal de Varones estaba produciendo, y comenzaron a ofrecerles trabajo en regiones alejadas del Chocó querido, donde necesitaban maestros de calidad para educar a sus estudiantes.

Antioquia, Cundinamarca, Meta, Huila y Boyacá son algunos de los departamentos a donde la Primera Diáspora llevó conocimientos en “las artes y las letras” (como rezaba el himno de la Normal), pero eso no fue todo. Estos hombres se convirtieron en verdaderos embajadores del Chocó y de Afrocolombia: A donde quiera que fueran llevaban alegría, música, habilidades y conocimientos en deportes, y su piel. En muchos lugares fueron los primeros afro que los estudiantes vieron en sus vidas. Con toda esta carga de cultura y conocimientos, e inspirando el respeto que maestros de su calidad inspiraban, abrieron mentes y abrieron caminos. Abrieron un mundo de posibilidades para sus estudiantes, sus amigos y para las familias que en muchos lugares estaban fundando.

El aporte de estos pioneros chocoanos es invaluable. Aunque nunca vamos a poder recompensarlos lo suficiente, por lo menos debemos hacerles saber que aún hoy, más de medio siglo después del inicio de sus peripecias por la geografía colombiana, reconocemos la importancia de su obra, que en muchos casos aún continúa. Sus hijos tenemos una deuda especialmente grande con ellos, pues allanaron el camino para que nosotros pudiéramos caminar por el país y el mundo con la frente en alto, listos para repeler los ataques de los ignorantes que todavía creen en la inferioridad afro. Cuando pienso en lo que hicieron por nosotros no me queda más que hinchar el pecho con orgullo. Orgullo de hijo y orgullo afro. Es un orgullo que todos debemos sentir, pues ellos fueron y son embajadores de todos nosotros. Todavía tienen mucho qué enseñarnos y nuestro deber es aprender de ellos y atesorar sus enseñanzas.

Desde este rinconcito de Barûle Gazette, mil gracias a los integrantes de la Primera Diáspora Afrocolombiana por todo lo que han hecho por nosotros. Gracias, con mucho respeto y de todo corazón.


P.D. Un réquiem por Michael Jackson, un afro excepcional que nos dejó hace unos días. Su obra se hará cada día más grande. Aparte de ser un cantante y un bailarín fenomenal, Michael rompió barreras de índole racial y revolucionó la industria de los videos musicales. Su alma está ligada a su música, y es así como podrá seguir con nosotros por siempre.


Ann Arbor, Michigan, E.U., 27 de junio de 2009
Para Barûle Gazette

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“En nuestros países no hay racismo”

20 de junio de 2009

Hace poco estuve en una pequeña reunión en la que nos encontrábamos dos venezolanos, una peruana, un francés (que hablaba español ibérico) y dos colombianos. Los venezolanos eran los anfitriones y prepararon unas arepas, obviamente venezolanas, ¡absolutamente deliciosas! Para completar las damas estaban tomado vino y nosotros unos buenos cubalibres, al son de una música muy agradable. Se habló de muchos temas, la gran mayoría banales, y nos estábamos divirtiendo mucho, aunque no faltaban lapsos en los que la conversación se volvía trascendental. En uno de ellos nuestro amigo venezolano soltó la frase que me lleva a escribir esta columna: “Pero lo bueno de nuestros países es que no hay racismo…”

Los dos colombianos lo corregimos de inmediato y la conversación no se extendió mucho porque no estábamos de ánimo para temas serios, pero la campanita me quedó sonando en la cabeza. No por sorpresa, porque no es la primera vez que escucho semejante disparate (inocente, pero disparate), sino porque es la confirmación de un fenómeno que he notado en los pocos países latinoamericanos que he visitado y también en Colombia: La mayoría de la gente, en general una mayoría mestiza con complejo de “blanca”, cree que, como bien lo dijo el amigo de la anécdota, “aquí” no hay racismo. Donde dice “aquí” debe leerse el nombre del país seleccionado.

Este fenómeno está relacionado con la invisibilidad de afrodescendientes e indígenas, que he mencionado en columnas anteriores, y creo que en parte es promovido por el hecho de que en los medios de comunicación se habla de muchos casos de racismo explícito en otros países (E.U., Sudáfrica, Inglaterra, Francia, Alemania, España, etc.) pero no en América Latina. En nuestros países no hubo Apartheid como en Sudáfrica, no ha habido segregación legal como en E.U., no hemos escuchado de gente asesinada por el simple hecho de ser afro (con la excepción de un caso reciente en Bogotá), no hemos tenido líderes antirracistas tan famosos como Martin Luther King, hijo, o Nelson Mandela, y no hemos tenido un movimiento pro-derechos civiles unificado.

En nuestros países, el racismo va por debajo de cuerda. Cuando hay casos de discriminación racial la gente lo niega y saca mil excusas para explicar lo sucedido, casi siempre comenzando con las frases “nooo… no es porque sea negro…” o “no es que sea racista, pero…”. El racista sabe que lo es, pero le cuesta mucho usar esa palabra. Me he preguntado el porqué y sólo se me ocurre que se debe a la influencia del catolicismo a ultranza que se ha visto en los países invadidos por España y Portugal, que prohíbe tratar mal al prójimo, al menos en el papel. Si algún lector versado en el tema conoce alguna razón comprobada a través de investigación, por favor contáctenos a la Barûle Gazette.

Hay otro aspecto interesante. Precisamente porque los racistas evitan el término, no hablan abiertamente de sus ideas y valores retorcidos, y camuflan los actos de discriminación, la gran mayoría de quienes no son racistas llegan a creer que el racismo no existe. Pecan por inocentes, pero al hacerlo hacen que la solución al problema sea un poco más difícil de lograr. La lucha contra la discriminación en Latinoamérica es complicada porque se niega la existencia del problema, por un lado, y por el otro hay quienes no lo ven. Pero aquellos que tenemos la piel más oscura, el cabello más ensortijado y la nariz más ancha lo sentimos casi a diario. Si además de afro se es pobre, el problema se vuelve inmanejable. Si se llega a añadir poca educación como factor la víctima vive en un verdadero infierno.

Tengo muchos amigos mestizos que tienen muy claro que el problema existe. Me gusta discutir el tema con ellos para mantener la llamita encendida, lo cual es crucial para lograr un debate más abierto sobre el tema. Con esta columna tengo la esperanza de que más personas mestizas y eurodescendientes lleguen a leer lo que he expuesto y reflexionen sobre sus ideas y sus actos. Ojalá también discutan esto con sus conocidos y se pueda crear un poquito más de conciencia que facilite un debate público. Y para mis lectores afro, que sin duda son la mayoría, cuando tengan la oportunidad discutan esto con amigos de otras etnias. En algunos casos esa discusión tiene que comenzar por abrirles los ojos, y en algunos otros tal vez sea más fácil porque la conciencia ya habrá sido creada.

Lo bueno de nuestros países es que la gente sabe que el racismo es vergonzoso. Pero existe. Aunque muchos no lo vean.


Ann Arbor, Michigan, E.U., 20 de junio de 2009
Para Barûle Gazette

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