martes, 11 de agosto de 2009

“En nuestros países no hay racismo”

20 de junio de 2009

Hace poco estuve en una pequeña reunión en la que nos encontrábamos dos venezolanos, una peruana, un francés (que hablaba español ibérico) y dos colombianos. Los venezolanos eran los anfitriones y prepararon unas arepas, obviamente venezolanas, ¡absolutamente deliciosas! Para completar las damas estaban tomado vino y nosotros unos buenos cubalibres, al son de una música muy agradable. Se habló de muchos temas, la gran mayoría banales, y nos estábamos divirtiendo mucho, aunque no faltaban lapsos en los que la conversación se volvía trascendental. En uno de ellos nuestro amigo venezolano soltó la frase que me lleva a escribir esta columna: “Pero lo bueno de nuestros países es que no hay racismo…”

Los dos colombianos lo corregimos de inmediato y la conversación no se extendió mucho porque no estábamos de ánimo para temas serios, pero la campanita me quedó sonando en la cabeza. No por sorpresa, porque no es la primera vez que escucho semejante disparate (inocente, pero disparate), sino porque es la confirmación de un fenómeno que he notado en los pocos países latinoamericanos que he visitado y también en Colombia: La mayoría de la gente, en general una mayoría mestiza con complejo de “blanca”, cree que, como bien lo dijo el amigo de la anécdota, “aquí” no hay racismo. Donde dice “aquí” debe leerse el nombre del país seleccionado.

Este fenómeno está relacionado con la invisibilidad de afrodescendientes e indígenas, que he mencionado en columnas anteriores, y creo que en parte es promovido por el hecho de que en los medios de comunicación se habla de muchos casos de racismo explícito en otros países (E.U., Sudáfrica, Inglaterra, Francia, Alemania, España, etc.) pero no en América Latina. En nuestros países no hubo Apartheid como en Sudáfrica, no ha habido segregación legal como en E.U., no hemos escuchado de gente asesinada por el simple hecho de ser afro (con la excepción de un caso reciente en Bogotá), no hemos tenido líderes antirracistas tan famosos como Martin Luther King, hijo, o Nelson Mandela, y no hemos tenido un movimiento pro-derechos civiles unificado.

En nuestros países, el racismo va por debajo de cuerda. Cuando hay casos de discriminación racial la gente lo niega y saca mil excusas para explicar lo sucedido, casi siempre comenzando con las frases “nooo… no es porque sea negro…” o “no es que sea racista, pero…”. El racista sabe que lo es, pero le cuesta mucho usar esa palabra. Me he preguntado el porqué y sólo se me ocurre que se debe a la influencia del catolicismo a ultranza que se ha visto en los países invadidos por España y Portugal, que prohíbe tratar mal al prójimo, al menos en el papel. Si algún lector versado en el tema conoce alguna razón comprobada a través de investigación, por favor contáctenos a la Barûle Gazette.

Hay otro aspecto interesante. Precisamente porque los racistas evitan el término, no hablan abiertamente de sus ideas y valores retorcidos, y camuflan los actos de discriminación, la gran mayoría de quienes no son racistas llegan a creer que el racismo no existe. Pecan por inocentes, pero al hacerlo hacen que la solución al problema sea un poco más difícil de lograr. La lucha contra la discriminación en Latinoamérica es complicada porque se niega la existencia del problema, por un lado, y por el otro hay quienes no lo ven. Pero aquellos que tenemos la piel más oscura, el cabello más ensortijado y la nariz más ancha lo sentimos casi a diario. Si además de afro se es pobre, el problema se vuelve inmanejable. Si se llega a añadir poca educación como factor la víctima vive en un verdadero infierno.

Tengo muchos amigos mestizos que tienen muy claro que el problema existe. Me gusta discutir el tema con ellos para mantener la llamita encendida, lo cual es crucial para lograr un debate más abierto sobre el tema. Con esta columna tengo la esperanza de que más personas mestizas y eurodescendientes lleguen a leer lo que he expuesto y reflexionen sobre sus ideas y sus actos. Ojalá también discutan esto con sus conocidos y se pueda crear un poquito más de conciencia que facilite un debate público. Y para mis lectores afro, que sin duda son la mayoría, cuando tengan la oportunidad discutan esto con amigos de otras etnias. En algunos casos esa discusión tiene que comenzar por abrirles los ojos, y en algunos otros tal vez sea más fácil porque la conciencia ya habrá sido creada.

Lo bueno de nuestros países es que la gente sabe que el racismo es vergonzoso. Pero existe. Aunque muchos no lo vean.


Ann Arbor, Michigan, E.U., 20 de junio de 2009
Para Barûle Gazette

1 comentario:

Anónimo dijo...

El problema es que todo el mundo es racista, blancos negros amarillos, grises y rojos. Punto pelota.
Conozco en África mulatos que odian a los blancos y algunos que están encantados de ser más claros que el resto. Esto es así, las razas existen y el ego es humano. Precisamente las religiones podrían hacer mucho más para que no se maltrate a NADIE. Respecto a que los blancos anteponen a su racismo el "No es porque sea racista" es porque son acusados permanentemente de racistas, una especie de tortura sicológica, una especie de culpabilización colectiva igualmente malsana. En Africa también se dice eso de "En nuestros países no hay racismo" cuando lo hay y mucho. Hay un racismo inevitable, sano y luego está el otro, que si no se llega a un entendimiento racional y saludable, no acabará nunca. Digo entendimiento, no es necesario el antiracismo ese que dice que no existen las razas, sino el que dice sientete orgulloso de tu tribu pero disfruta de la diversidad que Dios ha creado. El corán dice (perdonen la imprecisión de la cita): "Allah os ha creado diferentes comunidades y tribus para que os conozcais. Competid en buenas obras".

De ello deduzco que el racismo que vemos en los demás, nos debería valer para reconocer el nuestro propio y llegar a una conclusión positiva, no para hacer manipulación destructiva.