miércoles, 4 de junio de 2008

Bogotá x Bogotá: Fotografía no tomada

A finales de 2006 el Fondo de Promoción de la Cultura de la Alcaldía Mayor de Bogotá lanzó una iniciativa llamada "Bogotá por Bogotá: Una convocatoria para escritores y no escritores" (ver anexo al final de la nota). La idea era recoger relatos cortos escritos por personas que hubiesen vivido en Bogotá para publicarlos en un libro que inicialmente sería lanzado en agosto de 2007, aunque se aplazó hasta mayo de 2008.

Yo escribí dos relatos, uno de los cuales fue seleccionado para publicación. Aprovechando que el libro ya se lanzó, quiero publicar en este blog los dos relatos que escribí, ambos refiriéndose a mis vivencias en Bogotá. Aquí va el que fue seleccionado para publicación. En realidad este relato no es muy bueno. Creo que lo seleccionaron más por la vivencia en sí que por su calidad literaria. Además, el límite de 600 palabras no deja mucha libertad de expresión... Pero no me puedo quejar. Al menos el cuentico quedó en papel para la historia...

El relato no seleccionado lo publiqué en una entrada separada.


FOTOGRAFÍA NO TOMADA

Desde que tuve la libertad de explorar Bogotá, he estado enamorado de ella. No tardé en quedar completamente infatuado por sus misterios y bellezas, no sin el juicio para comprender que su lado oscuro es poderoso y está siempre presente. Pero nunca se entiende el poder de ese lado oscuro hasta que se está cara a cara con la muerte. Y esto ocurrió cuando quise terminar una práctica para el curso de fotografía que tomaba en la Alianza Colombo-Francesa.

Un buen día del 2000 le pedí a mi compañera de oficina que me permitiera tomar unos primeros planos de su rostro en contraste con una corteza de árbol. Caminamos desde nuestra oficina en Chapinero hasta un parquecito sin nombre en la carrera 4ª con calle 50 y tantas. Al llegar notamos que un indigente dormía en el suelo pero seguimos de largo sin preocuparnos (una de las desafortunadas escenas cotidianas de mi amada ciudad). Foto tras foto, me olvidé de mi entorno. Sólo pensaba en la composición de cada cuadro, la luz, textura, dinámica…. A lo lejos alguien gritó que no tomara la foto y pensé en el indigente. Estaba a punto de obturar y sólo veía el rostro de mi amiga que fingía dormir contra el árbol. Como el pobre hombre había quedado detrás nuestro cuando pasamos a su lado no pensé más en ello y tomé la foto. Bajé la cámara vi que en realidad él caminaba rumbo a la séptima y estaba justo detrás de mi amiga cuando oprimí el obturador.

Tiempo antes había aprendido que los indigentes evitan las cámaras a toda costa y por eso jamás pensé en retratarlo. Seguro de que había tomado su foto, el hombre caminó con determinación hacia mí, y yo suspiré con resignación pensando en apaciguarlo y mostrando tranquilidad. Otra de las lecciones que aprendí en las calles es que no se debe mostrar ni miedo ni arrogancia, anzuelos para los malandrines que todo lo ven y todo lo perciben. Pero olvidé esa lección rápidamente en cuanto noté el cuchillo en su mano derecha. Asustado, le aseguré de mil veces que sólo tomaba una foto de mi amiga, mientras él me reclamó también mil veces, el haberlo retratado. Nervioso, al final del cruce de palabras lancé un insulto cuando él ya guardaba silencio. Y el silencio se prolongó…

Movió su brazo y reaccioné empujándolo, a tiempo para evitar su arremetida con el cuchillo. Se enojó aún más y abanicó el cuchillo varias veces sin alcanzarme. Sólo su expresión enardecida, su cicatriz entre el labio y la nariz, y su arma existían para mí. Como ya estaba fuera de su alcance decidí huir, pero los primeros pasos los di de espaldas, sin perderlo de vista. Cuando giré para correr, choqué con un árbol y caí. Giré para quedar boca arriba justo cuando el indigente se abalanzaba sobre mí, y sin tiempo para levantarme decidí patearlo donde más le doliera. Tenía tanta ropa encima que parecía inmune a mis golpes, pero lo mantuve a raya. Tras varios intentos de atacarme el hombre se detuvo. Recobré conciencia de mi entorno y vi que mi amiga estaba paralizada y la gente se estaba reuniendo a mirar. Mi amiga reaccionó y recogió mi cámara del suelo, mientras el indigente se alejaba lentamente insultándome y jurando que me daría muerte. Nunca lo vi de nuevo.

Ser testigo y ser protagonista de eventos como estos son cosas totalmente distintas. El lado oscuro de la ciudad intentó robarme la vida… Pero estoy contando el cuento, y después de ese momento, aún hoy, estoy perdidamente enamorado de Bogotá.

ANEXO

Bogotá por Bogotá
Una convocatoria para escritores y no escritores


El Fondo de Promoción de la Cultura invita a los habitantes de Bogotá de todas las localidades a participar en la convocatoria permanente Bogotá por Bogotá.

La escritura es vital: Algo tenemos en común: somos protagonistas o personajes de alguna historia en Bogotá. Lo invitamos a que escriba un relato que lo haya marcado y que tenga como escenario esta ciudad. Comparta esa anécdota que siempre está contando o esa experiencia que usted cree merece ser contada. Escriba ese testimonio del que sólo usted es testigo.

“La verdad y solamente la verdad”: Buscamos relatos verdaderos y espontáneos: se trata de un ejercicio más allá de la ficción. Escritos que relaten una experiencia vivida en la ciudad, una anécdota, un suceso de la vida cotidiana o un acontecimiento sorprendente. El relato debe ser breve (máximo 600 palabras)

Ver comentarios en Makondo libros, de Makondo Universal:

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Bogotá x Bogotá: Caminando Bogotá

A finales de 2006 el Fondo de Promoción de la Cultura de la Alcaldía Mayor de Bogotá lanzó una iniciativa llamada "Bogotá por Bogotá: Una convocatoria para escritores y no escritores" (ver anexo al final de la nota). La idea era recoger relatos cortos escritos por personas que hubiesen vivido en Bogotá para publicarlos en un libro que inicialmente sería lanzado en agosto de 2007, aunque se aplazó hasta mayo de 2008.

Yo escribí dos relatos, uno de los cuales fue seleccionado para publicación. Aprovechando que el libro ya se lanzó, quiero publicar en este blog los dos relatos que escribí, ambos refiriéndose a mis vivencias en Bogotá. Aquí va el que no fue seleccionado para publicación. El relato seleccionado lo publicaré en una entrada separada.

CAMINANDO BOGOTÁ

Nada como un día despejado en Bogotá para disfrutar del gran placer de una caminata por La Candelaria y sus alrededores. En una de esas caminatas se puede descubrir el alma de la ciudad; esa que ninguna guía turística nos dice dónde encontrar, pero que está allí, latente, viva, esperando por nosotros para encontrarla, sentirla y acompañarla.

Llego al Chorro de Quevedo y veo los artesanos vendiendo chucherías, regateando con estudiantes que en los huecos o capando clase demuestran su dominio del fuchi. Pero los hombres de verde se asoman y los ágiles artesanos emprenden la fuga. Entonces elijo un café al azar y me tomo un canelazo mientras escucho Gotan Project, Joe Arroyo o Louis Armstrong. Al salir me encuentro con Manú Chao preparando la filmación de un video y más allá un evangélico predicándole a los católicos. Sonrío y sigo mi rumbo.

Me encamino al occidente, cuesta abajo. Tomo la Jiménez con su paseo ambiental a bordo. Un caballo lánguido hala una zorra cargada de chatarra. Más adelante me cruzo con unos metaleros que van camino a la 19 en busca de un clásico de Slayer o La Pestilencia, o lo último de Tool. Paso por librerías que exhiben lo mejor del boom latinoamericano de los 60, la biografía del Che y el autor de turno en superación personal. Otras vitrinas exhiben la más popular gallina criolla asada, con ese cuero amarillo y grasoso que a tantos gusta. Paso de largo por la city-cápsula de CityTV en la esquina de El Tiempo. Cruzando la séptima están los esmeralderos negociando. ¡Que nadie se agache cuando una piedra caiga al piso!

Es la hora de las onces. Miro hacia el sur y me tienta un chocolate “completo” en La Puerta Falsa, al lado de La Catedral Primada, pero me decido por un café “completo” en Salerno y giro hacia el norte. El septimazo no puede faltar. Hay muchos vendedores-voceadores. Que el código penal, que la última de Gabo, que la corbata ejecutiva, que el reloj fino (robado), que el manos–libres, que los minutos para el celular, que todo a mil, todo a mil, que monas para el álbum del Mundial, que chicas, chicas, siga caballero, que mono una monedita, que si no se le tiene se le consigue…

Cruzo la 19 y me tomo las onces en Salerno. Pienso en ver una película en algún cine-club, pero no siempre el cielo está despejado y para disfrutarlo prefiero seguir caminando. Subo por Terraza Pasteur y veo cómo han cambiado los locales del área desde cuando tomaba cerveza con mis amigos en mis días de universitario. Tomo la quinta hacia el sur, y por la 24 subo a la tercera, para saludar de nuevo los cerros. Continúo unas cuadras más hacia el sur y llego de nuevo a la 19. Allí me detengo y miro a mi alrededor.

Si me pidieran que señalara el corazón de Bogotá, diría que es allí mismo, en la esquina de la tercera con 19, específicamente un día entre semana al atardecer. Oficinistas, estudiantes, vendedores ambulantes, comerciantes, mendigos, y una miríada de conductores de busetas, taxis, ejecutivos, super ejecutivos y colectivos. Gente de muchos acentos, de todas las edades, con expresiones de alegría, tristeza, esperanza y desesperanza. La gente que hace mover la ciudad. Y estoy parado allí, sonriendo, mientras el cielo azul se torna púrpura y da paso a la noche, con las manos en los bolsillos de mi chaqueta para protegerlas del frío.

Ese frío que da por la brisa que baja de los cerros para recordarme todo lo bogotano que soy.


ANEXO

Bogotá por Bogotá
Una convocatoria para escritores y no escritores


El Fondo de Promoción de la Cultura invita a los habitantes de Bogotá de todas las localidades a participar en la convocatoria permanente Bogotá por Bogotá.

La escritura es vital: Algo tenemos en común: somos protagonistas o personajes de alguna historia en Bogotá. Lo invitamos a que escriba un relato que lo haya marcado y que tenga como escenario esta ciudad. Comparta esa anécdota que siempre está contando o esa experiencia que usted cree merece ser contada. Escriba ese testimonio del que sólo usted es testigo.

“La verdad y solamente la verdad”: Buscamos relatos verdaderos y espontáneos: se trata de un ejercicio más allá de la ficción. Escritos que relaten una experiencia vivida en la ciudad, una anécdota, un suceso de la vida cotidiana o un acontecimiento sorprendente. El relato debe ser breve (máximo 600 palabras)

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