domingo, 30 de agosto de 2009

¿Porqué el Chocó es pobre?

Estaba escuchando el podcast de la primera parte de un documental radial de la BBC titulado “¿Porqué África es pobre?”, realizado por el corresponsal de esa cadena para África occidental, Mark Doyle. En esta serie de tres documentales Doyle recorre varios países africanos entrevistando personas a quienes les hace la pregunta que titula el programa, desde gobernantes hasta albañiles, y analiza cambios que ha visto en el continente durante sus 20 años como corresponsal para la cadena británica.

Quiero transcribir un fragmento de este documental que me pareció sumamente interesante:

“(…) Pensé que el título [del documental] “¿Porqué África es pobre?” es engañoso. Los africanos, las personas, pueden ser pobres, pero África, el lugar, ciertamente no lo es. En muchas partes del continente he sostenido en mi puño suelo que puede producir tres cosechas abundantes en un año. África, como veremos, es fantásticamente rica en materias primas, agua, brillo solar, y gente. Por eso los forasteros han venido durante cientos de años a invadir, ocupar, convertir, saquear y comerciar…

¿Porqué me pareció tan interesante? Muy sencillo: basta reemplazar las palabras ‘África’ por ‘Chocó’ y ‘africanos’ por ‘chocoanos’, y el párrafo refleja casi a la perfección la situación que se ha vivido en el Chocó desde que Colombia es Colombia y el Chocó actual era parte del departamento del Cauca. De hecho, en muchos aspectos África es al mundo lo que el Chocó es a Colombia.

Por un lado, basta caminar por las calles de Quibdó o de cualquier pueblo chocoano, para sentir que uno está en África. O para ceñirme a mi experiencia personal, cuando veo documentales acerca de África, siento que lo que veo en la pantalla es lo mismo que he visto en Quibdó, Lloró, Yuto, Nuquí, Bahía Solano, Capurganá… Por otro lado, el resto del país nos ha tenido abandonados y discriminados hasta un punto que puede considerarse criminal.

Y pensado en todo lo que he visto y lo que sé del Chocó, llego a la misma conclusión a la que Mark Doyle llegó tras haber viajado por muchos países africanos. La mayoría de los chocoanos son pobres, pero el Chocó es inmensamente rico. Rico en recursos naturales y rico en recursos humanos y talento. Explicar el porqué de la discrepancia tomaría todo un libro, o tal vez varios, más que una columna, pero quiero al menos, a riesgo de hacer énfasis en lo obvio, resaltar la riqueza de nuestro departamento.

Empresas multinacionales han saqueado oro y platino que abundan en el Chocó. El poco oro extraído por los chocoanos es convertido en obras de arte exquisitas por orfebres habilidosos que difícilmente se ven en otras partes del mundo.
La variedad de frutas que se dan en las selvas chocoanas hace que uno se sienta en el paraíso. Y hay chocoanos produciendo incluso vino a partir de las frutas locales. He tenido el privilegio de probar vino de borojó y es ¡absolutamente delicioso!
Dependiendo de la fuente el Chocó (específicamente Tutunendo) es el segundo lugar más lluvioso del mundo, después de el nororiente de la India, o tercero, después de éste y la isla de Kaua’i en el archipiélago de Hawaii en el océano Pacífico.
Tanta lluvia hace que el Chocó tenga uno de los sistemas fluviales más complejos y hermosos del mundo, incluyendo el río Atrato, que descarga en el golfo de Urabá un promedio de 5 mil metros cúbicos de agua por segundo, lo cual lo convierte en el río más caudaloso del mundo.
También gracias a la lluvia el Chocó tiene una de las selvas (el nombre técnico es bosque húmedo tropical) más biodiversas del mundo. Esta riqueza biológica convierte al departamento del Chocó en el corazón de la región que los biólogos llamamos el Chocó biogeográfico, que se extiende desde Panamá hasta el extremo norte de Perú. Esta región es un reservorio y una mina de recursos genéticos y biotecnológicos, amén del potencial ecoturístico que tiene. Parte de la espectacular biodiversidad chocoana se encuentra en los ríos, a los que biólogos de todo el mundo tienen entre ojos, especialmente ictiólogos, aquellos que se especializan en el estudio de peces.
Los chocoanos tenemos talento en arte, academia, deporte, culinaria…

Esta lista se me ocurre a vuelo de pájaro. Si hiciera una búsqueda más a fondo seguro podría alargarla mucho más. La conclusión lógica es que el Chocó NO es pobre. El Chocó es un jardín del edén con todos los recursos que alguien podría necesitar para suplir las necesidades de un pueblo. Así que la pregunta es ¿porqué, siendo el Chocó tan, tan, rico, los chocoanos somos tan pobres?

La respuesta es compleja, pero se puede afirmar con propiedad que hay con qué salir de la pobreza.

P.D. Como dato curioso, una compañía de almacenamiento de datos en Colorado, E.U., tomó el nombre del río Atrato, por la metáfora del gran caudal, aunque en su caso sea de datos. Sólo esperemos que como es marca registrada (Atrato™), ningún chocoano vaya atener problemas legales en el futuro si deciden usar el nombre para una empresa fundada e impulsada por talento chocoano de exportación.

Ypsilanti, Michigan, E.U., 30 de agosto de 2009
Para Barûle Gazette

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sábado, 22 de agosto de 2009

Guitarras afrodescendientes



Jimi Hendrix, Slash, B.B. King y Chuck Berry

Dice El Espectador que dice la revista Time, de E.U., que Jimi Hendrix es el “mejor guitarrista de la historia”. Hay que aclarar que la lista que encabeza tiene en cuenta intérpretes de guitarra eléctrica, principalmente estadounidenses, o de lo contrario también habría guitarristas clásicos como Paco de Lucía, Andrés Segovia o Julian Bream. Siguiendo al gran Jimi están Slash (ex de Guns n’ Roses y actual de Velvet Revolver), B.B. King, Keith Richards (Rolling Stones), Eric Clapton, Jimmy Page (Led Zeppelin), Chuck Berry (pionero del rock n’ roll) y Les Paul (inventor de la guitarra eléctrica).

¿Notan algo? Sí: Los tres primeros de la lista son afrodescendientes, al igual que Chuck Berry. Hay varias razones por las que estos guitarristas fueron reconocidos por la popular revista, y todas son muy válidas, pero quiero resaltar más la naturaleza afro de los susodichos. Todos ellos han tenido que trabajar muy fuertemente para llegar a ser tan talentosos como fueron o son, pero además para que el color de su piel no fuera el lastre que a veces nos impide salir adelante. Esto es especialmente cierto para Hendrix, King y Berry, quienes vivieron en E.U. cuando existía un apartheid de facto; un sistema legal brutal de segregación racial en el que el surgimiento de personalidades afro era increíblemente difícil. Tan es así, que la música de Chuck Berry, uno de los primeros artistas que juntó los elementos del rock n’ roll, no sonaba en las emisoras precisamente por el color de su piel. Cuando Elvis Presley deslumbró a E.U. con su “nueva” música muchos afro, entre los que sobresalía Berry, llevaban ya un buen tiempo poniendo a rocanrolear a sus audiencias.

Por el tipo de música que aún hoy toca, B.B. King no tuvo tantas dificultades para posicionarse puesto que el blues siempre ha sido considerado como un género de música “negra” (aunque con excepciones notables como Stevie Ray Vaughan). Pero aún así un afro nacido en los años 20 y siendo artista entre los años 40 y 70 en E.U. tuvo que haber pasado las duras y las maduras para mantenerse. Y hoy, con los años que tiene, B.B. sigue haciendo giras junto con su famosísima guitarra ‘Lucille’.

Hendrix se torna en héroe cuando descolla sin discusión en los años 60 en un género que ya para entonces era considerado “blanco”. Irónico, si se tiene en cuenta que el rock es hijo del rock n’ roll, que a su vez es hijo del blues, género musical creado por esclavos africanos. Y más heroico aún si tenemos en cuenta que desde su muerte trágica en 1970, con tanta agua que ha corrido bajo el puente, aún no ha surgido un guitarrista que pueda disputarle la corona que la revista Time le reconoce.

Slash es un caso un tanto diferente pues nació en los años 60 (en Inglaterra) y cuando inició su carrera musical en E.U., a comienzos de los 80, la discriminación racial legalizada ya había sido abolida. El hecho de ser hijo de un eurodescendiente y tener la piel relativamente clara probablemente le ayudó, pero también tuvo sus encontrones con el racismo, incluyendo algún incidente con Axl Rose, cantante de su antiguo grupo, Guns n’ Roses.

Estoy gratamente sorprendido porque a estos afrodescendientes se les hace un reconocimiento en una publicación con una circulación tan extensa como la revista Time. Es un reconocimiento al talento y al esfuerzo de unos artistas que han deleitado a millones de personas con sus acordes y que han puesto a bailar, brincar, llorar y poguear a varias generaciones. Un saludo a todos ellos, especialmente porque desde hace mucho tiempo he sido uno de sus grandes admiradores. Y gracias a Time por el reconocimiento.

En cuanto a la música afro colombiana, aún les debo a nuestros lectores una columna al respecto. O tal vez más de una. Pero como estamos hablando de guitarras, aprovecho para enviar un saludo al gran Alexis Lozano, cerebro y alma de Guayacán Orquesta, quien con su guitarra acústica a puesto a bailar a medio Colombia.

Post Data: Hace no mucho la revista especializada en música Rolling Stone también publicó una lista de guitarristas, en la que se cuentan Jimi Hendrix (#1), B.B. King (#3), y Chuck Berry (#6). Esto me hace pensar que Hendrix es el rey por decisión unánime.

Ypsilanti, Michigan, E.U., 22 de agosto de 2009
Para Barûle Gazette

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sábado, 15 de agosto de 2009

¿Chocó independiente?


Nuestro querido Chocó ha sufrido, desde siempre, por culpa del abandono en que el gobierno colombiano y su sistema centralista lo han tenido. Desde cuando era un simple “territorio nacional”, como si sus habitantes no fueran pensantes o no contaran. De vez en cuando logramos hacer suficiente ruido con alguna marcha como para que el gobierno envíe a algunos representantes a hacer promesas que, como siempre, han sido vacuas. ¿Qué debemos hacer para que el Chocó sea tenido en cuenta como un elemento importante en la política y economía de la nación, desarrollando todo su potencial? Al parecer la idea de proponer una separación de Colombia ha comenzado a tomar fuerza y la idea se ha escapado de las salas, cafés y barberías, pasando a algunos medios de comunicación.

He sabido que en el semanario Chocó 7 Días se ha hecho mención de un movimiento separatista que comienza a consolidarse. Siempre han habido personas que han tenido esto en mente, pero nunca se ha formado un movimiento que actúe de forma concreta para lograr tal meta. Aún no he encontrado la información en la versión en línea del semanario (¿faltarán recursos para mejorar la página en Internet?), así que es poco lo que puedo decir con respecto a la nota, pero sí puedo hacer una reflexión personal.

Desde pequeño he escuchado chocoanos frustrados que a gritos piden que la respuesta a la desidia a la que el gobierno central tiene al departamento sea anexarse a Panamá o al departamento de Antioquia, que, por cierto, ha tenido un movimiento separatista que incluso ha pagado anuncios de página entera en periódicos. También he sabido de la idea de un Chocó independiente, que ha tenido varias versiones, incluyendo la propuesta por nuestro editor, Giunëur Mosi: El Reino de Barûle (aunque yo preferiría una república).

La idea de ser anexados a Panamá no me agrada porque dudo mucho que el hermano país nos pueda dar lo que Colombia nos ha negado. No creo que tengan los recursos para impulsar el desarrollo de un territorio que es casi tan grande como su propio país. La idea de pertenecer a Antioquia, con la que la boca se les hace agua a muchos antioqueños, tampoco me agrada, pues los recursos de nuestra tierra serían explotados para ganancia de los empresarios paisas, que saben del potencial del Chocó, y seguramente poco quedaría para los chocoanos. Además, en general en Antioquia se espera que un chocoano baje la cabeza ante un antioqueño. Recuerdo cómo, en una conferencia de ciencias y tecnologías del mar en Bogotá, un investigador paisa se refirió a los chocoanos como “nuestros hermanitos menores” durante su exposición.

Queda, entonces, la idea de un Chocó independiente.

No creo que un movimiento independentista logre su meta, pero al intentarlo es posible que se obtengan algunos resultados positivos. Si tal movimiento tomara fuerza el gobierno central se vería obligado a actuar en el Chocó, para satisfacer las necesidades que un gobierno debe poder suplir y no quedarse en promesas vacías. La generación de jóvenes intelectuales que actualmente tiene el departamento sería la encargada de mantener el movimiento vivo y también de vigilar que el gobierno central haga los esfuerzos debidos para integrar el Chocó a la vida de la nación como condición para evitar la separación. Si se lograra un compromiso real del gobierno, que se tradujera en acciones concretas, el movimiento independentista ya habría tenido éxito.

Ahora, imaginemos que el gobierno colombiano sigue ignorando al Chocó y que el movimiento separatista tiene éxito. ¿Cuáles serían los principales retos de la nueva república? Creo que el primero sería minimizar, o idealmente eliminar, la corrupción en las clases dirigentes. De ahí en adelante se debe dar vida a un país que tiene muchísimos recursos. La vida que Colombia no nos ha dado. El desarrollo debería comenzar por suplir de energía al nuevo país, y ojalá generando un superávit que se pueda vender a países vecinos, sabiendo que el Chocó es una potencia hídrica. El sector agrícola también debería ser fuerte. El sector de transporte debería aprovechar la riqueza fluvial del país y complementarla con una malla vial desarrollada de forma responsable para con el medio ambiente, de forma que entre otras cosas impulse el ecoturismo. De mano del ecoturismo la investigación científica debería incentivarse, pues la biodiversidad chocoana es increíblemente rica y seguramente esconde más de un secreto que puede generar ganancias tanto intelectuales como monetarias. El conocimiento obtenido tiene un gran potencial en biotecnología, lo que nos daría productos para comerciar con otros países a los cuales podemos dejarles la tarea de desarrollar las industrias más contaminantes que desearíamos mantener lejos de nuestras selvas. Podría extenderme largamente en la potencia deportiva que el Chocó podría ser una vez el nuevo gobierno aprovechara el talento de los chocoanos…

Y podemos seguir soñando. En un mundo ideal, el Chocó tiene cómo ser un país independiente. Habría mucho trabajo por hacer pero haciendo las cosas bien se puede generar el capital para desarrollar una nación que no ha podido florecer debido a la negligencia del gobierno centralista. A mí me gusta la idea de ser colombiano, pero me gusta más la idea de un Chocó desarrollado, con o sin el resto de Colombia. Pensemos en fortalecer un movimiento por un Chocó independiente para lograr un Chocó mejor, separados o no.

Ypsilanti, Michigan, E.U., 15 de agosto de 2009
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martes, 11 de agosto de 2009

Adiós a ‘El Guajiro’


Arnoldo "El Guajiro" Iguarán

8 de agosto de 2009

Aunque los más jóvenes no lo conozcan al país le llegó la hora de hacerle una despedida a uno de los grandes futbolistas que ha dado Colombia. De hecho se retiró hace años, a mediados de los 90, pero la despedida se la habíamos quedado debiendo. Hablo de Arnoldo “El Guajiro” Iguarán, o como el Pibe Valderrama lo llamó, “Igua”, el más grande goleador de todos los tiempos en nuestro país. El pasado 7 de agosto se celebró en “El Campín” de Bogotá el partido de despedida de ‘El Guajiro’ con alineaciones del Millonarios de finales de los 80 y la Selección Colombia de comienzos de los 90.

Este afrocolombiano, a mucho honor, nacido en la ciudad de Riohacha en 1957, le dio muchas alegrías al fútbol colombiano en los 80 y 90 gracias a su potencia, su velocidad y una efectividad arrolladora que temían los defensas y arqueros de los equipos contrarios. Era mi ídolo de niñez pues nadie como él sabía encajar la pelota en el arco rival. En una época en la que los delanteros argentinos abundaban y eran idolatrados en los clubes nacionales, Iguarán ponía la cuota criolla en las tablas de goleadores, ¡y de qué manera!

“Igua” siempre fue un jugador serio dentro y fuera de la cancha. Esa seriedad se le notaba en el rostro cuando tenía la pelota en sus pies y era parte de su potente arsenal pues intimidaba al más valiente. Era la carta de presentación de la fuerza con la que avanzaba hacia la meta, con zancadas de gacela y potencia de rinoceronte, que muy pocos podían frenar sin incurrir en faltas, generalmente violentas, porque con el ‘Guajiro’ eso era tarea herculeana. Pero al marcar un gol la calidez de este hombre brillaba en su sonrisa blanca y gigantesca que exhibía al celebrar en compañía de toda la hinchada; de hecho en compañía de toda Colombia cuando el gol era con la Selección.

El afro y el bigote poblado de Iguarán desfilaron por varios clubes colombianos y uno extranjero: Cúcuta, Tolima, Santa Fe, Junior y Millonarios, en Colombia, y Deportivo Táchira en Venezuela. Si hubiera nacido 10 años después, estoy seguro que de se lo habrían peleado clubes brasileros y argentinos, y después españoles, italianos, ingleses y alemanes. No logró brillar en una Copa Mundo porque el pináculo de su carrera se dio cuando Colombia era un equipo de media tabla para abajo en el panorama suramericano. Aunque contábamos con las super lumbreras de Iguarán y Willington Ortiz, ni el resto de los jugadores ni los planteamientos técnicos eran ideales para hacer descollar a la Selección. Iguarán fue incluso ignorado por varios técnicos que veían en él un “jugador de club y no de selección”. Pero hizo muchos goles en Copa Libertadores y fue el único jugador en la primera división del fútbol colombiano que fue goleador dos años consecutivos.

Con la Selección marcó 25 goles, más que cualquier otro jugador, y seguido sólo por Faustino Asprilla, con 20. 4 de esos goles fueron marcados en eliminatorias a mundiales y 10 en Copas América, incluyendo 4 en la de 1987, en Argentina, cuando fue goleador bajo la tutela de Pacho Maturana. La del 87 es una copa que recuerdo especialmente pues a Maturana lo criticaron mucho por haber llevado a Iguarán, a quien la prensa consideraba “muy viejo” para estar allí. Pues bien, marcó un gol en la victoria 2-0 sobre Bolivia y los tres de la victoria 3-0 sobre Paraguay. ¡Qué manera de cerrarle la boca a todos los escépticos! ¡Los tres goles fueron de gran factura, con un despliegue físico impresionante!

Arnoldo Iguarán se retiró del fútbol en 1995, pero apenas ahora se le hace un partido de despedida, en el que jugaron, entre muchos otros, Willington Ortiz y Carlos Valderrama, los dos íconos futboleros más notables de Colombia y grandes amigos de “Igua”. Millonarios y la Selección Colombia se enfrentaron el 7 de agosto en ‘El Campín’ e igualaron 2-2. Iguarán vistió la camiseta amarilla en el primer tiempo, y anotó gol. En el segundo tiempo se vistió de azul y siguió haciendo recordar a los más de 20 mil aficionados que lo acompañaron con el grito de “¡Iguarán! ¡Iguarán! ¡Muchas gracias, Iguarán!”. Con la vista puesta en el futuro ‘El Guajiro’ invitó a su hijo, Carlos Arnoldo, al campo de juego en la última jugada y el pequeño, de unos 10 u 11 años, anotó gol. Si hijo de tigre sale pintado en unos diez años tendremos en Carlos Arnoldo un goleador que nos va a dar muchas alegrías.

Desde Barûle Gazette un gran abrazo de agradecimiento a Arnoldo ‘El Guajiro’ Iguarán, por la entrega, el sacrificio, los goles y la alegría que nos brindó a los colombianos por tantos años. Y especialmente por haber hecho soñar a un niñito que idolatraba a ese delantero hábil, fuerte y veloz, que con las piernas o la cabeza inflaba las redes de cualquier arco rival. Ese niñito, que no se cansaba de gritar “¡goooooooooool de Iguaráaaaaaannnnnn…!”, y que hoy, hecho biólogo, profesor y columnista, agradece todo lo que nos dio uno de los más grandes. ¡Gracias, Guajiro!


Ypsilanti, Michigan, E.U., 8 de agosto de 2009
Para Barûle Gazette

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Racismo, política y cerveza


1º de agosto de 2009

Alguna vez, durante mis primeros semestres de universidad, unos amigos y yo estábamos reunidos en la casa de una amiga haciendo un trabajo en grupo para alguna materia. Mi amiga y yo salimos a comprar comida para todos y en el camino vimos un Mercedes Benz conducido por un hombre afrodescendiente. Mi amiga se quedó mirando el carro y después de unos segundos volvió la cabeza hacia mí y dijo: “No te vayas a ofender pero obviamente ese no es el dueño del carro…”. Yo sonreí con una mezcla de tristeza y mal genio y algo le dije; ya no recuerdo qué. Pero la imagen de ese hombre en el asiento del conductor de un carro de lujo y el comentario de mi amiga no se me olvidan. Más allá de que la aseveración fuera cierta o no, mi reacción se debió al hecho de que se asumía que el hombre no podía tener el dinero para pagar un carro de esa marca simplemente por ser afrodescendiente. Esa misma amiga poco después reconoció ser racista, aunque no sé cómo reconciliaba esto con el hecho de tener varios amigos afro y de ser una mestiza con más características indígenas que euro. Racismo interiorizado, tal vez.

Esta no pasa de ser una anécdota de las muchas que nos ocurren con frecuencia a los afrodescendientes de muchos países, pero de vez en cuando las circunstancias en las que ocurren historias parecidas, y por ser los protagonistas quienes son, los medios de comunicación prestan atención e invitan al público a reflexionar. Esto fue lo que ocurrió hace unos días, cuando en la ciudad de Cambridge, en el área metropolitana de Boston (Massachussets, E.U.), un afrodescendiente fue detenido en su propia casa tras ser considerado sospechoso de intento de robo a la residencia. La historia, en resumen, fue así:

El Dr. Henry Louis Gates, profesor afrodescendiente de la Universidad de Harvard (en temas de literatura afro con enfoques sociológicos e históricos) volvía a su casa después de un viaje a China en el que dictó algunas conferencias académicas. La puerta de su casa estaba trabada y entre él y su chofer la destrabaron para poder entrar. Una vecina los vio y llamó a la policía pues al destrabar la puerta parecían estar forzándola, así que denunció un intento de robo. El sargento de policía James Crowley fue enviado a investigar y llegó a la casa del Dr. Gates, quien no sabía de la denuncia. El Sgto. Crowley le pidió al Dr. Gates que saliera y éste se negó. Después de un tire y afloje el Dr. Gates le mostró a Crowley su identificación demostrando que era el residente de la casa, pero el policía aún tenía sus dudas e insistía en que el Dr. Gates saliera. La discusión subió de tono, los dos hombres se salieron de sus casillas y el Sgto. Crawley detuvo al Dr. Gates bajo el cargo de “conducta escandalosa”. Allí se armó Troya.

El hecho de que un hombre afro respetado, con los pergaminos académicos del Dr. Gates, quien ha ganado numerosos premios y becas, y es el editor en jefe de una revista electrónica de asuntos afroestadounidenses (The Root; http://www.theroot.com), hubiera sido detenido por un policía eurodescendiente, en su propia casa, encendió la mecha de un escándalo explosivo en el que intervino hasta el presidente de E.U., Barack Obama. Las reacciones tanto del policía como del detenido son entendibles debido a las múltiples tensiones que tradicionalmente han existido entre los afroestadounidenses y la fuerza pública y dio pie a una serie de malentendidos que llevaron a que el Dr. Gates terminara fichado en la estación de policía de Cambridge, y a que Obama, en una rueda de prensa destinada a informar de un asunto totalmente diferente, dijera que el Sgto. Crawley había actuado “de manera tonta”, expresión por la que tuvo que disculparse públicamente.

El público reaccionó de varias maneras. Muchos sintieron que el Dr. Gates fue detenido por ser un afro viviendo en una casa bonita y que el policía, como muchos eurodescendientes, no podía creer que hubiera un afro tan alejado del estereotipo del afroestadounidense pobre, rapero y pandillero. Muchos opinaron que el policía sólo cumplía con su deber, estaba siendo cauteloso, y el Dr. Gates fue imprudente y grosero. Algunos opinaron que fue un simple malentendido. Pero lo más interesante de este caso en particular no fue el incidente en sí mismo, sino lo que vino después.

A diferencia de la mayoría de incidentes en los que se presume la culpabilidad del hombre afro, en este hubo un diálogo muy publicitado. Muchos otros casos terminan con resentimientos porque la policía (“el establecimiento”) actuó de manera injusta contra alguien de minoría étnica, por un lado, y porque, “como era de esperarse”, la persona perteneciente a la minoría étnica irrespetó a la autoridad, por el otro. Pero esta vez Barack Obama, quien metió leña al fuego con el comentario del que tuvo que retractarse, invitó al Sgto. Crawley y al Dr. Gates a hablar del asunto con él y el vicepresidente de E.U., Joe Biden, en la Casa Blanca. Lo mejor de todo, y un detalle relativamente irrelevante pero que celebro casi con euforia, ¡es que Obama propuso que la charla se diera alrededor de unas buenas cervezas! ¡Qué detallazo, Barack!

Los cuatro hombres se reunieron, las partes del conflicto limaron asperezas, se olvidaron de sus resentimientos, prometieron no adelantar acciones legales, y le dieron al mundo un ejemplo de cómo se arreglan estas cosas: Sentándose a hablar abiertamente del asunto, dando la cara y manteniendo una mente abierta. La cervecita, aunque no era importante, fue un detalle simpático y agradable.

Todo este embrollo comenzó porque la sociedad occidental, de mentalidad colonialista, aún no acepta que personas no eurodescendientes puedan poseer bienes materiales que hace poco más de un siglo, o incluso menos, se consideraban reservadas para los “amos blancos”. Aunque el policía no fuera consciente de ello ese fue el detonante de todo el lío. Pero, repito, en este caso se dialogó sobre el asunto, lo cual es un paso importante en la dirección correcta. Falta mucho para solucionar el problema de racismo y eliminar estereotipos, pero por algo se comienza.

En cuanto a mi amiga, la que reconoció ser algo racista, en Australia se unió a una ONG que hace labor humanitaria en África y por algunos años trabajó apoyando refugiados angoleños en Zambia. ¿Karma o un corazón gigante que se niega a dejarse dominar por el racismo inconsciente occidental? Me inclino hacia la segunda razón y es una de las razones por las que la quiero tanto.

Esta reflexión me lleva a la conclusión de que, poco a poco, la pelea contra el racismo se puede ir ganando. Pero hay que actuar de forma concreta. Incluso si se comienza a hablar del asunto cerveza en mano.


Ypsilanti, Michigan, E.U., 1º de agosto de 2009
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Colombia, AfroColombia e Independencia

20 de julio de 2009

Una vez más nos ha llegado el 20 de julio y una vez más es hora de reflexionar acerca de lo que esta fecha significa para los afrocolombianos. Hace un año comenté en esta columna las razones por las que los afrocolombianos debíamos sentirnos orgullosos de ser colombianos, pues este país no sería lo que es de no haber sido por nosotros y nuestros hermanos indígenas. Realmente nuestra independencia legal vino mucho después de 1810 (grito de independencia) y de 1819 (independencia definitiva de la corona española) pues, a pesar de las promesas hechas a los afro que pelearon en el ejército libertador, la liberación de los esclavos se dio sólo en 1852. Acabo de releer mi columna de hace un año y quiero hacer algunas reflexiones más sobre el tema.

A pesar de ser colombianos legalmente libres desde hace 157 años nuestra independencia real no tiene una fecha exacta y creo que ha sido un proceso gradual. Debido a la discriminación y la opresión de las que históricamente hemos sido víctimas, hay muchos afrocolombianos que aún son esclavos. Esa mentalidad esclava fue la que los europeos, no solamente los españoles, nos impusieron para poder controlarnos y evitar rebeliones, lo que les funcionó de maravilla, con muy pocas excepciones. De hecho les funcionó tan bien, que aún hoy en día hay tanto afros como eurodescendientes que consciente o inconscientemente creen en la superioridad de la “raza blanca”, lo cual es un factor crítico para que tantos afrocolombianos aún estén sumidos en la pobreza.

Esa mentalidad esclavista todavía evita que muchos que tienen talento puedan salir adelante. Se refleja en un sinnúmero de complejos que existen y que hace a quien los padece presa muy fácil de los racistas que aún intentan oprimirnos. Poco a poco muchos afro hemos ido rompiendo esas cadenas invisibles que nos atan y a través de la educación (los seguidores de esta columna saben que es un tema recurrente) hemos logrado progresos que hace 100 años eran casi imposibles y aún hoy en día para muchos aún son impensables. Nuestra independencia, la de los afro, es sólo parcial, está en proceso y por eso no se le puede poner fecha exacta. Es una guerra que todavía estamos peleando y que no podemos parar hasta que seamos realmente libres e independientes. No me refiero a una independencia política de Colombia, sino a una independencia intelectual, que nos permita ser actores relevantes en todos los ámbitos de la vida del país de igual a igual con los grupos étnicos mayoritarios.

En nuestra guerra de independencia continuada puede que no estemos derramando sangre (aunque hay afros que sí la están derramando por culpa de los fusiles de guerrilla y paras, lo cual comentaré en una próxima columna), pero sí mucho sudor y muchas lágrimas. El sudor lo ponen quienes hacemos esfuerzos para que el color de nuestra piel no juegue en contra, y las lágrimas vienen de las frustraciones que muchos han sufrido en el proceso… Y aún faltan muchas lágrimas y vaya uno a saber cuánto sudor más.

Aún tengo la opinión de que el celebrar la independencia de Colombia desde el punto de vista afro es cuestión de opinión. Yo la celebro, sin ser ciego a nuestros padecimientos, a nuestra lucha actual y a los factores que aún juegan en nuestra contra. La celebro porque en muy buena parte la independencia colombiana se logró gracias a los afrocolombianos de entonces (antes de la disolución de Colombia, hoy llamada la “Gran Colombia”). Le deseo un muy feliz cumpleaños a nuestra tierra querida y cierro con una lista corta de afrodescendientes que, directa o indirectamente, contribuyeron a romper el yugo español (hay más, pero mis conocimientos en historia me fallan en este momento): La abuela afro de Bolívar, Hipólita (la niñera de Bolívar), Juan José Rondón, Alexandre Petión, José Prudencio Padilla, Benkos Biohó, José María Córdova.


Ann Arbor, Michigan, E.U., 20 de julio de 2009
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Ortez y “el Negrito del Batey”


Enrique Ortez Colindres, ex-canciller hondureño, dando declaraciones
en las que incluyó comentarios racistas acerca de Barack Obama


11 de julio de 2009

En esta columna he hablado del racismo asolapado de los latinoamericanos mestizos y eurodescendientes y del cinismo del que hacen gala cuando hacen comentarios racistas pero dicen que “no son racistas” (al menos algunos, porque otros pecan de una inocencia asombrosa). Notemos que este es el tipo de temas que generalmente se abordan sólo en publicaciones como Barûle Gazette, pero hace unos días alguien hizo un comentario al que medios de comunicación de alcance global sí le prestaron atención: El ahora ex–canciller de Honduras (del lado del presidente golpista Roberto Micheletti), Enrique Ortez Colindres, se refirió a Barack Obama en una entrevista televisiva no como “el presidente Obama” sino como “el negrito”. Y como si no fuera suficiente, en una entrevista posterior dijo “No tengo prejuicios raciales, me gusta el negrito del batey que está presidiendo los Estados Unidos”.

Este hombre mestizo, de clase dirigente latinoamericana, resumió en una frase la actitud racista hacia los afrodescendientes, el cinismo de los racistas, y la ignorancia monumental de la clase dirigente de todos nuestros países. Alega no tener prejuicios raciales, pero en Obama, un hombre elocuente, educado, inteligente, carismático y que está haciendo historia, no ve más que un “negrito”. Si eso no es una actitud racista, entonces no sé qué puede considerarse como tal. Al intentar negar su racismo dice que este “negrito del batey” le gusta, como si eso borrara el racismo y el irrespeto de su declaración anterior… No puede ser más cínico porque no puede. Y además, Ortez dice ser diplomático, pero cuando se refiere a la cabeza del gobierno de un país vecino lo hace de manera inapropiada: ¡Qué hombre TAN ignorante! (dejo los comentarios ofensivos hacia El Salvador para otras columnas y blogs).

Hay algo que quiero resaltar, que evidencia aún más el cinismo de los racistas latinoamericanos: La noticia a duras penas si ha sido mencionada por medios de comunicación de habla castellana. Me enteré del comentario inaudito de Ortez por medio de la radio pública estadounidense, NPR, y de inmediato me di a la tarea de buscar los comentarios originales en español, pues la traducción al inglés puede ser muy ambigua. Utilizando motores de búsqueda en Internet encontré muchas páginas de medios de habla inglesa informando sobre el asunto, y reproducciones de la entrevista televisiva en YouTube, subtitulados en inglés. ¡Me tomó dos días encontrar las declaraciones originales en español! Los anglosajones de inmediato se dieron cuenta de la gravedad del asunto, y a los latinoamericanos a duras penas si les ha importado…

Seguramente esta omisión se debe a que la mayoría de latinoamericanos cree que los comentarios de Ortez no fueron racistas o les han quitado importancia porque fueron “simplemente un chiste” o porque los afrodescendientes somos “hipersensibles”. ¡Qué tristeza!

Para mí era muy importante leer las declaraciones del ex–canciller hondureño en castellano porque al escuchar la noticia en inglés no logré imaginarme el contexto original: “Ortez called President Obama ‘a little black man who knows nothing’ and ‘a little black hand-field’”, dijeron en NPR. ¿“Un negrito que no sabe nada” y un “peoncito negro”? Eso es lo que un oyente anglosajón se imagina al escuchar esas palabras. Refiriéndose a un dignatario de la envergadura, el intelecto y la popularidad de Barack Obama, esas son palabras de grueso calibre. Probablemente Ortez utilizó la palabra “batey” porque la ha escuchado en un merengue muy popular, sin saber que se refiere a asentamientos humanos supremamente pobres en los alrededores de plantaciones de caña de azúcar en República Dominicana (¡un diplomático no puede darse el lujo de mostrar su ignorancia de semejante manera!). De ahí que los medios hablados estadounidenses lo tradujeran como “peoncito”.

Enrique Ortez le demostró a los estadounidenses cómo se practica el racismo en Latinoamérica. Pero en América Latina muchos no lo han notado. Cuánto trabajo nos falta por hacer…

Fuente de las declaraciones en castellano: Tiempo, diario hondureño, versión en línea

Una de las fuentes de las declaraciones traducidas al inglés:
NPR

Ann Arbor, Michigan, E.U., 11 de julio de 2009
Para Barûle Gazette

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Maestros de maestros

27 de junio de 2009

Hace unos días participé en una discusión, en Facebook, acerca de la columna “La hora de los negros”, de María Elvira Bonilla, para El Espectador (14 de junio de 2009). La discusión se centró sobre la percepción que la periodista tiene de los afro, de algunos comentarios que sobraban en su columna y la intención de la misma (yo pienso que la columna era bien intencionada, pero algunas personas estaban en desacuerdo). Al margen de los temas alrededor de los que giró la discusión hubo algo que me llamó la atención: Es la primera vez que he visto que en un medio informativo de circulación nacional se hace mención de la generación de los educadores chocoanos que, hace 50 y 60 años, se dispersaron del país para impartir una educación de calidad a colombianos de otras regiones donde no había suficientes maestros.

Este hecho es bien conocido para mí, pues mi padre pertenece a esa generación, e incluso lo he comentado en esta columna (“Diáspora Afrocolombiana”, junio de 2008), pero no creí que alguien que no fuera chocoano llegara a reconocer el mérito de los integrantes de esta generación. Aprovechando el comentario de María Elvira Bonilla, quiero profundizar en el significado de esta primera diáspora afrocolombiana, pues quienes la conformaron merecen nuestra admiración, respeto y reconocimiento.

La Primera Diáspora Afrocolombiana se gestó en la Escuela Normal de Varones de Quibdó en los años 40 y 50. Allí se estudiaron chocoanos que vieron en la educación (¡y cuánta razón tenían!) una forma de luchar contra la pobreza y salir adelante. Y no solamente se educaron, sino que además se educaron en cómo educar, y es allí donde radica la gran fortaleza de quienes integran esta generación. El resto del país no tardó en darse cuenta de la gran calidad de maestros que la Normal de Varones estaba produciendo, y comenzaron a ofrecerles trabajo en regiones alejadas del Chocó querido, donde necesitaban maestros de calidad para educar a sus estudiantes.

Antioquia, Cundinamarca, Meta, Huila y Boyacá son algunos de los departamentos a donde la Primera Diáspora llevó conocimientos en “las artes y las letras” (como rezaba el himno de la Normal), pero eso no fue todo. Estos hombres se convirtieron en verdaderos embajadores del Chocó y de Afrocolombia: A donde quiera que fueran llevaban alegría, música, habilidades y conocimientos en deportes, y su piel. En muchos lugares fueron los primeros afro que los estudiantes vieron en sus vidas. Con toda esta carga de cultura y conocimientos, e inspirando el respeto que maestros de su calidad inspiraban, abrieron mentes y abrieron caminos. Abrieron un mundo de posibilidades para sus estudiantes, sus amigos y para las familias que en muchos lugares estaban fundando.

El aporte de estos pioneros chocoanos es invaluable. Aunque nunca vamos a poder recompensarlos lo suficiente, por lo menos debemos hacerles saber que aún hoy, más de medio siglo después del inicio de sus peripecias por la geografía colombiana, reconocemos la importancia de su obra, que en muchos casos aún continúa. Sus hijos tenemos una deuda especialmente grande con ellos, pues allanaron el camino para que nosotros pudiéramos caminar por el país y el mundo con la frente en alto, listos para repeler los ataques de los ignorantes que todavía creen en la inferioridad afro. Cuando pienso en lo que hicieron por nosotros no me queda más que hinchar el pecho con orgullo. Orgullo de hijo y orgullo afro. Es un orgullo que todos debemos sentir, pues ellos fueron y son embajadores de todos nosotros. Todavía tienen mucho qué enseñarnos y nuestro deber es aprender de ellos y atesorar sus enseñanzas.

Desde este rinconcito de Barûle Gazette, mil gracias a los integrantes de la Primera Diáspora Afrocolombiana por todo lo que han hecho por nosotros. Gracias, con mucho respeto y de todo corazón.


P.D. Un réquiem por Michael Jackson, un afro excepcional que nos dejó hace unos días. Su obra se hará cada día más grande. Aparte de ser un cantante y un bailarín fenomenal, Michael rompió barreras de índole racial y revolucionó la industria de los videos musicales. Su alma está ligada a su música, y es así como podrá seguir con nosotros por siempre.


Ann Arbor, Michigan, E.U., 27 de junio de 2009
Para Barûle Gazette

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“En nuestros países no hay racismo”

20 de junio de 2009

Hace poco estuve en una pequeña reunión en la que nos encontrábamos dos venezolanos, una peruana, un francés (que hablaba español ibérico) y dos colombianos. Los venezolanos eran los anfitriones y prepararon unas arepas, obviamente venezolanas, ¡absolutamente deliciosas! Para completar las damas estaban tomado vino y nosotros unos buenos cubalibres, al son de una música muy agradable. Se habló de muchos temas, la gran mayoría banales, y nos estábamos divirtiendo mucho, aunque no faltaban lapsos en los que la conversación se volvía trascendental. En uno de ellos nuestro amigo venezolano soltó la frase que me lleva a escribir esta columna: “Pero lo bueno de nuestros países es que no hay racismo…”

Los dos colombianos lo corregimos de inmediato y la conversación no se extendió mucho porque no estábamos de ánimo para temas serios, pero la campanita me quedó sonando en la cabeza. No por sorpresa, porque no es la primera vez que escucho semejante disparate (inocente, pero disparate), sino porque es la confirmación de un fenómeno que he notado en los pocos países latinoamericanos que he visitado y también en Colombia: La mayoría de la gente, en general una mayoría mestiza con complejo de “blanca”, cree que, como bien lo dijo el amigo de la anécdota, “aquí” no hay racismo. Donde dice “aquí” debe leerse el nombre del país seleccionado.

Este fenómeno está relacionado con la invisibilidad de afrodescendientes e indígenas, que he mencionado en columnas anteriores, y creo que en parte es promovido por el hecho de que en los medios de comunicación se habla de muchos casos de racismo explícito en otros países (E.U., Sudáfrica, Inglaterra, Francia, Alemania, España, etc.) pero no en América Latina. En nuestros países no hubo Apartheid como en Sudáfrica, no ha habido segregación legal como en E.U., no hemos escuchado de gente asesinada por el simple hecho de ser afro (con la excepción de un caso reciente en Bogotá), no hemos tenido líderes antirracistas tan famosos como Martin Luther King, hijo, o Nelson Mandela, y no hemos tenido un movimiento pro-derechos civiles unificado.

En nuestros países, el racismo va por debajo de cuerda. Cuando hay casos de discriminación racial la gente lo niega y saca mil excusas para explicar lo sucedido, casi siempre comenzando con las frases “nooo… no es porque sea negro…” o “no es que sea racista, pero…”. El racista sabe que lo es, pero le cuesta mucho usar esa palabra. Me he preguntado el porqué y sólo se me ocurre que se debe a la influencia del catolicismo a ultranza que se ha visto en los países invadidos por España y Portugal, que prohíbe tratar mal al prójimo, al menos en el papel. Si algún lector versado en el tema conoce alguna razón comprobada a través de investigación, por favor contáctenos a la Barûle Gazette.

Hay otro aspecto interesante. Precisamente porque los racistas evitan el término, no hablan abiertamente de sus ideas y valores retorcidos, y camuflan los actos de discriminación, la gran mayoría de quienes no son racistas llegan a creer que el racismo no existe. Pecan por inocentes, pero al hacerlo hacen que la solución al problema sea un poco más difícil de lograr. La lucha contra la discriminación en Latinoamérica es complicada porque se niega la existencia del problema, por un lado, y por el otro hay quienes no lo ven. Pero aquellos que tenemos la piel más oscura, el cabello más ensortijado y la nariz más ancha lo sentimos casi a diario. Si además de afro se es pobre, el problema se vuelve inmanejable. Si se llega a añadir poca educación como factor la víctima vive en un verdadero infierno.

Tengo muchos amigos mestizos que tienen muy claro que el problema existe. Me gusta discutir el tema con ellos para mantener la llamita encendida, lo cual es crucial para lograr un debate más abierto sobre el tema. Con esta columna tengo la esperanza de que más personas mestizas y eurodescendientes lleguen a leer lo que he expuesto y reflexionen sobre sus ideas y sus actos. Ojalá también discutan esto con sus conocidos y se pueda crear un poquito más de conciencia que facilite un debate público. Y para mis lectores afro, que sin duda son la mayoría, cuando tengan la oportunidad discutan esto con amigos de otras etnias. En algunos casos esa discusión tiene que comenzar por abrirles los ojos, y en algunos otros tal vez sea más fácil porque la conciencia ya habrá sido creada.

Lo bueno de nuestros países es que la gente sabe que el racismo es vergonzoso. Pero existe. Aunque muchos no lo vean.


Ann Arbor, Michigan, E.U., 20 de junio de 2009
Para Barûle Gazette

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Afrocolombianidad: Hay progreso, pero falta


Luis Antonio Robles, congresista Afro colombiano del siglo XIX

31 de mayo de 2009

(…)Esta sangre, la misma de mi raza, sirvió también en la guerra magna para fecundar el árbol de la libertad. En la obra de la independencia ni la sangre de los negros escaseó, ni los blancos la hubieran repudiado como innecesaria. Sí, pertenezco a la raza redimida por la República, y mi deber es servirle a la que volvió pedazos el yugo secular.”

Luis Antonio Robles, 1876


Esta es una de las sentencias famosas del “Negro” Robles, afrocolombiano representante a la cámara en el siglo XIX, quien, además de sus rutinarios quehaceres como congresista, tuvo que lidiar ataques racistas que no faltaban en una sociedad con complejo de española en la época (a pesar de la guerra de independencia de comienzos de siglo). Hoy, 157 años después de haber abolido legalmente la esclavitud, esa misma sociedad aún tiene complejos y aún nos cobra caro esa dosis elevada de melanina en la piel.

El gobierno nacional finalmente ha decidido exaltar la existencia de los afrocolombianos. Se ha instituído el 21 de mayo como el Día de la Afrocolombianidad; el día del aniversario de la abolición de la esclavitud en Colombia. Es un reconocimiento mínimo que, como se refleja en la frase de Robles, nos hemos ganado a pulso desde antes de la independencia del yugo español. No olvidemos que fueron los afrocolombianos (o afrogranadinos, en ese entonces) los primeros americanos que se independizaron del imperio español, y bajo el liderazgo de Benkos Biohó fundaron en el siglo XVII lo que hoy es San Basilio de Palenque, un pueblo independiente, reconocido incluso por la corona española.

Además de aportar esta semilla de espíritu libertario los afrocolombianos formamos parte importante del ejército libertador, al lado de indígenas, mestizos y criollos de origen europeo. Somos, pues, parte del mosaico étnico que eventualmente se convirtió en la República de Colombia. Habiendo aportado mucha sangre, y muchísimo sudor, pues fuimos el grueso de la mano de obra que mantuvo la economía nacional poco después de la independencia, no nos merecemos el silencioso repudio con el que el país nos ha tratado por décadas. Colombia no sería lo que es sin nosotros. Probablemente se habría independizado de España mucho después de no haber sido por nosotros. Pero, al igual que los indígenas, hemos sido cruelmente ignorados y condenados a la desidia, lo que ha colaborado a mantenernos en la pobreza en un país donde nadie debería morirse de hambre.

Se lograron avances cuando se redactó la constitución del 91, y se ha logrado un avance más con la institución del Día de la Afrocolombianiadad. Pero, como nos lo demuestran ejemplos en otros países (E.U. y Sudáfrica vienen a la mente), estos pequeños progresos no son un indicio del fin del racismo en Colombia. Claramente hay cosas que se han hecho bien, y hay que seguirlas haciendo. Hay afrocolombianos que se han destacado en música y deportes. Hay algunos académicos que han resaltado la importancia de nuestra colaboración en la construcción de Colombia como nación. Hemos logrado hacernos visibles y transmitir el mensaje de nuestra causa, de forma que tenemos aliados entre la mayoría mestiza y la minoría eurodescendiente. Esfuerzos como estos deben seguirse haciendo para avanzar hacia una meta que probablemente no lograremos ver cumplida durante nuestras vidas (al menos las vidas de los de mi generación).

Todavía queda mucha tela por cortar. Aún hay demasiada discriminación, institucional y personal, hacia nosotros. Aún se nos niega la entrada a establecimientos y eventos públicos y a entidades educativas. Todavía hay quienes botan a la basura la hoja de vida de afrocolombianos que solicitan empleo, sin siquiera considerar si la persona está calificada. Aún hay quienes dicen “negro ni el carro”, o “que vivan los negros, pero que vivan lejos”. Estas son frases que yo he escuchado, y no historias que me han contado.

El Día de la Afrocolombianidad es un referente importante, pero es sólo eso: Un referente. Se puede usar como uno de los muchos puntos fuertes en nuestra continua lucha contra la discriminación. Debemos celebrarlo, pero nunca pensar que es suficiente. Nuestra meta no es que se reconozca un día para que gritemos “¡presente!”. Nuestra meta es que en el día a día se nos reconozca como seres humanos y que el color de nuestra piel no sea un factor para ninguna decisión. La meta es que no seamos “el negro” para nadie, sino Fulano o Mengano. Debemos hacer que la gente no piense siquiera en que somos más oscuros cuando interactúen con nosotros. Debemos hacer que el color de la piel se convierta en algo irrelevante. Falta mucho por recorrer en este camino largo y culebrero.

Pero mientras tanto, celebremos el hecho que al menos por un día en mayo no somos tan invisibles para los demás como en un día común y corriente. Feliz Día de la Afrocolombianidad, aunque el deseo venga diez días tarde.


Ann Arbor, Michigan, E.U., 31 de mayo de 2009
Para Barûle Gazette

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La conexión es universal

15 de mayo de 2009

Aunque mi diploma dice que soy biólogo también soy humanista. “Tegua”, dirían algunos, pero soy humanista. Y es gracias a mis padres, lingüistas ambos, quienes plantaron en mí la semillita humanista y a veces queriendo, y a veces no, proveyeron el ambiente perfecto para que germinara y se desarrollara. Aclaro esto simplemente como excusa para contarles que generalmente, cuando ando por la vida, lo hago pensando más en la gente y sus culturas que en el último artículo científico que leí, o en el que tengo que publicar.

Viajar, tanto por Colombia como por fuera de ella, es un viaje más intelectual que geográfico, precisamente por andar pensando en la gente que veo y que conozco. Hay algo que he notado cuando he estado en lugares en los que los afro somos minoría, y un poquito en donde somos mayoría: Todos tenemos una conexión que rompe el hielo en donde y cuando uno menos lo espera. Hay una excepción con algunos afrodescendientes estadounidenses, pero eso se explica por razones que he comentado antes (ver columna “Afro y afro estadounidense no es lo mismo”). Pero en general esa conexión permite que no nos sintamos solos en el mundo.

Esa conexión la noté por primera vez mis caminatas por Bogotá, donde otros afrocolombianos me saludaban por la calle aunque no me conocieran. “Negro…”, “mi sangre…” son expresiones que recuerdo bien. Mis amigos mestizos me preguntaban si el fulano que me había saludado era conocido mío, y cuando les decía que no quedaban algo confundidos. Pero para mí no era nada extraño.

Luego vinieron los viajes por fuera de Colombia y la forma en la que la conexión se percibía era distinta, pero allí estaba. Trinitarios, granadinos, jamaiquinos, haitianos, ghaneses, nigerianos, sudaneses, etíopes, eritreos, angoleños, ugandeses, ingleses… todos afro. Con todos he sentido una cercanía que va más allá que con gente de otras partes o etnias no afro. Cuando hice mi doctorado en Illinois, en E.U., aunque mi grupo social eran los miembros de la asociación de estudiantes latinoamericanos, con ellos la amistad se desarrollaba de manera más convencional. Siempre con afrodescendientes existía esa conexión especial que no sé cómo definir.

Hoy tuve un encuentro interesante que se sumó a la lista: un afro árabe. Literalmente. Un afro de Arabia Saudita. Me sorprendió un poco porque los árabes que he conocido, y me refiero no sólo a los de saudíes sino a todos los árabes en general, son más bien toscos y recelosos. Con ellos no he logrado romper esa barrera que evita que seamos amigos y siempre he pensado que es por aspectos culturales que comparados con los nuestros son tan dispares que dan pie a choques sutiles que estorban una relación de amistad. Pero el afroárabe que conocí se salió de ese esquema. De hecho, por el acento que tenía, creí que era nigeriano y no oculté mi sorpresa cuando me dijo que era saudí, porque con él noté la misma conexión que he notado con afros de otros lugares.

No tuve mucho tiempo para hablar con él y no creo que lo vuelva a ver. Pero sé que si las condiciones se dieran podríamos hacernos amigos fácilmente. Lo que sea que detecta sea afroconexión me lo dice. Esa sensación que no sé cómo explicar y que no sé si siento en mi corazón, mis entrañas, mi cerebro, o en todos a la vez.

Este encuentro me hizo recordar una de mis canciones favoritas de Bob Marley: “Africa unite” (África únete). Yo veo la canción como una canción para la diáspora africana. Una canción para todos los afro que estamos unidos por esa conexión especial que nos permite romper barreras culturales. Y esa unión es posible. El encuentro de hoy con el afrosaudí me lo confirmó. Lo sé porque esa conexión afro no es sólo afrocolombiana. Es universal.


Ann Arbor, Michigan, E.U., 15 de mayo de 2009
Para Barûle Gazette


Africa Unite
Bob Marley

Africa, unite
cause were moving right out of babylon
And were going to our fathers land

How good and how pleasant it would be
Before God and man, yeah
To see the unification of all africans, yeah
As its been said already let it be done, yeah
We are the children of the rastaman
We are the children of the higher man

Africa, unite cause the children wanna come home
Africa, unite cause were moving right out of babylon
And were grooving to our fathers land

How good and how pleasant it would be
Before God and man
To see the unification of all rastaman, yeah

As its been said already let it be done, yeah
I tell you who we are under the sun
We are the children of the rastaman
We are the children of the higher man

So, africa, unite, africa, unite
Unite for the benefit of your people
Unite for its later than you think

Unite for the benefit of your children
Unite for its later than you think
Africa awaits its creators, africa awaiting its creators
Africa, youre my forefather cornerstone
Unite for the africans abroad, unite for the africans a yard
Africa, unite

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¿Carretera o no carretera?

09 de mayo de 2009

Cuando tenía 13 años tuve la gran oportunidad de ver el océano Pacífico con mis propios ojos por primera vez. Fue durante unas vacaciones maravillosas que pasé con mis padres en Bahía Solano y quedé totalmente enamorado del mar, y más enamorado del Chocó. Dos años después repetimos vacaciones, esa vez en Nuquí, y el idilio con el Chocó y el Pacífico se hizo aún más grande. Lo mejor de todo en ese viaje fue saber que mi papá estaba interesado en comprar un terreno para construir una casita cuando llegara la carretera al mar, un proyecto que estaba en camino… Esto pasó a mediados de los años 80.

Aún hoy sólo se puede llegar a Nuquí y a Bahía Solano por barco o por avión. Y por experiencia sé que el aeropuerto de Bahía Solano se llama (¿o llamaba?) “Salsipuedes” por razones muy válidas. Así que la idea de una carretera conectando el mar con el interior del Chocó es algo para pensar en serio, porque este proyecto cuya necesidad es obvia tiene un montón de complicaciones que son muy difíciles de solucionar. Y como chocoano de alma y corazón, amante de las culturas indígenas y afrodescendientes, y como biólogo marino y zoólogo, tengo sentimientos encontrados al respecto.

Tras muchísimas peleas a través de los años el gobierno nacional ha aprobado una licencia ambiental para iniciar trabajos del primer tramo de la carretera a Nuquí. Entre los argumentos que se han esgrimido para tumbar el proyecto están la conservación de la biodiversidad y la conservación de las culturas locales, que supuestamente no estarían de acuerdo con una intervención de la cultura occidental. Sé que no es el caso con la cultura afro, que pide a gritos las carretera para tener oportunidades de desarrollo económico en la región. No sé si es el caso de los grupos indígenas del área, pues así como he conocido indígenas que evitan a toda costa la “occidentalización” de su cultura hay otros que no tienen ningún problema con que esto ocurra. Así que algunos de los argumentos esgrimidos son inventos de gente que no tiene ni idea de lo que ocurre en la región, o de manipuladores que quieren sabotear el proyecto a como dé lugar.

¿Y qué hay de los argumentos de conservación de la biodiversidad en el área? Esos son más fundamentados pero igual de complejos. El departamento del Chocó es el corazón de una región que por sus características geográficas, climáticas y ecológicas ha sido llamada el Chocó Biogeográfico, que se extiende desde el centro de Panamá hasta la costa norte de Perú. Las características particulares de esta región la han hecho una de las áreas de mayor riqueza y diversidad biológica en el planeta. Sé que muchos científicos del mundo, interesados en la biología del área (en argot científico, interesados en biología neotropical) tienen entre ojos el Pacífico colombiano, además de los valles entre las cordilleras que atraviesan nuestro país, a donde no han ido a hacer sus investigaciones por culpa de la situación de orden público de las últimas décadas.

El Chocó biogeográfico es un bosque húmedo tropical y como tal es uno de los ecosistemas más frágiles de la naturaleza. Un bosque húmedo tropical tiene toda su riqueza en los organismos que allí viven. Los suelos son supremamente pobres en nutrientes porque éstos están siempre en un ciclo infinito de ser vivo a ser vivo. Cuando se tala un pedazo de selva para explotación agrícola o ganadera el suelo muere en pocos años, porque el ciclo de vida (y de nutrientes) se interrumpe. Mi gran miedo es que en el Chocó una carretera podría causar un daño irreversible al ecosistema, si no se hace con cuidado.

Hay medidas que se pueden tomar para hacer el proyecto de forma que sea ambientalmente viable; de forma que haya carretera y se mitigue el impacto ambiental. Pero la mayoría de esas medidas incrementarían el costo del proyecto y dudo mucho que exista una voluntad del gobierno para ejecutar un proyecto limpio desde el punto de vista ambiental. Hay tantas presiones por parte de tantos grupos, que temo que se haga una carretera como salga con tal de darle contentillo a las partes que han luchado por hacer que el proyecto se ejecute.

Algunas ideas que se me ocurren, a vuelo de pájaro, son limitar los asentamientos humanos a ciertas áreas aprobadas de forma que no se afecte tanto la biología del área. Evitar interrumpir el flujo de ríos y arroyos importantes para poblaciones de organismos locales. Asegurar que haya pasos por debajo de la calzada cada cierta distancia para permitir la migración normal de animales pequeños para los que una carretera es una barrera que puede fragmentar sus poblaciones. Prohibir la tala de árboles más allá de los lugares donde se permite la presencia de grupos humanos.
Hay muchas ideas más que se me ocurren para que una carretera satisfaga las necesidades económicas de la región, y respete las comunidades biológicas que representan la mayor parte de la riqueza local. A quienes saben del diseño de este tipo de proyectos “verdes” seguramente se les ocurrirán muchas más.

¿Estará nuestro gobierno dispuesto a implementar medidas de este tipo? ¿Permitirían las comunidades locales que éstas se implementen? Es más… ¿sabe la gente que ese tipo de medidas deberían implementarse? Mi respuesta es que lo dudo mucho. Tengo miedo de que debido a la presión que ha habido para impulsar el proyecto y la tensión creada entre grupos con distintos intereses la carretera se construya mal. Tengo miedo de que en pocos años haya que invertir millones para repararla y de que se haga un daño probablemente irreversible a la flora y fauna de la región. Más allá de esto, tengo miedo de que los beneficios de la culminación del proyecto sean para las clases dirigentes y no para la gente que tanto los necesita.

He escuchado voces que celebran el que se haya otorgado la licencia ambiental al proyecto. Yo tengo miedo de lo que vaya a suceder. No porque crea que la carretera no debe hacerse, sino porque no tengo la certeza de que se haga bien cuando se haga. Es un miedo que me surge de mi profundo amor por el Chocó. Ojalá que los resultados prueben que mis miedos eran infundados.


Ada, Ohio, E.U., 09 de mayo de 2009
Para Barûle Gazette

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El Presidente afro de Colombia

12 de abril de 2009

Colombia YA tuvo un presidente afro.

Para ser sinceros casi me voy de espaldas cuando me enteré. Se llamaba Juan José Nieto Gil, hijo de una zamba y un español, y gobernó a los Estados Unidos de la Nueva Granada entre el 25 de enero y el 18 de julio de 1861. Claro, no fue un evento tan espectacular como cuando en los Estados Unidos (de América) eligieron a Obama, pero no deja de ser importante el asunto. ¿Cómo fue el cuento? Vamos por partes.

Estamos hablando de cuando lo que hoy es Colombia se llamaba aún la Nueva Granada, después de la disolución de Colombia, que es la que hoy en día llamamos “la Gran Colombia”, para distinguirla del país actual. Estamos también hablando de la época en la que había luchas intestinas entre Federalistas y Centralistas, y el sistema de gobierno de nuestro país cambió varias veces en pocos años. Y estamos hablando de un presidente que gobernó por pocos meses entre Mariano Ospina Rodríguez y Tomás Cipriano de Mosquera.

La identidad étnica de Nieto: Su padre era español, y su madre fruto de la unión de afro e indígena, así que si fuéramos estrictos en realidad era mezclado. Pero si tenemos en cuenta que en Colombia cualquier persona de piel oscura y cabello rizado es llamado “negro” y tratado como tal, generalmente más para mal que para bien, Nieto cuenta como afrodescendiente legítimo.

¿Cómo llegó a ser presidente? Pues con gran esfuerzo el Sr. Nieto resultó elegido presidente (¿o era gobernador? Mi conocimiento en historia titubea) del estado de Bolívar, que abarcaba buena parte de lo que hoy es la costa Caribe de Colombia e incluía partes de lo que hoy son Antioquia y Santander. No era poca cosa, si tenemos en cuenta que controlaba los puertos más importantes de la Nueva Granada. Nieto era un gran aliado de las causas sociales y se había convertido en su cadillo regional. Como tal, estaba en contra de las aspiraciones centralistas del gobierno conservador de Ospina y estaba formando una alianza con los estados de Santander y Magdalena para derrocar al presidente de la nación. A esta causa se unió el gobernador del estado del Cauca, Tomás Cipriano de Mosquera, quien marchaba hacia Bogotá para tomarse el poder.
Omitiendo detalles relativamente menores, podemos decir que Nieto tenía suficiente poder para decidir, por decreto, autonombrarse presidente de la Unión mientras se superaba una demora para que Mosquera llegara a Bogotá a asumir personalmente ese cargo. Así lo hizo y fue reconocido por el resto de los estados del bloque anti-Ospina hasta julio de 1861, cuando Tomás Cipriano de Mosquera asumió el poder y Nieto pasó a ser General. Curiosamente los libros de historia pasan de Ospina Rodríguez a Mosquera, ignorando casi por completo a Nieto.

Casi, pero no del todo. Los historiadores caribeños sí habían registrado el hecho, aunque sólo reconocían el que el presidente y general era costeño y no reconocían su etnia. Incluso, en el Museo Histórico de Cartagena, había un óleo de Juan José Nieto con la banda presidencial puesta, pero su piel aparecía blancuzca, por retoques que se le hicieron en Francia. En 1974, cuando el cuadro fue restaurado, quedó al descubierto el color oscuro de la piel del fugaz presidente, razón por la cual los académicos cartageneros decidieron archivar la pintura en algún sótano, hasta que fue recuperada hace poco. Hay que recordar que la clase dirigente cartagenera es probablemente el círculo político y social más racista de Colombia, y tal vez de América Latina. El cuadro había sido retocado con el objeto de europeizar al personaje, lo cual ha sucedido con muchos personajes históricos, incluyendo el mismo Simón Bolívar, a quien no pocos llaman “el Zambo”. Un apoco así no se le daba nadie que tuviera la piel pálida.

El complejo de los cartageneros, en medida levemente menor, es también el complejo de toda Colombia. A través de los años una de las formas de racismo más frías ha sido invisibilizar a los afrodescendientes (e indígenas). No siempre se nos maltrata directamente, pero se nos ignora descaradamente, lo cual resulta supremamente cruel cuando se trata de personajes de importancia para la historia (José Prudencio Padilla, Juan José Rondón, Juan José Nieto, etc.) o incluso para la literatura (Candelario Obeso, José Artel, y el mismo Juan José Nieto, quien también fue novelista). De pequeño recuerdo compañeros de colegio que me preguntaban con desdén “pero a ver: ¿qué negro ha sido importante en Colombia?” Y yo no sabía cómo responder. Volvemos a un punto que ha sido discutido antes en esta columna: Es menester rescatar nuestra historia e integrarla al currículo de historia de los planteles educativos nacionales. Colombia es el fruto del trabajo de muchos pueblos y no sólo del español, como nos la pintan en el colegio. Hay que trabajar, no sólo para que se reconozca nuestra historia, sino para que personajes más recientes (por ejemplo Diego Luis Córdoba) y contemporáneos (por ejemplo la ministra de cultura Paula Marcela Romero Zapata) no sean borrados de ella.


Saugatuck, Michigan, E.U., 12 de abril de 2009
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2009: El año de la poesía negra en Colombia


Candelario Obeso, Poeta Afro cartagenero

28 de marzo de 2009

Se necesitó un presidente desesperado por lograr la aprobación de un tratado de libre comercio con E.U. (al que muchos nos oponemos, tanto en Colombia como en E.U.), y con la esperanza de lograr el apoyo de la bancada afrodescendiente del congreso de ese país norteamericano, para nombrar una ministra afro en Colombia. Y se necesitó que el Ministerio de Cultura tuviera una afrodescendiente a la cabeza para poder reconocer, finalmente, que la poesía afro en Colombia es parte importante de la riqueza cultural de nuestra nación.

Bueno, si nos enfocamos en que hay una ministra afro y nos olvidamos de las intenciones hipócritas detrás de su nombramiento, podemos ver el lado positivo de la historia: Nuestra representante en el ministerio está haciendo algo para reconocer la cultura afro como parte esencial de la riqueza cultural colombiana. Este año del Señor de 2009 es el “Año Obeso-Artel” en Colombia. Es un homenaje a la poesía “negra” de nuestro país, y al mismo tiempo un homenaje a los poetas afro Candelario Obeso, en los 160 años de su natalicio, y Jorge Artel, en los 100 años del suyo.

¡Ya era hora! Me pregunto porqué, cuando en el colegio estudié literatura colombiana, nunca me hablaron de estos poetas, entre muchos otros. Recuerdo haber declamado poesías del autor cubano Nicolás Guillén, porque quería recitar poesía afro en mis clases de español. No quería recitar a Pombo, Silva, Neruda, o García Lorca. Ni siquiera a Benedetti, que es uno de mis favoritos. Quería poesía afro y no encontré ni siquiera en la biblioteca de mi papá (que como biblioteca personal es gigante y muy completa en asuntos afro) un poeta afro colombiano. Bueno, al menos ahora tengo acceso a algunos, y se les está reconociendo a nivel nacional.

Estos dos poetas (Obeso y Artel) no son un fenómeno aislado. Me cuenta mi papá que en sus años mozos había en Quibdó un teatro que se llenaba para oir a poetas locales declamar, y a veces transmitían las veladas por radio. La poesía “negra” siempre ha existido en Colombia, pero ha sido cruelmente ignorada, hasta ahora, 20 años después de que la Constitución reconoció la importancia de la riqueza cultural de las comunidades afro en Colombia. ¿Porqué no hay publicaciones de distribución masiva con los poetas chocoanos de la generación de mi padre? ¿Porqué hay que acudir a lingüistas de élite para encontrar estudios sobre poetas afro? ¿Y porqué tuvimos que esperar a que se nombrara (a la fuerza) una ministra afro para que hubiera un reconocimiento?

Esta oportunidad no hay que dejarla pasar. Este año, con los eventos programados por el Ministerio de Cultura (cartilla disponible en formato PDF en http://www.mincultura.gov.co/?idcategoria=17488) hay que popularizar nuestra poesía y nuestra literatura. Hay que hacer que la literatura y la poesía afro sean parte de los programas curriculares regulares de los colegios y escuelas en Colombia. No se puede hablar de literatura colombiana y limitarse a los autores que descienden de españoles. Esa es sólo una parte de Colombia y no representa la diversidad étnica y cultural del país.

Sólo en el mes de marzo hubo conferencias y recitales de poesía para celebrar la vida y obra del líder Benkos Biojó y los poetas Obeso y Artel. Hubo en Cartagena un seminario internacional titulado “La diáspora africana en el bicentenario de la independencia de Cartagena y la independencia de Colombia”. Y durante los meses siguientes habrá eventos similares en Bogotá, Cartagena, Cali, Bucaramanga, Quibdó y Mompox, principalmente. Los eventos son patrocinados no sólo por el Ministerio de Cultura, sino también por alcaldías, universidades, fundaciones e institutos. Qué gran oportunidad para llevar la poesía y la cultura afro a los programas educativos en Colombia. Es nuestro derecho y nuestro deber.

¿Será que ahora sí?

Los dejo con una de los poemas más populares de Candelario Obeso, quien además escribía poesía dialectal, para ser recitada tal y como hablaban los campesinos y pescadores del Magdalena en sus días. Si se recita en español estándar se pierde magia y musicalidad… Bogá… Bogá….


Ada, Ohio, E.U., 28 de marzo de 2009
Para Barûle Gazette


Canción del boga ausente
Candelario Obeso

Qué trjite que ejtá la noche,
La noche qué trijte ejtá;
No hay en er cielo una ejtrella
Remá, remá.

La negra re mi arma mía,
Mientra yo brego en la má,
Bañao en suró por ella,
¿Qué hará? ¿Qué hará?

Tar vé por su zambo amao
Doriente sujpirará,
O tar vé ni me recuerda...
¡Llorá! ¡Llorá!

La jembras son como toro
Lo r'eta tierra ejgraciá;
Con acte se saca er peje
Der má, der má.

Con acte se abranda er jierro,
Se roma la mapaná...
¿Codtante y ficme? ¡laj pena!
No hay má, no hay má...

Qué ejcura que ejtá la noche,
La noche qué ejcura ejtá;
Asina ejcura é la ausencia
Bogá, bogá!

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Un afro guitarreando en la 7ª en Bogotá


Blacky, en el video Callestano, del grupo La Revuelta,
filmado en las calles del centro de Bogotá


28 de febrero de 2009

Hay personajes que sin ser especialmente sobresalientes pueden tener, sin saberlo, cierto impacto en la sociedad, aunque será de manera indirecta y probablemente nunca recibirán crédito por ello. Son de esos personajes que van cambiando la sociedad despacito y de a una persona la vez.

Hace poco un buen amigo mío compartió conmigo el enlace de un video del grupo La Revuelta junto con la cantante Ivonne Orejuela. Para quienes no los conocen (para mí también son nuevos), La Revuelta es un grupo de “música urbana de marimba chonta”, como ellos mismos se describen, conformado por mestizos y afrodescendientes establecidos en Bogotá, pero con raíces profundas en el Pacífico colombiano (ver http://www.grupolarevuelta.com/). El video, de la canción Callestano (http://www.youtube.com/watch?v=RS163jId28Q), fue filmado en las calles del centro de Bogotá, especialmente en la carrera 7ª, entre calles 22 y 24. Aparte de la calidad fílmica y musical (para aquellos que apreciamos la fotografía y la fusión del hip hop con ritmos tradicionales) me llamó mucho la atención ver a un personaje de esos que menciono al principio de esta columna, en el que no había pensado en años: “Blacky”.

Para quienes caminamos con frecuencia las calles de Bogotá Blacky es uno de esos personajes que uno no puede pasar por alto. Si uno intenta hacerlo él se encarga de hacerse notar. Es un afrodescendiente indigente, alto y desgarbado, casi un guachupé, que frecuenta la zona y que pide dinero a los transeúntes mientras toca una guitarra vieja y maltrecha, que no tiene más tres o cuatro cuerdas, dependiendo del día, y está remendada con cantidades generosas de cinta pegante. Improvisa canciones, generalmente coherentes, y las musicaliza con su guitarra, que se convierte en su tambor cuando palmotea en la caja mientras baila, haciendo reír a la gente, lo cual facilita el pedir dinero De cuando en vez, si está de malas pulgas, insulta a quien no aporta a sus arcas pero generalmente se limita a entretener a los caminantes.

Ignoro cómo llegó a la vida de la calle o si tiene alguna entrada de dinero aparte de las limosnas de los bogotanos. Pero desde allí, desde una calle, con una guitarra, y sin timidez, se ha convertido en alguien que da de qué hablar y pone a la gente a pensar, ya sea por su persistencia, por su inventiva, o por su gracia. ¿Qué impacto tiene? Es un impacto sutil pero importante y él probablemente él no lo sabe. Si uno puede ignorar su aspecto desaliñado y su voz ronca, verá un juglar urbano contemporáneo que habla de las tragedias y las vivencias de la calle en la sociedad actual. Es un testigo de la historia diaria de Bogotá.

Esto es lo que La Revuelta vio en él y la razón por lo cual decidieron incluirlo en el video de la canción Callestano, en la que, siguiendo el espíritu original del hip hop, hay un componente fuerte de crítica social. Blacky nunca va a grabar un CD por su cuenta, pero posiblemente seguirá haciendo apariciones ocasionales para algunos artistas. Nunca va a llenar un coliseo o un estadio, porque su tarima es la calle. Y nunca va a recibir un aplauso de más de un puñado de personas a la vez porque su público son los ciudadanos de a pie que pasan absorbidos en sí mismos. Pero para aquellos que están dispuestos a prestar atención será alguien que puede exponer la cara dura de la vida de una urbe como Bogotá. Alguien que va a contarnos historias cotidianas, tan trágicas como su propia vida. Tan trágicas como mucho de lo que ocurre a su alrededor.

Blacky es un juglar callejero y de cierta forma un filósofo. Un hombre que tiene conciencia de su entorno y de lo difícil que es ser afrodescendiente en las condiciones en las que él se encuentra. Pero a pesar de las limitaciones sigue sobreviviendo y contando historias. Estoy seguro de que si alguien decidiera hacerlo podría escribir un libro con sus vivencias. Sería una ventana interesante a cómo la sociedad bogotana se ve desde abajo a través de los ojos de un hombre afro, venido del Pacífico, que desde su andén y con su guitarra destartalada sigue haciéndonos pensar (o rapear) en la vida, en la sociedad y en nuestra etnia.


Ann Arbor, Michigan, E.U., 28 de febrero de 2009
Para Barûle Gazette

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Afro y Afro estadounidense no es lo mismo

14 de febrero de 2009

Desde hace muchos años, desde cuando yo era niño, me ha llamado la atención el parecido que veo entre la cultura chocoana y las culturas africanas urbanas que he visto en documentales y noticieros (todavía tengo pendiente un tourcito por países africanos). Si uno deja a un lado el idioma las expresiones de la gente son muy parecidas: La forma en que se ríen, el volumen de la voz, la forma en que bailan, la forma en que se expresan cuando están de mal genio e incluso a punto de pelear… Es impresionante ver cómo los niños pequeños juegan con la cámara cuando los están filmando. Ver a un grupo de pequeños en Nigeria es como ver a un grupo de niñitos en Tadó… Incluso he escuchado la historia de un embajador de algún país africano en E.U. que cuando quería sentirse como en casa y no podía organizar un viaje a su país de origen se iba para Quibdó.

He aprendido un poco de culturas afro en América Latina y he encontrado los mismos elementos en comunidades afro de Ecuador, Perú, Brasil, Panamá y Costa Rica. Las culturas antillanas son un poco distintas, pero igual se les ve esa raíz africana. En cuando a las comunidades afro de países como Uruguay, Bolivia y México aún me falta mucho por aprender y no puedo dar una opinión todavía.

Pero cuando uno llega a un país como E.U., las cosas son distintas. Las comunidades afro de por estos lados son bastante diferentes a las que se ven en Latinoamérica. Son mucho menos “africanizadas”, lo cual resulta paradójico en una sociedad donde el elemento africano de su herencia se enfatiza con orgullo. “We are African-American!”. Se enorgullecen mucho de la cultura “urbana” de la mayoría de afrodescendientes estadounidenses y creo que es allí donde sus expresiones se han alejado de las africanas más de lo que se han alejado las comunidades afro latinoamericanas. (Uso comillas en “urbana” porque el concepto de lo urbano en E.U. es diferente al concepto en América latina, donde no existe esa división marcada entre lo urbano y suburbano que se ve en E.U.)

Las comunidades afro estadounidenses (o “americanas”) han desarrollado su propio acento, que es bastante homogéneo en todo el país, algo que no se ve en las comunidades no afro, y han modificado (algunos dirán ‘distorsionado’) el hablar del inglés de forma tal que algunos lingüistas han propuesto aceptar la modificación como un dialecto que llaman ‘ebonics’. De hecho, para un recién llegado, no muy ducho en el hablar del inglés, es difícil entenderles. A mí me cuesta trabajo después de 8 años por estos lares… Si hablamos de música podríamos escribir libros enteros (de hecho se han escrito muchísimos). Se nota la influencia africana en el blues y el jazz, pero yo no la veo en el hip-hop y el rhythm and blues que son los tipos de música afro más populares hoy por hoy en E.U., trascendiendo de lejos barreras étnicas y geográficas.

Pero lo que más me hace pensar que en cierta forma se han “desafricanizado” es que mucha gente afro en E.U., los African-Americans, ven con desdén a los africanos. He visto afros estadounidenses burlándose de africanos por su acento, o por su forma de bailar. He escuchado afros estadounidenses diciéndole a un africano que se devuelva para África, en una forma bastante despectiva… Ser testigo de esto me ha causado indignación y me lleva a preguntarme el porqué de la desconexión… Claro, en parte la respuesta es ignorancia, pero no puede ser así de simple.

Estamos en una época en la que la información es más fácil de adquirir que en el pasado. Lo que queramos saber está al alcance de la mano si se tiene un computador con conexión a Internet. Y sin embargo es muy difícil hacer que las nuevas generaciones, incluyendo las afro, se preocupen por aprender, en parte porque la información que vale la pena está oculta entre montañas de basura que flota en el ciberespacio.

Teniendo en cuenta que la cultura afro estadounidense se ha convertido en una fuerza influyente en el mundo en los últimos 30 años, y que ahora comunidades afro de todas parte tienden a imitarlos, incluso en África, esta tendencia es muy preocupante. Está muy bien que tengan la fortaleza cultural de influir a otros, pero me preocupa el nivel de desdén que he notado por las raíces africanas.

No dejemos que las partes malas de la cultura afro estadounidense se nos peguen. Aprendamos de lo bueno y dejemos a un lado lo malo. No dejemos que nos desafricanicen. Sigamos cultivando ese orgullo de haber venido de la Madre África, y aunque reconociendo lo que nos distingue de los africanos, sigamos apreciando y atesorando lo que nos une con ellos. Lo último que podemos hacer es olvidar nuestras raíces. Un árbol sin raíces no puede vivir.

Ann Arbor, Michigan, E.U., 14 de febrero de 2009
Para Barûle Gazette

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¿Un Rey Mago africano?

3 de enero de 2009

Feliz navidad y feliz año nuevo a todos los lectores de Barûle Gazette en esta primera columna de Errante Mente de 2009. Y precisamente porque estamos en temporada, quiero reflexionar un poco acerca de uno de los mitos (sí, mitos; uno de los muchos de la mitología judeocristiana) alrededor de la visita de los Reyes Magos a Jesús después de su nacimiento. El mito más pertinente para esta gaceta es, porsupuesto, el color de la piel de uno de los “reyes”. ¿Tenía “Baltasar” realmente piel oscura?

El evangelio según Mateo es el único que habla de la visita de tres hombres de oriente al lugar de nacimiento de Jesús. Y es muy específico en mencionar que venían de oriente, muy seguramente hombres de origen Persa o Parto (la cultura dominante en lo que hoy es Irán y regiones aledañas que cayó para ser sucedida por los persas), con nombres que no son consistentes. “Melchor”, “Gaspar” y “Baltasar” son los nombres con los que la iglesia católica romana los conoce, pero las iglesias cristianas de oriente (ortodoxa, etíope, etc.) los conocen por varios nombres, la mayoría de ellos persas.

Estos hombres eran sacerdotes y astrólogos y por eso algunas culturas los consideraban hechiceros. De ahí que se los conozca como “magos”. Lo de “reyes” fue un acomodo hecho varios siglos después de Cristo en un esfuerzo por reinterpretar escritos del viejo testamento en los que se decía que el mesías iba a ser visitado por reyes. Si eran sacerdotes y astrólogos persas, ¿porqué el mito de su origen europeo (Melchor), asiático (Gaspar) y africano (Baltasar)? Muy simple: Razones políticas.

En representaciones tempranas (por lo menos hasta el siglo XII de la era cristiana) los tres sacerdotes aparecen con facciones e indumentarias del medio oriente. Pero la Iglesia (Católica) necesitaba dar a los cristianos del viejo mundo razones para sentir que el cristianismo era una religión inclusiva, así que entre los siglos XII y XV comenzaron a darle a “Melchor” características europeas, a “Gaspar” características asiáticas (del lejano oriente) y a “Baltasar” características africanas, entre ellas la piel oscura. No sé por qué razón la representación que conocemos de “Gaspar” en Colombia es la de un hombre europeo, pero “Baltasar” ha llegado hasta nuestros días como el “Rey” Mago “negro”.

La Iglesia siempre ha manipulado los escritos a su conveniencia para manejar pueblos a su antojo. Desde que el emperador romano Constantino, en el siglo IV, juntó figuras de la autoridad religiosa para formar una especie de consejo editorial para decidir qué libros serían incluídos en la Biblia (dejando por fuera cualquiera en el que la divinidad de Jesús no fuera explícita) la Iglesia no ha cesado de manipular la información que transmite a sus feligreses quienes en actos de fe ciega creen lo que los sacerdotes les dicen. Todo con tal de mantener el control del rebaño.

La africanización de “Baltasar” es sólo una más de las estrategias de la Iglesia para darle contentillo a los corderos que se suman a su rebaño (y aportan a sus arcas). No había figuras de piel suficientemente oscura como para que los africanos se sintieran representados en la historia cristiana, así que asignarle estatus afro a uno de los sacerdotes-astrólogos que visitaron a Jesús fue la salida elegida para hacer demagogia en el continente africano, especialmente en Etiopía, donde ya había una tradición judeocristiana.

Si se ignoran los dudosos motivos de la Iglesia, la simbología de muchas de las historias de la Biblia es, en realidad, interesante y esperanzadora, especialmente cuando se trata de historias de la Navidad. No estoy en contra de celebrar el Día de Reyes el 6 de enero, siempre y cuando sepamos lo que en realidad ocurrió. El judaísmo y el cristianismo son religiones eminentemente medio-orientales. El cristianismo se popularizó en Europa porque el emperador Constantino, quien se convirtió al cristianismo por influencia de su madre, levantó la prohibición de su práctica. Años después Teodosio I, sucesor de Constantino, instituyó el cristianismo como religión oficial del imperio romano. El resto lo sabemos bien: Españoles y portugueses esclavizaron habitantes de África occidental, los trajeron a América y como parte del proceso de subyugación les impusieron la religión que a su vez les impuso a ellos el imperio romano unos siglos antes.

El cristianismo no es la religión original de los afro. Tampoco lo es el Islam, como alguna vez lo aseguró Malcolm X. La decisión de los afro contemporáneos de convertirse a una religión más afín a nuestras raíces, de permanecer en el cristianismo, o de no practicar religión alguna es personal. Pero no debemos comernos los cuentos que los jerarcas de la Iglesia Católica se inventaron hace 400, 500 o 1000 años para engatusarnos. Ahí les dejo la inquietud.

Ann Arbor, Michigan, E.U., 3 de enero de 2009
Para Barûle Gazette

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LA trata de esclavos árabe

13 de diciembre de 2008

En esta columna hemos hablado ya de la responsabilidad que han tenido los europeos en la esclavización de africanos, principalmente entre los siglos XVI y XIX (se estima que entre 11 y 14 millones de africanos fueron esclavizados y traídos a América durante ese lapso), y de la culpa compartida de algunos pueblos africanos que extendieron su costumbre de esclavizar enemigos derrotados en batalla a la venta de estos enemigos a traficantes europeos. Esos mismos europeos que se inventaron la doctrina de la “inferioridad de la raza negra” para justificar la esclavización y que nos ha costado tantos siglos de sangre sudor y lágrimas para reivindicar nuestros derechos (y aún queda camino por recorrer). Pero nos falta otro lado de esta historia de esclavitud de la que poco nos cuentan: La trata de esclavos árabe.

Desde la muerte de Mahoma, en 632, el imperio árabe (o Califato, según algunos) creció y se extendió a lo largo de tres continentes en su apogeo (Asia, Europa y África). Y desde el comienzo, en el siglo VII, los habitantes de este imperio iniciaron el comercio de esclavos. Las personas esclavizadas no eran exclusivamente afro, sino de muchos lugares y grupos étnicos. Bajo la ley islámica los únicos que no podían ser esclavizados eran los musulmanes, así que durante un tiempo muy largo, los árabes esclavizaron gente de muchos pueblos, incluyendo cristianos europeos, principalmente de países eslavos. Pero también cayeron muchos africanos y asiáticos.

Representantes de países árabes mantuvieron esclavos hasta bien entrado el siglo XX, en los años 50, cuando gobernantes yemenitas visitaron países europeos con su corte de esclavos a cuestas, algunos de ellos de origen africano. De hecho, hay reportes que indican que aún hoy en día existen esclavos en Sudán. ¿Porqué incluyo el imperio árabe dentro de los responsables de la esclavización de africanos si ellos esclavizaban al que se les cruzara en el camino? Porque a pesar de que los africanos no eran las únicas víctimas sí eran una fuente importante de este comercio brutal.

Como ya mencioné, se estima que entre 11 y 14 millones de africanos fueron traídos a América, aunque este número no incluye los afrodescendientes que nacieron, fueron explotados y murieron como esclavos en este continente. Pues bien, los árabes esclavizaron entre 14 y 18 millones de africanos entre los siglos VII y XIX, quienes fueron llevados a países del norte de África, Asia occidental, e incluso a India, a través del desierto del Sahara, el mar Rojo y el Océano Índico. La mayoría de las víctimas venían de países como Kenia, Tanzania, Sudán y Etiopía.

Algunos historiadores afirman que la mayoría de los africanos esclavizados fueron privados de su libertad durante los siglos XVIII y XIX, y que la proporción fue menor en siglos anteriores, pero las cifras son inciertas y si el número estimado es acertado el número de víctimas de esta costumbre horripilante alcanza para ser considerado un holocausto.

El activista afro estadounidense Malcolm X afirmaba que el Islam era “la religión original del hombre negro”, y esta fue la razón principal que lo llevó a convertirse en musulmán. Pero algo que no tuvo en cuenta es que muchos de los musulmanes africanos de hoy en día descienden de personas que se convirtieron al Islam para escapar la esclavitud, amparados en la ley Islámica. No era su religión original.

Me pregunto porqué no nos enseñan esta parte de nuestra historia. ¿Porqué un énfasis exclusivo en la trata de esclavos europea? ¿Por el eurocentrismo occidental? ¿Por lo reciente de esa historia? ¿Porque descendemos de esos esclavos y no de los que llevaron a Asia occidental? Cualquiera que sea la respuesta, esta es otra pieza de historia que debemos conocer como parte de nuestra educación afrodescendiente. No es una parte agradable, pero la historia tiene partes buenas y malas, y todas son esenciales para un conocimiento integral. Así que la próxima vez que hablemos de esclavitud, recordemos que también hubo un pueblo (el árabe) que nos subyugó, si bien no sólo nos buscaba a nosotros. Pero también fueron responsables del holocausto (o de uno de los varios holocaustos). Hubo muchos culpables en el pasado, y debemos saber de todos y cada uno de ellos.


Ann Arbor, Michigan, E.U., 13 de diciembre de 2008
Para Barûle Gazette

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