domingo, 25 de mayo de 2008

Colombia, país multiétnico y racista

Las "razas" no existen. Lo que existe es un gradiente en la cantidad de melanina...
¡que es de un sólo color! (pulsa en la foto para ampliarla)


Publicado también en Barûle Gazette, edición del 26 de mayo de 2008

La definición de ‘raza’ en el diccionario de la Real Academia de la Lengua (ver anexos) no puede aplicarse a humanos. La razón es muy sencilla: No existe un grupo de características genéticas que defina un grupo humano específico. Ni siquiera el color de piel se puede definir, pues entre el africano más oscuro y el nórdico más pálido existe toda una gama de tonalidades en un gradiente continuo. Estas tonalidades se explican por la cantidad de melanina en la piel, cuyo papel es proteger al cuerpo de los rayos ultravioleta del sol. En el proceso evolutivo, poblaciones humanas desarrollan diferentes niveles de melanina, dependiendo de la latitud en la que vivan, de forma que se logre un balance entre protección de rayos UV y permitir el paso de suficiente luz para activar la producción de vitamina D. Entre más cerca al ecuador vive una población, entre más expuesta al sol esté con el paso de los siglos, mayor ventaja habrá en tener piel oscura. Entre más al norte o al sur se viva, mayor ventaja evolutiva habrá en tener piel clara. Desde el punto de vista genético son parientes más cercanos los europeos y los aborígenes australianos que éstos últimos y los habitantes del centro de África.


En cambio, entre humanos podemos hablar de ‘etnia’ (ver definición en los anexos). Por ejemplo, los habitantes del Chocó biogeográfico (baruleños) somos una etnia. Pero a pesar de la no existencia de razas, el racismo sí existe, especialmente en la sociedad occidental, y claramente existe en Colombia, aunque muchos lo nieguen.

Como construcción social, “raza” es un invento de la Europa medieval, que los europeos y norteamericanos eurodescendientes de los siglos XVII al XX trataron de racionalizar con conceptos científicos para servir a sus fines colonialistas. Lamentablemente les funcionó bastante bien y lograron lavarle el cerebro a los habitantes de pueblos subyugados, al punto en que tanto colonizadores (invasores) como colonizados (invadidos) aún cargamos el lastre de los siglos de opresión europea. Y tomará mucho tiempo para deshacernos de nuestros complejos, de inferioridad o superioridad según el grupo.

Esos complejos existen visiblemente en Colombia, y son los que hacen de nuestro país multiétnico una paradoja, donde una mayoría de la población, mestiza, tiene complejo de superioridad al creerse blanca, y desprecia a afrodescendientes e indígenas, aunque sean parte integral de su cultura, o incluso de su etnia. Y esta paradoja va acompañada de cinismo: La mayoría de colombianos niega que el racismo en Colombia exista, aunque diariamente son testigos de su existencia y algunos lo practican. Para la muestra un botón, sacado del baúl de mis recuerdos:

En 1985 yo cursaba 3º de bachillerato (hoy en día llamado 8º grado) en el Instituto Pedagógico Nacional en Bogotá. El rector del colegio en ese momento era Gerardo Sanín, sacerdote católico (jesuita, creo) que vestía de “civil”, tío de Noemí Sanín, ex precandidata presidencial y actual embajadora en Inglaterra para quienes necesiten más señas. Algún día hubo una formación de las tantas que se hacían en el año, para informar al alumnado de diferentes noticias. El Sr. Sanín hablaba desde un corredor en el segundo piso que daba al patio central donde estábamos los estudiantes. De repente se detuvo, y señalando hacia donde estábamos los estudiantes de 3º dijo “¡Ud. salga al frente!”. Un grupo de varios estudiantes que estaban riendo y distrayéndose cuando no debían eran los señalados. Hago énfasis en varios, pero sólo uno fue llamado al frente. Tras una breve confusión, pues no se sabía a quién señalaba el Sr. rector, un compañero fue separado del grupo y obligado a pararse en frente de todos. Resultó ser uno de los tres o cuatro afrodescendientes que estudiábamos en el colegio ese año. Tras algunas recriminaciones que podían aplicarse a todo el grupo de estudiantes que reían (los demás siendo mestizos o “blancos”), el Sr. Sanín dijo textualmente: “Yo no sé porqué a los negros les gusta reírse tanto… ¡Debe ser para mostrar los dientes, que es lo único blanco que tienen!”. Hubo risas generales y una pausa. “Yo creo que los negros deberían estar con sus congéneres… ¡saltando de palo en palo por la selva!”. Más risas…

El compañero afrodescendiente, claramente humillado, simplemente mantenía la cabeza baja. Yo estaba indignado, pero la inmadurez de mis 13 años me impidió hacer algo, lo cual me he recriminado siempre, hasta el punto que ahora sólo he logrado perdonarme parcialmente. Cuando llegué a mi casa le informé a mi padre del incidente con la esperanza de que él hiciera algo, pero se negó con el argumento de que el problema no había sido conmigo. Tal respuesta me dolió también. En el colegio la controversia se encendió, como era de esperarse, y durante las semanas siguientes hubo quienes criticamos al Sr. Sanín por racista, pero también quienes lo defendieron argumentando que “era sólo un chiste, nuestro rector no es racista…”. Y ese es el doloroso cinismo del que se arman los racistas colombianos. Daniel Samper publicó una protesta en su columna y tengo como deber buscarla cuando viaje a Bogotá y pueda revisar los archivos de El Tiempo. El mismo Daniel Samper, a quien consulté al respecto, no tiene copias de columnas tan viejas. Aunque 1985 fue el último año de rectoría para el Sr. Sanín, no hubo consecuencias reales relacionadas con el incidente racista. Oficialmente este racista se fue impune.

Historias similares se repiten todos los días a lo largo y ancho de nuestro país, y la mayoría de personas aún niega que el racismo exista. Cuando alguien dice algo malo de los negros, y les hago un reclamo, la excusa es “¡pero Ud. no es negro, Ud. es “morenito”!. ¡Qué cínicos…! Existen las expresiones “negro tenía qué ser”, “indio patirrajao”, “indio cochino”, “indio bruto” “cholito incivilizado”, y muchas otras. Más ejemplos se pueden encontrar en los foros del El Tiempo.com en los artículos que hablan de las barbaridades que Rafael Correa ha dicho desde que el ejército colombiano violó la soberanía ecuatoriana para dar de baja a alias ‘Raúl Reyes’. En esos foros los colombianos mestizos con ínfulas de europeos colonialistas despotrican contra los indígenas ecuatorianos (como si en Colombia no hubiera indígenas), tildándolos de “inferiores”. Para ejemplos de más diatribas contra afrodescendientes y africanos, se pueden leer los foros de artículos que informan de la ola xenófoba en Sudáfrica que ha cobrado víctimas entre los inmigrantes de países vecinos, principalmente de Zimbabwe y Mozambique.

Podría escribir muchas páginas con las historias de mi padre, quien tuvo que enfrentar el racismo en el interior del país en los años 60, cuando los mestizos (“blancos”) de Cundinamarca y Boyacá no estaban tan acostumbrados a ver afrodescendientes. O historias de cuántas veces fui rechazado por muchachas a quienes pretendía en mis años de adolescencia porque sus padres o hermanos “no podían permitir que la niña saliera con un negro”. Pero claro, ellos “no son racistas…”

Todo esto pasaba en Colombia hace 40 años y pasa hoy en día. A los afrodescendientes nos niegan la entrada a discotecas, nos cobran arriendos más altos y nos hacen muecas al cruzarse con nosotros en la calle. A comienzos de 2007 un grupo de congresistas estadounidenses afrodescendientes visitó nuestro país y como parte de la agenda concertaron una cita con representantes de movimientos por las negritudes de Colombia. Pero a los afrodescendientes colombianos se les rechazó en la Casa de Nariño, con la excusa de que los estadounidenses “estaban ocupados”. A la delegación estadounidense se le informó que la delegación colombiana “no había llegado a la cita”. Esto ocurrió poco antes de que Paula Marcela Moreno Zapata fuera nombrada ministra de la cultura por el presidente Álvaro Uribe, bajo presiones de congresistas afrodescendientes estadounidenses, probablemente derivadas del incidente de la cita “incumplida” por los colombianos.

Como contraste, cuando un afrodescendiente marca goles para la selección Colombia, caso de Arnoldo Iguarán, Freddy Rincón, ‘Tino’ Asprilla, el ‘Tren’ Valencia, Tressor Moreno, Jorge Bustos, o Hugo Rodallega, entre muchos otros, no falta el narrador deportivo que suelta frases como “¡Negro hermoso!” o “¡Te fajaste, moreno!”.

Los colombianos (todos) debemos aprender a aceptar que sí tenemos un problema de racismo. Es el primer paso para solucionarlo. Además debemos mejorar los programas educativos, especialmente en historia, para que se nos enseñe la importancia de nuestro origen multiétnico, dejando a un lado el eurocentrismo patente en textos escolares de historia. Así sabremos apreciar la riqueza de nuestra cultura, que ha tenido aportes importantes de todos nuestros ancestros, y así podremos deshacernos de los complejos de superioridad de los que se creen europeos, y de los complejos de inferioridad de quienes en nuestro rostro llevamos la firma de nuestros ancestros africanos y americanos.

Pero ese proceso llevará tiempo. Mientras tanto, los afrodescendientes debemos educarnos para poder enfrentar los ataques racistas contra nosotros y nuestros hermanos indígenas. Entre más conscientes seamos de la importancia de nuestras raíces, de los aportes y la belleza de la cultura y las civilizaciones de nuestros ancestros, y del absurdo de los ataques de la cultura colonialista que aún nos oprime, con más facilidad vamos a salir adelante, a nivel individual y a nivel colectivo como etnia. Y así podremos ayudar al despertar de Colombia, como país orgulloso de sus orígenes multiétnicos.


ANEXOS

Definiciones:

Raza: Cada uno de los grupos en que se subdividen algunas especies biológicas y cuyos caracteres diferenciales se perpetúan por herencia - Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua

Etnia: Comunidad humana definida por afinidades raciales, lingüísticas, culturales, etc. -
Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua

Etnia: Del griego ethnos, "pueblo". Población humana en la cual los miembros se identifican entre ellos, normalmente con base en una real o presunta genealogía y ascendencia común, o a otros lazos históricos . Las etnias están también normalmente unidas por unas prácticas culturales, de comportamiento, lingüísticas, o religiosas comunes - Wikipedia

Racismo: Exacerbación del sentido racial de un grupo étnico, especialmente cuando convive con otro u otros (…) y que en ocasiones ha motivado la persecución de un grupo étnico considerado como inferior - Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua


Enlaces:

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domingo, 18 de mayo de 2008

Somos Pacífico


Especial para Barûle Gazette, edición del 19 de mayo de 2008

Hace no mucho Giunëur Bomani Môsi me pidió escribir una columna para Barûle Gazette y no sabía cómo comenzar pues nunca había decidido plasmar en papel (o en archivo electrónico) mis pensamientos acerca de la Madre Tierra. Pero creo que el momento ha llegado y quiero agradecer a mi primo Giuneür el haberme dado la excusa para hacerlo. Y decidí comenzar por algo que me ha dado vueltas en la cabeza, y es la identidad de los habitantes del Pacífico y sus hijos.


Aunque soy nacido y criado en Bogotá, el origen de mi padre, nacido en Lloró, justo en ese rinconcito hermoso donde el Andágueda se une al Atrato, me ha llenado de orgullo. Tanto es así, que con todo y mi acento rolo me siento muy chocoano. También le profeso afecto al Quindío, tierra de mi madre, pero ante todo me siento chocoano. Y como chocoano de alma y corazón he pensado mucho en el significado de esta identidad, y aquí en las páginas de Barûle, quiero compartir esas reflexiones.

Para mí, hay tres conceptos de Chocó: Uno, el departamento. Esa división política al noroccidente de Colombia que en 1906 desprendieron del entonces departamento del Cauca. Dos, el Chocó Biogeográfico, una región de excepcional riqueza hidrográfica y de biodiversidad que se extiende desde el oriente de Panamá y el Golfo de Urabá hasta el norte de la costa Peruana sobre el océano Pacífico. Y tres, el Reino de Barûle, concepto que debemos a Giunëur Bomani Môsi. Los tres están íntimamente relacionados, pero hay diferencias. Y como idealista y soñador que soy, me gustaría ver una amalgama de todas ellas.

Siempre que voy al Chocó me siento como en África. El aspecto de su gente, de sus calles, de sus bosques, la expresividad de los chocoanos, su cocina, su música… He visitado comunidades negras en E.U. y ninguna parece africana a pesar del color de piel de sus gentes. Mientras, en un festival de comida africana un chocoano se sentiría comiendo en la casa (al menos así me sentí yo). En el Chocó se respira Mamá África en cada esquina. Pero no sólo allí. La costa de los departamentos de Valle del Cauca, Cauca y Nariño es una extensión del Chocó, y allí no para la cosa. La costa ecuatoriana y el norte de la costa peruana parecen calcadas de nuestro Chocó querido. ¿Porqué nos tienen divididos?

Hay razones históricas, políticas y económicas. Para no entrar en detalles podemos decir que la razón principal es la necesidad que tienen los interioranos de acceder al mar por razones comerciales. Incluso Antioquia desde hace mucho ha tenido ganas de anexar al Chocó por esa misma razón, y muchas veces tratan al Chocó como su patio trasero. Alguna vez en una conferencia científica a la que asistí un paisa se refirió a los chocoanos como “nuestros hermanitos menores”, y no de la forma respetuosa en que los Koguis y los Arhuacos se refieren a los occidentales. Esa unidad cultural a la que Choc Quib Town hace referencia en su canción “Somos Pacífico” ha sido fragmentada por intereses regionales del interior, y también por la separación del Ecuador de la Gran Colombia en el siglo XIX.

Yo quisiera proponer una ampliación del Reino de Barûle para lograr una reunificación geográfico-cultural que fusione el concepto de Chocó Biogeográfico y lo expresado en “Somos Pacífico” de Choc Quib Town, incluyendo en esa Nación Pacífico a los hermanos afro del Ecuador y Perú. En esa unidad, llámese Reino de Gran Barûle, República de Barûle, o República del Pacífico, existiría una coherencia étnica y cultural, espiritual y geográfica, que ayudaría a acabar con los sinsentidos de hoy en día. Nos daría un sentido de pertenencia y un motivo de orgullo que nos empujaría a luchar como nación y salir adelante sin los complejos que todavía llevamos como lastre. Sería un incentivo para acabar con la corrupción de las clases políticas actuales y aprovechar el inmenso talento que se encuentra entre los barûleños (se me ocurre que seríamos potencia futbolísitca en cuestión de pocos años).

De esa Nación Pacífico o Gran Barûle, han salido personas que han sido clave para la historia, la culinaria, la música y el deporte de Colombia, Ecuador y Perú. Perfectamente podríamos salir adelante como un sólo país, aprovechando los recursos naturales y humanos que tenemos. Podríamos ser ejemplo de desarrollo sostenible, impulsando el turismo ecológico y la investigación científica (el Chocó biogeográfico tiene una importancia inmensa en las ciencias biológicas, y podríamos mejorar el modelo desarrollado por Costa Rica). Como potencia hídrica podríamos exportar energía a los países vecinos y podríamos ser pioneros en la producción de biocombustibles utilizando cultivos de micro-algas que podrían establecerse en la costa sur de la República, en la actual frontera peruano-ecuatoriana (las microalgas son mucho más eficientes que cualquier cultivo agrícola y requieren relativamente poco espacio para su producción). Podríamos ser potencia en el desarrollo de tecnologías ambientalistas en diseño y construcción de edificaciones (en pueblos y ciudades). Así incluso los Barûleños más pobres tendrían acceso a viviendas dignas que formen parte del paisaje en lugar de destruirlo, con sistemas adecuados de surtido de agua, desagüe y purificación de desechos. El lema del desarrollo sería eficiencia y preservación del medio ambiente. Seríamos albaceas dignos de las riquezas naturales del país e incluiríamos la filosofía y la visión de nuestros primos indígenas (emberás, kunas, waunanas…), quienes por supuesto serían parte integral de la nación.

Soy idealista y soñador, y estas características vienen principalmente de mi lado chocoano. Soñar con la República del Pacífico o del Gran Barûle y su desarrollo es el primer paso para dejar la miseria atrás y abrazarnos con nuestros hermanos formando un solo pueblo. Un pueblo africano e indígena. Un verdadero pueblo AfroAmericano.

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